Cap. 12: Nueva oportunidad

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Dos días antes

Lawan

Volvía a mi casa con una sonrisa en la cara. El origen de mi felicidad ya no era la ropa cara o los bolsos de piel. En ese momento estaba contenta... pues porque sí.

El hecho de que ya no era rica había cambiado mucho mi vida. Al principio creía que eso era el fin de mi mundo, pero en realidad resultó el principio de uno nuevo. Había pasado tan solo una semana desde que mi padre me dio la noticia que casi me provoca un desmayo y ya me sentía como una persona nueva.

Mientras caminaba, bajé la mirada para mirarme a mí misma. Las bambas negras, la camiseta sin estampado azul, los tejanos blancos y la chaqueta gris de manga larga que llevaba costaban un total de 903 bahts, pues era ropa simple de una tienda de segunda mano. Hace muy poco tiempo habría preferido ir con una bolsa de basura en lugar de con eso, pero ahora no me sentía avergonzada por mi apariencia. Cierto, no era ropa de marca que le costaría a mi padre su sueldo mensual, pero tampoco era tan terrible. Incluso me atrevería a decir que empezaba a sentirme a gusto yendo así vestida en público.

Había dejado de llevar maquillaje. Descubrí que mi piel se sentía mucho más libre si no le ponía encima una tonelada de polvos.

Me había visto obligada a vender casi todas mis joyas por dinero, pero ya me había hecho a la idea de que muchas cosas iban a cambiar, por lo que no lo pasé demasiado mal. Me había permitido el pequeño lujo de llevar unos pendientes con el tamaño aproximado de la punta de un bolígrafo y me sentía de maravilla con ellos. Además, no pesaban tanto como los que solía llevar antes.

Dejé de ser tan activa en redes sociales y empecé a ser más activa en la vida real: hacía deporte y muchas de las tareas en casa, ya que no podíamos seguir permiéndonos contratar a alguien que las hiciera por mí. Incluso había empezado a sumergirme en el mundo de las novelas cortas de romance.

En el insti ya no era la chica rica, más bien me había convertido en «la chica que lo había perdido todo». Cuando la noticia llegó a mi colegio, durante los recreos las palabras más utilizadas eran «bancarrota», «dinero», «pobreza» y, por supuesto, mi propio nombre. Nadie me hablaba, pero poco a poco mostré a la gente que ya no era esa persona presumida, desagradable y, me atrevería a decir, repelente que era antes. Por eso empecé a conseguir amistades auténticas. Sabía que mis nuevos amigos no me dejarían tirada porque ya no estaban interesados en mi dinero.

También mejoré mi relación con los profesores que antes me odiaban. Bueno, al menos lo intentaba. Había algunos que todavía trataban de hacerme la vida escolar imposible, pero ya había logrado ganarme a algunos. Suponía que era cuestión de tiempo que todos vieran que realmente había cambiado.

El día de ayer me había encontrado con el viejo amigo con el que había quedado cuando estaba en el baño del instituto. Debo admitir que al principio no me esperaba mucho, pero mi reunión con él fue una experiencia que nunca olvidaré. Ahí compartimos todas las cosas por las que habíamos pasado esos últimos años: las buenas, las malas... y las extrañas.

Estaba volviendo a mi casa de la tienda. Lo que tenía en la mano no era una bolsa llena de ropa cara que no me iba a poner más de una vez. Lo que contenía eran cosas para el hogar que mi padre me había pedido. Que me dieran más tareas no me molestaba, así apreciaba más mi tiempo libre.

—Tú debes de ser Lawan.

Me giré al oír que alguien pronunciaba mi nombre y me encontré cara a cara con una chica de mi edad que me miraba directamente a los ojos. No me fijé mucho en cómo era porque lo más llamativo de su apariencia no eran los zapatos que llevaba o su altura, sino la sonrisa.

Sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora