CAPÍTULO XXIV. Poder avanzar.

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En cuanto llegaron al vestíbulo, recibieron una pequeña mirada de advertencia por parte de la profesora Marino. Louis rodó los ojos cuando esta se dio la vuelta, y comenzaron con su camino hacia el museo.

Paseando por las bonitas calles de la cuidad, comenzó a recordar su época de instituto, en la que disfrutaban de varias salidas al año como esa. No era un mal recuerdo, sin embargo, pensar que cada uno de esos momentos fueron compartidos con Matteo... a veces le gustaría retroceder en el tiempo y ayudar al antiguo Louis.

Le encantaría poder tener delante a ese chiquillo de dieciséis años, el cual estaba confundido y enamorado de un chico por primera vez en la vida. Le encantaría abrazarle y decirle: "Sé que ahora le quieres, pero, por favor, abre tu mente y conoce a más chicos. No te centres en él".

A veces sentía un poco de envidia de Zayn, el cual fue capaz de conocer a varios chicos sin la necesidad de atarse a uno. Tal vez tendría que haber escuchado sus palabras, aquellas que le repitió miles de veces antes de comenzar a salir con Matteo: "Ese tío no me da buena espina, Lou".

Sin embargo, ya estaba hecho.

Louis debía lidiar con la presencia de su exnovio, sintiendo su oscura mirada en su espalda mientras caminaban por la calle. No quería mencionar nada para no preocupar a Harry, pero en el momento que giró su cuerpo ligeramente... ahí estaba. Matteo andaba junto a Dae, tan solo a unos cuantos metros de distancia.

Harry pareció percatarse de ello.

—¿Quieres...? —carraspeó, algo inseguro—. ¿Quieres que me acerque a decirles algo de nuevo?

—No. no, no, no —negó con su cabeza.

—Si te están molestando....

—Conozco demasiado bien a Matteo, y te puedo asegurar que lo está haciendo a propósito, para intentar intimidarnos.

Queriendo descubrir la forma en la que estaban siendo observados, Harry giró su cabeza sin demasiado disimulo, recibiendo una sonrisa de Matteo. Alzó la ceja en su dirección y, aunque Louis -seguramente- no lo quisiese, le arrastró hasta que quedaron en una de las primeras filas.

Louis selló sus labios, sabiendo que Harry solo quiso hacer lo mejor para él.

Continuaron con su camino hasta el museo Borghese. Harry respiró profundamente cuando cruzaron por las calles que le solía frecuentar, convenciéndose a sí mismo que todo estaba controlado y no había nada de lo que aterrarse.

Louis tiene razón, el miedo manipula.

—¿En qué piensas? —preguntó Louis.

—Este era mi barrio —dijo sin más, mirando a su alrededor con un sentimiento extraño—. No lo echo de menos.

—Es bonito —comentó, mirando también a su alrededor.

Harry se encogió de hombros, dándose cuenta entonces, cuando miró al frente, que habían llegado al ancho camino que llevaba a la entrada del museo.

Se mantuvieron en silencio hasta que llegaron al interior del lugar, las palabras de Louis siendo interrumpidas cuando un guía apareció de la nada, haciendo que los alumnos comenzasen a caminar. El museo era tan maravilloso, que el mantener la boca cerrada fue imposible. Las paredes eran absolutamente increíbles y el techo digno de admirar.

Estaban dentro de una sala llena de figuras esculpidas a mano. A Louis le encantaría repasar con las yemas de sus dedos cada uno de los detalles de la piedra blanca. Realmente pensó que sería una excursión extremadamente aburrida, sin embargo, estuvo taaan equivocado.

LAS VOCES QUE ME MIENTENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora