CAPÍTULO 24

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Alan se paró nerviosamente delante de la botica con la mano de Yon en su hombro dándole apoyo silencioso. No sabía porque se sentía tan nervioso cuando Klein lo sabía todo, pero aunque era absurdo lo hacía. Le hacía sentir desnudo a pesar de ir lo suficientemente abrigado como para ir al polo norte. Aunque Yon siempre le decía que era un exagerado.

—Hola —saludó Alan cuando abrió la puerta.

—Buenos días señor —dijo Yon con una sonrisa.

—Buenos días. Que sorpresa, no esperaba verlos —dijo Klein acercándose a ellos.

—¿Estás ocupado? Nos gustaría hablar contigo.

—¿Algo malo? —preguntó mirándolos alternativamente.

—No, todo lo contrario, ¿cierto? —preguntó Alan mirando a Yon, que había entrelazado sus dedos con los de Alan.

—Cierto.

—Entonces vamos al laboratorio.

Alan observó el cojeo de su ex profesor, todavía sentía que era su culpa pero luego de hablar en profundidad con Yon sobre todo lo que había ocurrido la culpa se había aligerado un poco. Como bien le había dicho, cada uno actúo como pensó que era mejor aunque todos se equivocaran en algo.

Yon tampoco había podido defender tan apasionadamente al gobierno como hubiese hecho anteriormente, tuvo que admitir más que nunca que tenía fallos y que no era perfecto, todavía tenía que hablar con sus padres para mejorar las cosas, aunque tendría que idear primero algo. Sus padres considerarían lo que les dijera si se lo presentaba de forma clara, concisa y con soluciones. Siempre le habían dicho que sin eso, cualquier propuesta, no era más que una queja infantil sin fundamento.

Klein les sirvió su característico té de regaliz y canela que preparaba él mismo con sumo mimo. No era el favorito de ninguno de los dos pero en cierta forma el aroma les transmitía la calma que habían tenido en el despacho del hombre cuando habían estudiado en Nausbord.

—Contadme —dijo Klein tras sorber un poco de su té.

Alan lo imitó pero se quemó la lengua y dejó la taza rápidamente en la mesa de trabajo para diversión de los otros dos.

—Tenías razón —dijo Alan sin más preámbulos.

—No es una noción que desconozca pero ¿en qué en concreto la tuve esta vez? —preguntó Klein.

—Que él —dijo señalando a Yon— lo descubriría. Tardo menos de lo que pensabas apuesto.

—¿Estamos hablando de nuestra última conversación importante? ¿Eso qué dijiste que nunca sabría? —preguntó con suma precaución.

—Sino lo supiera me sentiría ofendido simplemente por esta conversación —dijo Dago.

—Sí, sabe que soy Enzo.

—Vaya, eso es una sorpresa cuanto menos. ¿Y estás de acuerdo con todo eso? —preguntó Klein con suspicacia mientras lo observaba con detenimiento.

—Lo estoy —dijo Yon rápidamente—. Fue difícil al principio pero... le escuché.

—Al menos escuchas a alguien —bufó Klein con una sonrisa—. Y a ti, solo puedo decir te lo dije —dijo mirando a Alan— ¿qué esperabas que fuera a suceder?

—En mi defensa, no esperaba caer en una piscina. Mi pequeño invento es débil con el agua. Te podría decir que afronté todo con temple pero no fue así.

Bajo máscarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora