CAPÍTULO 21

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Después de muchos días lloviendo parecía que finalmente el cielo había decidido dar una tregua. Yon había estado preocupado de que su plan no saliera bien para las vacaciones. Le había costado mucho que Alan cerrase la tienda, pero como ahora tenía más tiempo libre gracias a que había dejado el trabajo en la botica y él que se había ofrecido a ayudarle cuando regresaran lo había conseguido. Yon por su parte había terminado con todo el papeleo importante, era todo bastante monótono y su único caso importante llevaba abierto durante más de cinco años y no parecía que fuera a cambiar pronto. Una lástima que Enzo no se dejara caer por una chimenea como regalo de navidad. Además, parecía el único al que le importaba, sus padres ya hacía como un año que no le preguntaban nada. Su madre le había sugerido cerrar el caso alegando que quizá hubiese muerto realmente y alguien simplemente se llevó su cuerpo, pero Yon se había negado a aceptarlo, sabía que debía estar vivo escondiéndose en alguna parte.

Yon sacudió la cabeza para alejarse de esos pensamientos cuando llegaron a la majestuosa casa que tenían delante.

Había una valla de acero negra casi igual de alta que los arboles que había detrás de ella a los lados. Parte de las ramas colgaban hacia fuera de la propiedad. Desde ahí se podía ver un camino sinuoso de piedras bien cuidado rodeado de un césped verde que a Yon no le importaba si era de verdad o no.

—¿De dónde has sacado este sitio? —preguntó Alan cuando Yon abrió la puerta.

—Tan solo es prestada. Un político quería invitarme por unos negocios que resultaron bien, al parecer quiere congraciarse conmigo —dijo con una sonrisa—. Mi trabajo puede ser una mierda pero a veces tiene sus beneficios.

Siguieron el camino que pese a ser pedregoso no era nada molesto ni se clavaba en los pies.

Alan estaba sorprendido. Miraba en todas direcciones observando lo bien cuidado que estaba todo, se notaba que había sido regado recientemente, olía a tierra húmeda. Alan ignoró la piscina con forma de sirena que estaba justo enfrente de la casa. Había además cuatro tumbonas de color granate a la izquierda, al otro lado del camino por el que iban. La piscina tenía dentro un hinchable con forma de ballena. Era bonita con las escaleras simulando las escamas de la cola, pero nunca le había gustado especialmente el agua. La casa en cambio era de piedra, con una mezcla de ladrillos rojizos y blancos, intercalados a priori sin ningún orden. Era de dos pisos, sin ningún balcón que acompañase los grandes ventanales. La entrada de la casa era de cristal con el marco de acero negro, idéntico al de la valla de la propiedad, justo a la izquierda en el porche había un sofá y dos sillones blancos con una mesa íntegra de cristal en el centro.

—Es preciosa —dijo Alan.

—Sí, debo reconocer que ese estúpido tiene buen gusto al menos.

—¿Solo estamos nosotros? Porque esto es enorme.

—Sí, tenemos libertad para hacer lo que queramos. Quiso dejar a la ama de llaves y a la cocinera, pero lo rechacé, sé que estaríamos más cómodos así.

—Sí, bien pensado.

El interior de la casa también era de piedra, Alan se había esperado encontrar paredes blancas y lisas pero no había sido el caso. En cambio, el mobiliario si era blanco, muy similar al de la entrada. El suelo se notaba que había sido muy cuidado porque pese a ser de parquet estaba muy brillante y no mostraba ralladuras de uso. Dejaron sus cosas en lo que debía ser el salón y buscaron la cocina para comer algo y llevarlo a fuera. A pesar de que habían traído provisiones, la nevera estaba cargada de comestibles tal y como le habían dicho a Yon. Aún así, apenas cogieron algo de canónigos y rúcula para hacerse una ensalada, y unos refrescos. Preferían no abusar de la hospitalidad de ese hombre, aunque con solo observar la apariencia de la casa, Alan sentía que ya lo estaba haciendo.

Bajo máscarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora