CAPÍTULO 14

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Odiaba el invierno, las reuniones festivas e incluso las decoraciones. Sus padres nunca habían conseguido que Yon disfrutase lo suficiente como para relajarse.

No había visto a sus primos y su otra familia lo suficiente como para entenderlos y conocerlos. Era como estar y no estar al mismo tiempo, lo veían pero no percibía que fuera parte de ellos. No eran groseros con él pero más que afecto tenían por él cortesía. Pero aunque lo aceptaba y no le importaba, no evitaba que estuviese incómodo, como si hubiese algo arrastrándose por su piel. Además... hasta los nueve años tampoco era que hubiese recibido muchos regalos, así que incluso con sus padres se sentía extraño recibirlos, también lo ponían incómodo, no sabía qué hacer: ¿debía de dar un beso? ¿Un brazo? ¿Decir gracias simplemente? Hiciese lo que hiciese, sentía que faltaba algo, así que prefería dar a recibir.

Únicamente preparaba regalos para sus padres. Había sido muy popular en el instituto y lo seguía siendo pero realmente no estaban con él porque les cayese bien sino por quienes eran sus padres y ahora por el cargo que ostentaba.

No eran simples alucinaciones o inseguridades, Yon lo había escuchado un año mientras sus supuestos amigos hablaban de él a sus espaldas. Así que una vez acabó el colegio simplemente los ignoró, cortó todos los lazos. Quizá por eso Alan había sido tan interesante, era una novedad que su posición social causase rechazo y no por envidia precisamente. Y aunque todo había empezado como una especie de juego ahora no quería que nunca terminara lo que tenían, cada vez había ido deseando más y más en sus intercambios, de querer provocar miedo, ira y molestia, había pasado a querer ver otras emociones menos conflictivas en sus ojos. Empezó a querer tener una relación más cordial pero con burlas, solo que... daba igual lo que hiciese, Alan siempre se encargaba de romper el molde.

Así que este año iba a regalarle algo a Alan. Sabía que le gustaban las flores y las plantas pero dudaba poder darle algo tan bueno como lo que él hacía, así que estaba descartado. También quería darle algo perteneciente al mundo mágico, quería atraerlo a su mundo no repelerlo así que tendría que ser algo agradable. Pero aunque Yon había recorrido varias tiendas no había encontrado nada, era un poco decepcionante no poder apegarse a los típicos guantes, bufandas o joyería con copos de nieve y árboles de navidad.

Había una multitud congregada que emanaba gritos de júbilo y abucheos ocasionales junto con risas. Al principio Dago pensó que sería algún entretenimiento para niños, eran muy comunes en esta época pero conforme se fue acercando escuchó los sonidos de chispas inequívocas que provenían de un intercambio de hechizos. Eso lo llenó de interés y se acercó, consiguiendo hacerse hueco entre la multitud y divisó justo al otro lado a Alan, con los ojos brillando de interés pero totalmente inexpresivo y concentrado.

«El mundo es un pañuelo», pensó Yon con alegría.

Le hizo un par de señas a Alan pero como estaba tan concentrado viendo el encuentro no lo vio, así que Yon dio toda la vuelta y se reunió con él, poniendo las manos en su espalda y provocando que Alan se estremeciese y gritara.

—Casi me das un infarto.

—Mi especialidad —dijo con una sonrisa—. ¿Te gusta eso?

Ahora había dos niños de unos doce años, intentando aparentar seriedad pero con una sonrisa de emoción.

Alan se encogió de hombros.

—Supongo, es solo que... son muy pequeños para enfrentarse.

—No te preocupes, prácticamente están jugando atrayéndose y empujándose el uno al otro. Y si se producen heridas siempre hay médicos justo... —Empezó a buscar entre la multitud y sonrió— ahí, ves, justo en el cartel ese rojo.

Bajo máscarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora