Cap. 23: Madre

12 3 4
                                    

Nanno

Nunca creí que volvería a ver esa cara y siempre esperé no tener que hacerlo. Pero ahí le tenía, en mi puerta.

Le reconocí en el mismo instante en el que nuestras miradas se encontraron. Nanai había cambiado. Ya no era ese chico malo carismático capaz de hechizar a cualquier mujer. Pero sus ojos eran los mismos.

Su ropa desgadtaba dejaba en evidencia que hacía mucho que había descuidado su apariencia. En sus labios había una sonrisa, pero no era una sonrisa seductora. Parecía más bien... sincera.

—Nanno —dijo él, su tono de voz mostrando que estaba feliz de verme.

Me percaté de que habían pasado apenas tres segundos desde que abrí la puerta. Sin embargo, a mí me parecieron siglos.

—Nanai —solté.

—No has cambiado en estos dos años. —Él me miró de cabeza a pies.

Claro que no había cambiado.

Si lo hubiera hecho, sería preocupante.

Decidí que no debía permitir que la aparición de ese invitado indeseado me hiciera sentir intimidada y recuperé la compostura. Deshice con la mente toda la confusión que me había invadido y me mostré tranquila.

—¿Cómo has encontrado mi dirección? —pregunté secamente.

—Hace poco he empezado a pensar en ti —explicó Nanai.

Al ver mi cara, añadió rápidamente:

— No en ese sentido, ahora soy otra persona. Simplemente, me acordé de ti y quise ver cómo estabas. Entonces un día delante de la puerta de mi casa me encontré con una nota que decía: «¿Buscas a Nanno? La puedes encontrar aquí.» Debajo estaba tu dirección. ¿No crees que es una gran coincidencia?

—¿Quién te dejó esa nota? —pregunté, inquieta.

—No lo sé, pero al lado de ella había un lazo rojo. El rojo se asocia con la energía. ¿De verdad no te parece una coincidencia?

No.

No me parecía una coincidencia.

Me parecía una chica que intentaba destruir mi vida, usando todos los medios posibles... incluidas personas de mi pasado que había intentado olvidar.

La pregunta era: ¿cómo es que Yuri sabía que podía usar a Nanai contra mí?

La única respuesta lógica era que tuviera una fuente muy poderosa... o múltiples informantes.

Ella le había hecho aparecer en un momento muy inoportuno. No podía cerrarle la puerta en las narices, pues eso solo le alentaría a buscar otras formas de contactarme, lo que podría llevar a consecuencias indeseadas. Tenía que librarme de él de forma más delicada. Y si para lograrlo debía hablar con él un par de minutos, supongo que estaba dispuesta a hacerlo.

—Eh... sí, parece que sí —contesté a su pregunta.

Inconscientemente, bajé la mirada, sintiéndome incómoda. No sabía de qué hablar con él o qué contarle para acortar la conversación...

Pero cuando mi campo de visión cubrió el suelo, me percaté de que Nanai no estaba solo.

Había alguien a su lado. Era una persona muy baja, debía tener unos dos años.

Era una niña.

Casi no pude creer lo que me mostraban mis ojos.

Era esa misma criatura a la que Nanai dio a luz.

Mi propia hija.

Nanai se dio cuenta de que la miraba y su sonrisa se ensanchó.

— No os he presentado —dijo él con tono de disculpa—. Siempre se está tan calladita que a veces me olvido de que está ahí. Nanno, esta es nuestra hija, Nung. Nung, esta es tu mamá.

Sentí un escalofrío al oír cómo Nanai se refería a mí.

¿Mamá?

Oh...

—Hola —dijo la niña.

En su voz no detecté la alegría y la confianza que solían estar presentes en el tono de los niños pequeños. Estaba seria y no sonreía.

La saludé discretamente con la mano sin ibrar palabra.

—Siendo sincero, ella es la mayor parte del motivo por el que he venido —concretó Nanai—. Para que puedas ver a nuestra hija. Aunque la última vez que nos vimos me dejaste muy claro que no te interesaba la custodia compartida... —Su tono se endureció.

¿Me estaba culpando?

—... decidí que de todas formas querrías verla, al menos por unos minutos —prosiguió—. También está que ella me pregunta por su madre con bastante frecuencia.

—No es que me interese tanto, papá —La niña puso los ojos en blanco—. Solo quería saber quién era, nada más.

Estaba atónita. Esa cría tenía unos dos años y hablaba y actuaba como si tuviera quince. De todas formas, traté de conservar la calma.

—Pues... has hecho bien, supongo —dije—. Gracias por dejarme verla.

—Papá, ¿nos podemos ir ya? —se metió la niña con tono de estar aburrida—. La tía Anong nos está esperando en su casa.

—Claro, hija —dijo Nanai con voz de buen padre—. Ya te dije que la visita a Nanno no pasaría de cinco minutos.

—¿Quién es Anong? —me interesé.

Nanai me miró durante unos segundos, considerando si debía decírmelo.

—Es mi novia — me contó —. Cuando... di a luz a Nung, me encontré completamente solo. Mis padres se niegan a hablarme, mis «amigos» — hizo comillas con los dedos— se olvidaron de mí. No tenía a nadie. Pero todo cambió cuando conocí a Anong.

Una sonrisa involuntaria corrió por sus labios. Por su mirada me di cuenta de que él me miraba a mí, pero hablaba solo. Aun así, le escuché.

—Ella no me juzgó por nada: ni por la persona que era antes, ni por haber parido —siguió Nanai—. Me ayudó a rehacer mi vida. También trata muy bien a Nung. Gracias a ella ahora soy la mejor versión de mí mismo.

En el mismo momento en el que terminó la historia, regresó a la realidad. Me miró a los ojos y asintió con seriedad.

—Bueno, nos tenemos que ir —dijo él—. Anong nos ha invitado a su casa y no quiero que lleguemos tarde. Ha sido un placer verte.

—Igualmente —En lugar de responder con tono de afirmación, lo hice con voz de pregunta.

Nanai se dio la vuelta y se dirigió al ascensor. Nung me miró por encima de su hombro durante un corto instante y me percaté de algo.

Cuando miraba sus ojos, veía los míos propios.

En todo lo demás se parecía a Nanai, pero en ese aspecto era idéntica a mí.

¿Acaso tendría que ver el hecho de que soy su madre con su comportamiento?

Teniendo en cuenta las locuras que me habían pasado últimamente, no iba a descartar ninguna posibilidad.

Sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora