Habían pasado seis días exactos desde que Louis tomó la repentina decisión de cortar su relación y, ante todo pronóstico, no extrañaba los mensajes de buenos días ni la presencia de Matteo. ¿Dónde estaba su corazón partido? No consideraba que fuese demasiado normal estar taaan feliz como él lo estaba.
¡Pero lo estaba!
Resultó bastante sencillo contar lo sucedido una vez llegó a casa, recibiendo palabras de consuelo que no necesitó. Fue cuando se encerró en su habitación, que se permitió llorar por la impotencia de lo mal que les volvió a salir el proyecto. Matteo sabía que necesitaba aprobar, ¿por qué no pudo esforzarse un poquito más?
Louis realmente deseó tener una pequeña reunión al final de la clase con su profesora, sin embargo, esta solo le dijo que estuviese atento a su correo electrónico los próximos días. Podía imaginarse un email lleno de palabras decepcionadas, reprendiéndole por su poca responsabilidad con la beca que tanto aseguraba necesitar.
Por eso mismo, llevaba toda la tarde metido en su ordenador portátil, refrescando de forma continua la bandeja de entrada de su correo electrónico. Era viernes, por lo que esperaba recibir algo después de una semana llena de unos nervios que hasta le quitaron el hambre.
—Vamos, ¿cuánto se puede tardar en corregir un trabajo de ocho diapositivas? —murmuró con su dedo índice dañado de tanto clicar la misma tecla.
Se dio la vuelta en la cama, posando el portátil sobre su estómago. En los últimos diez minutos, solo le llegó un correo que publicitaba una peluquería canina que al parecer abrieron nueva en la calle del al lado. ¡Louis ni siquiera tenía alguna mascota para llevarla allí!
Refrescó la bandeja de entrada una vez más, pero no hubo nada nuevo con lo que saciar su impaciencia. Si su hermano mayor estuviese en casa, Louis estaría despotricando con él sobre lo mal que funcionaba la universidad. Pero para su mala suerte, Liam decidió pasar su tarde en el supermercado junto a sus padres.
¿A quién le gustaba llenar un carrito de la compra de forma voluntaria? Al parecer al tonto de su hermano.
Se había quedado completamente solo, recordando las palabras de apoyo que le dio su padre antes de salir por la puerta: "Deja de estar tan nervioso, Lou, seguro que estás aprobado". Adriano Tomlinson todo un experto con las palabras, siempre sabiendo que decir para calmar a sus hijos.
Presionó su dedo sobre la tecla una vez más, queriendo lanzar el ordenador contra la pared más cercana cuando la pantalla se quedó congelada y sin funcionar. Cogió un cojín cualquiera y enterró su rostro con fuerza, chillando lo suficiente hasta que...
Espera un momento, ¿habían llamado al timbre?
Se quitó el cojín de la cara, quedándose en silencio hasta escuchar como aporreaban la puerta con una fuerza bastante alarmante. Presa del pánico, se arrodilló sobre su cama y abrió la ventana con cuidado, asomando su cuerpo lo suficiente como para ver quién era esa persona que parecía querer atentar contra su vida.
—¡Louis, sé que estás en casa! —Matteo volvió a golpear la puerta con sus puños, asustando al joven mencionado.
Tragó saliva y miró en dirección de la calle: no había señales de vida. Nadie parecía estar presenciando esa inusual escena en una calle tan tranquila como lo era la suya.
¿Nadie? ¿Entonces quiénes eran esos dos señores vestidos de blanco que acababan de salir de un camión de mudanzas? Llevaban consigo un sofá que parecía ser bastante pesado, y Louis volvió a mirar a Matteo, aprovechando que este pareció hacerse daño en los nudillos para volver a observar a su casa vecina.
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LAS VOCES QUE ME MIENTEN
FanfictionLouis Tomlinson decidió que la relación amorosa creada en su adolescencia no podía prosperar de ninguna manera. Por lo que, cansado de fingir que estaba enamorado y que todo marchaba a la perfección, rompió con Matteo, sorprendiéndose al ver como es...