Cap. 18: Secretos de la chica nueva

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Gun

Cuando el señor Kolaeth salió del aula, yo saqué «La cabaña del tío Tom» y seguí leyendo. Me molestaba tener que interrumpir la lectura cada vez que empezaba una clase, pero si me pillaban leyendo cuando se suponía que debía pensar en soluciones para el hambre en los paises tercermundistas o las consecuencias para la economía que tuvo la Segunda guerra mundial, mi vida terminaría casi de inmediato.

Levanté la mirada y miré a Nanno. Ella parecía estar bastante concentrada en su libro de gramática, por lo que decidí no molestarla. Esa increíble chica había llegado a mi clase hacía apenas una semana y había traído una oleada de cambios consigo.

Nos habíamos hecho muy buenas amigas y ya no me sentía tan sola cuando Waan no estaba. Lamentablemente, como consecuencia, los otros alumnos habían empezado a no tratarla bien. Pero, por sorprendente que pareciera, ella no sufría daño alguno por ello.

Una vez A-wut se colocó delante de la puerta para ponerle la zancadilla a Nanno cuando llegase, pero la que acabó el suelo de morros fue Kanda.

Otro día Ram le regaló un bombón de chocolate relleno de mostaza. Ella lo aceptó con una sonrisa y se lo ofreció a Nin, la novia de Ram, de parte del chico. Él intentó explicarle que la broma era para Nanno, pero, quién sabe por qué, Nin no se lo creyó. Runa grabó su pelea en un vídeo y lo subió a sus redes. Se hizo viral y desde aquello apodaron a Ram «Mostaza».

Recordar esos tremendos fallos de mis compañeros me hizo sonreír. Era como si al fin se hubiera hecho justicia...

Seguí leyendo mi libro con un poco más de ánimo.

Mi móvil vibró, sacándome abruptamente de aquel maravilloso universo ficticeo. Suspiré y dejé el libro a un lado. Miré la pantalla de mi móvil y vi un mensaje de Waan. Curiosa, lo abrí.

«Me gustaría que nos veamos donde "la planta grande". He descubierto algo sobre Nanno que creo que te resultará interesante.»

Fruncí el ceño. ¿Qué podía ser tan importante?

Guardé mi libro, temerosa de que si lo dejaba a la vista después no lo encontraría. No sería la primera vez que me robaban las cosas. Había adquirido experiencia y sabía que cualquier cosa que dejara sobre mi pupitre que provocara el más mínimo interés no había esperanza de volver a ser recuperada.

Así había perdido una pulsera con perlas de plástico blancas, un estuche colorido con todo su contenido, una versión de bolsillo de «Hamlet» y hasta un transportador de ángulos.

Me levanté con dificultad, salí y me dirigí hacia el lugar que Waan me había indicado.

En el pasillo del piso en el que estaban nuestras aulas había una zona amplia en la que los estudiantes se podían relajar sin molestar a los que pasaban. Representaba un rectángulo adherido al pasillo principal con varios bancos incómodos.

En el centro se encontraba una maceta gigantesca con una planta enorme. Muchos años Waan y yo habíamos intentado averiguar qué era esa planta, pero nunca lo supimos. Ni siquiera mi aplicación de reconocimiento de plantas era capaz de decirnos qué era. Por eso simplemente empezamos a llamarla «la planta grande».

Cuando llegué, Waan ya estaba sentada. Me acerqué a ella y me dejé caer a su lado. Ella se volvió con calma hacia mí, pero podía detectar un destello de preocupación en sus ojos oscuros.

—A ver, ¿qué es tan importante como para hacerme bajar «La cabaña del tío Tom» del puesto número uno al dos en mi lista de prioridades? —pregunté, cruzándome de brazos.

—Durante estos últimos días —empezó Waan, hablando un poco más bajo, como si me estuviera revelando un gran secreto —he estado preguntando por Nanno a algunos alumnos. Una chica de la 3B me ha dado el nombre de usuario que ella tiene en todas sus redes sociales. He visto que no ha publicado ningún tipo de contenido y no sigue ninguna cuenta. ¿No te parece raro?

Sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora