Capítulo 21. Tenía una vida perfecta, o eso creía

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POV Narrador

Un joven Rengoku de dieciséis años aunque al principio no estaba muy seguro, acabo aceptando salir con un chico con un año más que él, era cierto que ese chico no era del agrado de ninguno de sus amigos, pero con él era una persona amable, siempre le daba algún regalo o algún detalle que lo hacía alegrarse.


Todo era perfecto, tenía una familia que lo quería, amigos que lo apoyaban y a una pareja que lo amaba, no podía pedir nada más en su vida, tenía una vida perfecta, o eso creía él. Cada vez era más normal que su pareja no le dejase acercarse a otros chicos, sobre todos a sus amigos más cercanos a los cuales con el tiempo dejó de lado. Lo mismo ocurrió con su familia, cuando ya llevaban dos años juntos, el verano antes de entrar en la universidad, su pareja le pidió que, sin importarle lo que sus padres y hermano pequeño le dijeran, se mudara con él a la misma ciudad donde se encontraba la universidad, donde este ya se encontraba estudiando. Kyojuro al encontrarse tan enamorado del que pensaba que era su príncipe azul le hizo caso ya que gracias a lo que el mayor le iba diciendo, acabó pensando que era su padre el que no le quería y que su madre odiaba a su pareja.


En el camino a su nueva casa su pareja se desasió de su celular ya que según el mayor sus padres se podrían en contacto para intentar romper su relación, que idiota fue al no solo hacerle caso sino al pensar que en ese momento la única persona que de verdad lo amaba ese tipo a su lado, en ese momento jamás hubiera pensado en el infierno en que acabo entrando por decisión propia.


En una pequeña habitación con paredes grises, sin ventanas y con una puerta blindada de color negro siendo la única iluminación de una pequeña bombilla en el techo, donde el único mueble que allí se encontraba era una cama de hierro con un fino colchón apoyado en la pared del fondo de aquella sala pero estando en el centro de la pared, tanto en la cabecera como en los pies de la cama se encontraban dos pares de esposas los de la cabecera estaban en el centro para mantener unidas las manos mientras que la de los pies estaban a cada lado para tener las piernas separadas además de que las cadenas eran más largas ayudando a que si la persona que la tuviera puesta pudiera levantarse de la cama y alejarse un poco, pero nunca irse de allí.


Pero en ese momento había algo más en esa habitación, en el centro de la habitación se encontraba una silla, también de metal, con una persona inconsciente, vestida solamente con su ropa interior, atada en ella. Tras el sonido de una cerradura, la puerta fue abierta y tras entrar un hombre con un cubo de agua fría en su mano derecha, volvió a cerrarla, guardó en su bolsillo la llave y caminó lentamente hacia la silla, con una sonrisa en los labios se ayudó de la mano izquierda para coger el cubo y verter todo el frío líquido sobre la otra persona, despertando con un grito a causa del frío que golpeó su piel.


—Por fin despierta, ya te daba por muerto — dijo mientras se agachaba para poder mirarlo directamente a los ojos mientras llevaba uno de los mechones mojados hacia detrás de la oreja del menor para poder ver mejor su rostro—.

—Akaza...

—¿Ya no me llamas Akaza-sama?

—Akaza por favor, deja a Genya, aceptaré que Doma haga lo que quiera conmigo.

—¿Por favor? —volvió a levantarse para después golpear fuertemente la mejilla del rubio —varias cosas Kyojuro, sácate de la cabeza volverme a pedir algo, me has demostrado que no mereces nada, y sobre tu petición eres mío, nadie excepto yo tiene permitido tocarte además —cogiendo fuertemente del cabello de Kyojuro le obligó a mirarlo —Genya merece todo lo que le haga Doma.

—Genya es una buena persona, el no merece ningún daño.

—Sanemi te llevó con él a su casa, nos mintió diciendo que no te había visto y ese día se lo dejamos claro si nos mentía su hermano sufriría las consecuencias.

—Uzui sabrá que estoy aquí.

—Cuando Uzui lo llegue a descubrir, Doma ya habrá roto a su juguete y nosotros tres estaremos lejos de aquí —miró el largo cabello —tengo que cortarte el cabello, al tenerlo largo eres más fácil de reconocer, pero eso ya lo haré más tarde, voy a ir a comer —se dirigió a la puerta y la abrió —tú tienes prohibido comer, has engordado en estas semanas.


Nada más cerrar la puerta Rengoku comenzó a llorar con todas sus fuerzas, como podía haber sido tan idiota de alguna vez estar enamorado de esa persona que parecía que lo único que le hacía feliz era verlo sufrir.


Continuará...

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