Cap. 21: Testigos

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Nanno

Temblé. Ya sabía a qué se debía el mal presentimiento que me había invadido desde el principio de la llamada.

—Sin duda esa persona no soy yo —dije con calma—. Hay muchas chicas con mi nombre, incluidas algunas que vivieron en los años noventa.

—Pues el director quiere aclararlo de todas formas —me aseguró la secretaria—. El apellido de la chica misteriosa no figura en ninguna parte. Además, ella no ha sido alumna en ni un solo centro educativo durante más de tres semanas.

Permanecí en silencio, escuchando con atención cada palabra que me decía.

—Yo personalmente creo que se trata de un error absurdo. —La secretaria soltó una risa corta. — El director ha pedido verla a usted y a sus padres para aclarar el asunto. ¿Le parece bien el viernes que viene, a las cuatro?

—Eh, sí, supongo que sí —respondí confundida.

—Perfecto. Quiero que sepa que realmente lamento hacerla perder el tiempo con esta tontería, pero no puedo hacer nada al respecto. Solo puedo desearle suerte.

—Gracias.

«La necesitaré.»

La mujer colgó antes de que yo tuviera la ocasión de hacerlo.

Bajé la mano con la que sostenía el móvil y miré a la nada.

Muchos años me las había arreglado para viviendo entre humanos sin apellido. Había hecho que nadie se fijase en eso. Pero por lo visto eso iba a empezar a causarme problemas en un futuro muy cercano.

Obviamente, no iba a acudir a la citación. Sabía que eso solo empeoraría las cosas y pasaría como con mi padre: le ignoré demasiado tiempo y él vino directamente a hablarlo. Lo único que ganaba así era un poco de tiempo que, en el caso de mi padre, de nada me sirvió.

Pero esa era la única opción que tenía. No me podía presentar sola porque habían pedido explícitamente que vinieran mis padres. ¿Qué iba a decir sobre eso? ¿Qué están de viaje?

Aunque aceptaran mi excusa estúpida, yo seguiría sin poder dar una explicación plausible para lo que pasaba. Así solo lograría levantar más sospechas de las que ya había.

Mientras pensaba en qué podía hacer, me di cuenta de algo.

La secretaria había utilizado la expresión «Se nos ha notificado...».

Pero no había mencionado quién se lo había notificado.

Mi cerebro de inmediato me dio una respuesta que yo me creí al 75%, pero no tenía como estar segura.

La responsable era la misma persona que estaba detrás de esa cuenta de Twitter.

Sentí una terrible tentación de bajar un piso hasta la 3B, agarrar a Yuri y empezar a pegarle como si fuera un saco de boxeo, pero me tranquilicé. Eso sería una decisión muy precipitada y poco civilizada. Además, de poco me serviría. Yuri no tardaría en reconponerse y me destrozaría sin pensar en los veinte o más testigos que habría.

Respiré hondo un par de veces. Vale. Ahora entraría en el aula y sopesaría mis opciones con calma. Si aparecía Gun, incluso mejor. Así podría hablar con ella y distraerme mientras ella me contaba cómo su alarma se había apagado sola mágicamente.

Abrí la puerta.

Ocurrió tan de repente que al principio no estaba ni segura de qué había pasado.

Miré con incredulidad mi uniforme empapado, tras lo que levanté la mirada y vi a Ram con una botella de agua grande.

Vacía.

—Por lo de Mostaza, estúpida —rugió él.

Miré a mi alrededor. Los demás tenían sonrisas malévolas y parecían realmente complacidos.

—Al fin ha caído —murmuró Nin.

Yo simplemente me di la vuelta y me fui directa al baño.

Cerré la puerta justo detrás de mí. Me miré en uno de los espejos y vi que estaba completamente mojada. Debía hacerme con mi indumentaria deportiva para cambiarme. Solo tenía que esperar a que mis compañeros se olvidaran un poco de mí para que yo pudiera regresar sin que nadie se diera cuenta o esperar a que Gun llegase y pedirle que la cogiera por mí... si es que aparecía algún día.

Como las dos cosas requerían espera, yo empecé a escurrir mi pelo mojado en el lavamanos y a pensar. ¿Cómo es que no había notado que eso iba a pasar? No tuve ningún presentimiento, ninguna sensación de que algo iba mal. No podía decir si era porque lo de Nuengoli me había distraído o estaba perdiendo mi habilidad de detectar peligros.

La segunda posibilidad me hizo preguntarme cuánto tiempo me quedaba hasta que mis poderes se desvanecieran por completo.

Qué minúscula parte de mi magia seguía conmigo.

Desvié la mirada y vi una goma de pelo olvidada.

¿Debería probar...?

Miré a mi alrededor para asegurarme. No había absolutamente nadie.

Fijé mi mirada en la goma y me concentré.

No ocurrió nada.

Eso me hizo perder un poco la esperanza, pero decidí no rendirme aún.

Me centré aún más en lo que estaba haciendo. No era capaz de creerme que había perdido mis poderes por completo. Eso significaría que el tiempo que tenía había acabado y no había ninguna esperanza de que las cosas volvieran a ser como antes.

El objeto se movió, tras lo que temblorosamente se elevó sobre la superficie.

Dejé caer la goma, aliviada. Cierto, me era más difícil, pero seguía siendo capaz de hacer trucos básicos. Tal vez no todo estuviera perdido...

—¡Dios mío!

Error. Todo estaba perdido.

Me giré y vi a una chica que, por lo visto, había salido de uno de los cubículos y había estado fuera el tiempo suficiente como para ver mi abracadabra.

Y esa chica...

... era Waan.

La persona que más sospechaba de mí en todo el edificio.

Maldición.

Nos miramos durante un largo instante, ella con una expresión horrorizada y yo con cara que no sabía qué mostraba.

De pronto, Waan echó a correr... o al menos lo intentó.

Yo la agarré por la camisa del uniforme, tomé impulso y la lancé contra la pared. Ella se dio un buen golpe en la cabeza y cayó al suelo. La oí quejarse. El dolor la había despistado, dándome tiempo para intentar salvar las cosas.

Me concentré, empleando toda mi energía mental contra ella. No podía dejarla escapar después de haber sido testigo de mi verdadera naturaleza. Sería un grave error que mi padre no me perdonaría.

Vi cómo los ojos de Waan se iban cerrando hasta que ya no los volvió a abrir.

Había logrado dejarla desmayada y permanecería en ese estado durante horas, muchas horas.

Habiéndome ocupado de la amenaza inminente, ante mí surgía una nueva duda: ¿qué hacer con ella? 

Sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora