Roma, seis meses antes de la mudanza.
Dentro de una pequeña habitación de paredes moradas, una asustada adolescente se acurrucó sobre la cama y cubrió sus orejas con fuerza. Sabía lo que estaba ocurriendo, sabía que estaban volviendo a pelearse con su hermano mayor.
—¡Que me dejes en paz! —Exclamó Harry, dándole un fuerte empujón a su madre—. Eres una puta pesada.
Ginevra se tambaleó hacia atrás, siendo sostenida por su marido cuando este la agarró antes de que se hiciese daño. Nunca había sido tratada así, su hijo jamás sobrepasó los insultos. Pero esa noche, todo parecía haber cambiado.
—¡Sube a tu habitación y no salgas más! —Le ordenó Dante, arropando a la mujer entre sus brazos—. ¡Ahora, Harry!
El mencionado se aceró lo suficiente a sus padres como para asustarles de manera efectiva: podía escuchar los sollozos de su madre y las respiraciones entrecortadas de su padre por el cabreo. Harry estaba fuera de sí, su mente estaba en segundo plano, convirtiéndole en un títere de todo aquello que nunca fue cuatro años atrás.
Todos eran sus enemigos.
Todos querían quitarle su fuente de felicidad.
Sonrió con cinismo al ver la entrañable imagen donde Dante parecía proteger a Ginevra de un monstruo, y se dio la vuelta antes de salir de su casa. Se subió a la moto mientras ignoraba como su padre continuó exclamando cosas como: "Harry, estás drogado. Vuelve aquí". No le hizo caso.
Se puso el casco de la moto y arrancó sin pensarlo dos veces.
Desde que conoció a su grupo de amigos en el instituto, su vida dio un completo giro de ciento ochenta grados, donde le hicieron descubrir un nuevo mundo lleno de adrenalina.
Fue en una fiesta bastante aburrida donde se le acercó un chaval que tenía sus ojos irritados, como si hubiese estado horas derramando lágrimas. Harry se preocupó por él, pensado que quizás no tenía a nadie y buscaba algo de consuelo.
Sin embargo, fue sorprendido.
—Tío, llevas ahí sentado media hora —dijo este, teniendo la voz pastosa—. Estamos en una buena fiesta, ¡disfrútala!
Harry volvió a sentarse al notar que -y estaba más que claro- este tipo no estaba triste, estaba drogado.
—No me gustan las fiestas —declaró.
Los azules ojos del desconocido parecieron analizarle durante unos segundos antes de sentarse a su lado. Harry no podía decirle que se marchase de allí, las escaleras de una casa ajena no eran de su propiedad como para exigir tal cosa.
—¿Y para que vienes?
—Buena pregunta.
Vengo por culpa de mi ex, esa que no me deja en paz.
Harry fue un completo idiota al creer que por besarse con una desconocida delante de su exnovia todo se solucionaría. Obviamente no fue el caso.
—Toma, pruébalo. —El desconocido le ofreció de lo que estaba fumando. Harry se lo pensó.
Se prometió durante mucho tiempo no probarlas, sabiendo que eran una adicción que podría dañarle de forma mental.
Hasta esa noche.
—¿Qué es? —pellizcó el cilindro entre sus dedos.
—María —respondió el otro, encogiéndose de hombros.
Esa noche fue el principio del fin, viéndose envuelto en cientos de fiestas donde dependía de las drogas y el alcohol para poder pasárselo bien. Siempre llegaba a su casa con la agresividad recorriendo sus venas, insultando a sus padres cuando estos solo intentaban ayudarle.
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LAS VOCES QUE ME MIENTEN
FanfictionLouis Tomlinson decidió que la relación amorosa creada en su adolescencia no podía prosperar de ninguna manera. Por lo que, cansado de fingir que estaba enamorado y que todo marchaba a la perfección, rompió con Matteo, sorprendiéndose al ver como es...