CAPÍTULO IV. Primer partido.

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Los rayos de sol comenzaban a colarse entre las copas de los árboles, creando pequeños puntos de luz sobre las gradas en las que Louis estaba sentado. Disfrutó de ese momento en silencio, admirando de lejos como su hermano se adueñó del balón, corriendo con rapidez hasta la portería contaría.

Persiguió con la mirada a Liam, viendo como conseguía la victoria de su equipo, celebrándolo de manera exagerada: alzó su sudada camiseta y dejó a la vista sus casi inexistentes abdominales.

Louis sonrió divertido cuando los castaños ojos de su hermano viajaron hasta su lugar, señalando la parte trasera de su camiseta, allí donde su apellido estaba escrito en grande. En ese mismo instante, el entrenador exclamó: "¡Descanso de cinco minutos!", provocando una oleada se suspiros aliviados por parte de los jóvenes futbolistas.

—¿Has visto el pedazo de gol que he metido? —cuestionó su hermano una vez llegó a su lado, dejándose caer en el escalón de las gradas—. Cada dia me supero más.

—Desde luego que la humildad no es lo tuyo —bromeó Louis, teniéndole la botella de agua a Liam.

Le vio beber sin decir nada más, entrecerrando sus ojos cuando los fastidiosos rayos de luz golpearon su mirada con fuerza, haciéndole alucinar. A unos cuantos metros de distancia, allí donde había una ventanita de recepción junto a la entrada principal, creyó ver a Harry.

Creo que tengo que ir al oculista...

—Oye. —Liam llamó su atención, mirando hacia la misma dirección que él—. Al parecer Harry si me hizo caso.

Pues a lo mejor no necesito gafas.

—¿Caso? ¿Has hablado con él?

—Hace ya como... ¿tres días? —Louis frunció su ceño, tratando de recordar—. En la merienda en casa de los Styles.

Ya lo recordaba. Fue ese momento donde charlaron ellos tres, ignorando las conversaciones de adultos, cuando el rizado les hizo saber que jugaba a básquet en Roma. Harry no le comentó nada los últimos días en los que continuaron yendo a la cafetería, por lo que dedujo que no le interesaba.

—¿Te importa si me acerco a él un momento? —preguntó Louis, mirando a su hermano.

—Vé. Yo tengo que continuar con el entrenamiento.

El menor de los Tomlinson se acercó para besar la mejilla de su hermano, sin embargo, al ver como su piel brillaba por el sudor, se retractó al momento. Sacó su lengua, demostrando un fingido asco, y su hermano golpeó su nuca antes de que dejase las gradas atrás.

Realmente no sabía muy bien que decir cuando tuviese a su vecino delante, pero le parecía de mala educación ignorar su presencia tras haberle visto a lo -no tan- lejos. Por eso mismo, en el instante que tuvo su ancha espalda a medio metro de distancia, dio dos toquecitos sobre su omoplato.

Harry se dio la vuelta, dejando de leer un papel que reposaba encima del mostrador exterior, el que daba a la calle, y dibujó una gran mueca de felicidad en su rostro. Estaba guapísimo, con sus rizos recogidos en una coleta, su vestimenta algo más fresca por el calor de ese dia y unas gafas de sol reposando sobre sus ojos, sin permitir que la gente pudiese admirar su verdoso color.

—Louis —dijo al instante, dándose la vuelta al completo. Fue como si le diese más importancia a su presencia que a lo que estaba leyendo—. ¿Qué tal? ¿Qué haces aquí?

—Liam está entrenando, a veces vengo a verle —contestó, desviando su mirada de inmediato cuando Harry se quitó las gafas de sol, dejándolas sobre su cabeza.

Si haces esas cosas me pongo nervioso.

Lou, solo se ha quitado las gafas.

—¿Si? —Harry ladeó una sonrisa, viendo como el más bajo asentía—. Pues me congratula advertirte, querido vecino, que tú y yo nos veremos la carita más seguido.

LAS VOCES QUE ME MIENTENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora