¿Así es cómo se siente?

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Megumi había aprendido a hacer oídos sordos a lo que la gente comentaba de su familia. Había aprendido a no tomarle el peso a los murmullos desde que comprendió que su padre lo había abandonado y le había dejado en manos de la madre de Tsumiki.

La mujer nunca lo trató mal, pero tampoco logró sentirla como una madre ya que, aunque no lo dijera, en el fondo ella le guardaba rencor por las acciones de su padre. No fue una mala mujer, al menos no hasta antes de abandonarles.

En ese momento la gente comenzó a hablar más, incluyendo ahora en sus mezquinos comentarios a la pequeña Tsumiki, quien insistía en que no debían tomarle peso.

Pensaron que todo mejoraría cuando Saori y Gojo llegaron a sus vidas, y así fue durante un tiempo. Estaban tan ocupados disfrutando de la compañía que les brindaban que lo que los demás dijeran ya no importaba. Pero las cosas cambiaron después de aquel evento deportivo. De alguna manera la gente había logrado ensuciar con sus juicios uno de los pocos momentos felices que podían atesorar los pequeños Fushiguro.

Megumi quiso dejarlo pasar. Intentó ignorar las críticas y cotilleos que se generaron por ver a dos personas tan jóvenes ocupándose de los niños. Él podría aguantar cualquier cosa. Cada palabra escupida llena de maldad, él la soportaría. Pero nunca permitiría que dañasen a Tsumiki de esa manera.

Así que no dudó ni por un segundo en lo que debía hacer cuando vio las lágrimas rodando por las mejillas de su hermana mayor.

El culpable se encontraba a solo unos centímetros de la niña, con una sonrisa burlesca en su rostro, mientras decía atrocidades sobre la madre de Tsumiki.

—Por favor, ya basta —pedía en sollozos la pequeña.

Sintió la sangre hervir viendo aquella escena en cámara lenta como si todo lo demás se hubiera detenido a su alrededor. Apretó su puño y en cuestión de segundos, con un solo impulso, se encontraba sobre el otro niño, dándole una paliza.

—M-Me-Megumi —dijo Tsumiki retrocediendo un poco y limpiando su rostro.

Era un chico un año mayor que Tsumiki, mucho más alto y corpulento que Megumi, y sin embargo lo tenía en el suelo, tomándole de la camisa a punto de encestarle otro golpe. No se habría detenido de no ser porque otros dos se involucraron, atacándole por la espalda. Incluso en esa desventaja se las arregló para llevar la delantera y defenderse. Escuchaba los gritos desesperados de su hermana pidiendo que se detuvieran y aunque recibió uno que otro puñetazo, la rabia que tenía no le permitía sentir dolor.

Fueron detenidos por uno de los auxiliares que pasaba. Ya estaban en horario de salida por lo que lo llevó con su profesora, quien le retuvo hasta que Gojo llegó.

Cuando el peliblanco vio a Megumi con algunas heridas en el rostro se asustó. Tsumiki se encontraba cabizbaja junto a él. La profesora le llamó y se apartaron un poco de los niños.

Megumi observaba la escena desde lejos, aún molesto por cómo el otro niño había terminado librándose de un castigo.

—No debiste hacerlo —dijo, en voz baja, su hermana.

Megumi volteó la cabeza, ignorándola.

Ninguno había visto a Gojo o Saori molestos, en lo que llevaban juntos nunca los habían regañado ni llamado la atención, por lo cual no sabían qué esperar cuando Gojo se acercó a ellos.

El pequeño Fushiguro estaba dispuesto a aceptar cualquier castigo que fuera necesario, pero no se arrepentiría de lo que había hecho. Satoru se puso en cuclillas frente a ellos. Sus habituales lentes no dejaban distinguir si estaba molesto o no.

—¿Tsumiki, te encuentras bien? —preguntó, acariciándole la cabeza a la niña y ella asintió.

Volvió su mirada hacia Megumi y puso su mano en el hombro derecho del pequeño.

Co-parenting || Satoru GojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora