Dos semanas después de «El juicio»
La luna observaba la tierra con curiosidad desde lo alto de los cielos. Le resultaba difícil ver, pues estaba muy lejos, además de que todo estaba sumido en una oscuridad casi completa. Las estrellas hacían todo lo posible por arreglar ese problema, pero eran incapaces de iluminar bien con la poca luz que desprendían.
No había coches, las calles estaban vacías, todo el mundo en la ciudad estaba disfrutando de la calidad de su hogar... o tal vez no todos.
Una persona avanzaba con rápidos pasos por el parque. Tenía pinta de ser el típico hombre de negocios. Por su apariencia, se podría decir que tenía entre cuarenta y cuarenta y cinco años. Su pelo estaba rapado por los dos lados de la cabeza y se lo había dejado crecer por el centro. Cada uno de sus cabellos, oscuros como esa misma noche, sabía su lugar exacto y ninguno de ellos se atrevía a salir de su sitio.
Sus ojos almendrados miraban directamente hacia adelante y no se dejaban distraer por nada de lo que había a su alrededor.
Los labios de aquel hombre estaban completamente rectos, pues era una de esas personas que reconocen el precio de una sonrisa solo cuando esta es capaz de ayudar a vender los caros aparatos electrónicos que ofrecía su empresa.
Su vestimenta consistía en unos zapatos de piel y un clásico traje con corbata y camisa blanca que, combinados, eran más que capaces de alcanzar el precio de un coche de segunda mano.
Se había puesto un sombrero marrón ridículo, más grande que su propia cabeza. Por su tamaño, uno podría llegar a pensar que su función era hacerle sombra a su portador en días calurosos.
El maletín vacío que estaba presente solo porque inspiraba respeto llenaba absolutamente cualquier hueco que pudiera haber quedado en su descripción física.
El señor Dwangta tenía cierta prisa por llegar a su lujoso piso, que se encontraba a un kilómetro de distancia. Hacía frío, estaba estresado por la reunión que había tenido por la tarde y la poca iluminación tenue que había era gracias a las farolas.
A pesar de que no lo pasaba demasiado bien fuera, su gusto distinguido no le permitía ir por una calle común y corriente, por lo que el señor Dwangta había tomado la decisión de avanzar por el carril bici del parque. Cierto, eso alargaba un poco la ruta, además de que su sitio no estaba en la ciclovía, pero él creía que valía la pena a pesar de que no perdía tiempo mirando a su alrededor. Iba por ahí principalmente por el ambiente.
—Hola.
El hombre fue bruscamente sacado de sus pensamientos por una voz femenina. Miró a su alrededor, pero no vio a nadie. Tratando de ignorar el extraño suceso, el señor Dwangta continuó por su camino con la respiración un poco más agitada de lo normal.
—Es maleducado fingir que una señorita no existe.
El pobre hombre volvió a mirar a sus dos lados y detrás de sí, pero seguía sin ver a nadie. Era incapaz de explicarse cuál era el origen de aquella voz misteriosa.
«Genial, ya estoy delirando por el estrés» —pensó.
Siguió caminando, estando a muy poca velocidad de correr.
«Cuando llegue a mi casa, me voy a hacer un té y voy a escuchar a Mozart.»
Cuando aquel pensamiento relajante cruzó su mente, el señor Dwangta logró calmarse un poco. Su ritmo cardíaco ya no estaba tan cerca de la taquicardia y ya no avanzaba como si estuviera en una maratón.
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Sombras del pasado
Fiksi PenggemarCuando la enigmática Nanno regresa inexplicablemente a la vida, se ve obligada a enfrentarse a un pasado que creía olvidado. Debe plantarles cara a sus antiguas adversarias, Yuri y Junko, privada de sus poderes místicos y con una tapadera en el mund...