Sin vuelta atrás

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Su escritorio era un completo desastre, lleno de papeles, formularios y un montón de notas que había tomado. Tenía post-it pegados hasta en la pared.

Dio una mirada a la lista de requisitos que le estaban solicitando y suspiró cansada. No cumplía con la mayoría de ellos pero estaba segura de que encontraría la forma solucionarlo.

Alzó su mirada dando un vistazo a la foto enmarcada a su derecha y sonrió.

Sí. Encontraría forma de solucionarlo.

Había elegido una muy mala fecha para empezar a buscar información al respecto ya que las calles de Tokio parecían estar más repletas de gente ahora que las fiestas se acercaban, pero estaba haciendo uso de sus horas libres ahora que sus exámenes habían terminado.

Aún no había caído en ese detalle. Normalmente pasaba Navidad con sus amigas y Año Nuevo en Hitachi con sus padres, pero ¿qué se suponía que haría ese año? Ahora no estaba sola y tampoco podía dejar a Satoru cargar con los niños solo esos días.

Por fin la pantalla cambió a su número y fue atendida. Hizo todo tipo de preguntas que se le pudieron ocurrir para buscar una forma que le acomodara a su situación pero las respuestas no fueron muy alentadoras.

Lo único que consiguió fueron más formularios y papeles informativos para llevarse a casa.

Comió algo ligero y regresó a Saitama para llegar a tiempo a su trabajo, el cual, también, debido a la proximidad de las fiestas estaba más abarrotado que de costumbre.

Fue, sin duda, una jornada agotadora pero todo el cansancio desapareció cuando, tras terminar su turno, vio a esas tres personas que le sacaban una sonrisa cada día.

—¡Saori! ¡Buen trabajo! —exclamó la pequeña Tsumiki.

La muchacha no pudo evitar reír al ver cómo Satoru los había abrigado con más de dos capas de ropa y una bufanda cubriéndoles poco menos hasta los ojos. Se había tomado muy en serio los cuidados contra el frío y resfriados después de lo de Megumi. Les había comprado vitaminas e incluso obligaba a Saori a tomarlas.

—Quisimos esperarte ya que hoy sales más temprano —explicó Gojo con una sonrisa.

—Buen trabajo, Saori —dijo Megumi, quien apenas era audible debido a la bufanda que cubría su boca y nariz.

Salieron del restaurante y Saori tuvo que ayudar a Tsumiki y Megumi con sus capas de ropa ya que parecían dos pingüinos andando de lo ajustados que los había dejado Satoru. Miró mal a Gojo, aguantando una risa.

—Así el frío no entra por ninguna parte —se quejó el peliblanco.

Ya en casa, y mientras preparaban omurice a petición de Megumi, Saori seguía dándole vueltas al asunto y pensando en todos el papeleo que debía hacer.

No era una decisión de la cual podría arrepentirse luego.

Una pequeña risa de Megumi y una carcajada de Tsumiki mientras Gojo hacía el payaso con las cucharas de madera, la trajo de vuelta.

Sonrió y rió con ellos. No iba a arrepentirse nunca.

Su teléfono sonó en medio de las carcajadas. Lo tomó y notó que era su madre. Se alejó un poco del bullicio que tenían en la cocina mientras preparaban la comida y contestó.

Al principio, lo mismo de siempre, preguntó cómo estaba, dijo cuánto la extrañaba e incluso contó alguna anécdota del día.

—Iremos a Tokio mañana —dijo de pronto—. Iremos por el fin de semana y nos quedaremos con el amigo de tu padre, pero queremos verte. Quiero conocer a los niños que estás cuidando.

Co-parenting || Satoru GojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora