CAPÍTULO 8

30 4 0
                                    


Todo estaba preparado. La tarta de tres chocolates con crocante de dulce de leche que Alyssa había encargado. Los vasos azules de papel perfectamente aliados en un mantel liso blanco desechable, los aperitivos repartidos por la mesa de forma equitativa tanto de cosas dulces —gominolas, muffins, cruasans...— como saladas —snacks, queso, jamón serrano, empanadillas...—. El catering había sido un gran acierto esta vez, todo tenía una pinta estupenda. Lo único que fallaba era el local, Edward había mentido, no había reservado el local y Sofie se había enterado hacía unos días cuando fue a hablar con el dueño, todavía seguía furiosa por eso. Así que Sofie había trasladado la fiesta a su propia casa. No era la primera vez, el primer cumpleaños que le organizó a Alan se hizo allí.

Todos los invitados habían llegado. A Sofie no le importaron las protestas que escuchó por parte de Alan, el chico tenía que socializar, incluso Dago Saavedra, su cliente había venido, Sofie estaba extasiada. Había estado deseosa de que Alan tocara el timbre de la puerta y su nana le abriese para poder felicitarle a todo pulmón. Las fiestas de cumpleaños eran al fin y al cabo su día favorito, daba igual de quien fuera siempre que estuviese invitada claro.

Así que cuando Alan entró y apenas se sobresaltó no estuvo satisfecha. Es más, Alan soltó un suspiro de resignación, como si tuviese fiestas todos los días. Y por si fuera poco comentó que ella lo había vuelto a hacer. Pero al final ni siquiera eso le importaba, los invitados estaban disfrutando la comida, la música y la fiesta en general. Sin embargo, Alan nuevamente había ignorado la montaña de regalos que le habían dado. Sofie siempre se molestaba porque los regalos fueran prácticos y había orquestado o más bien, recaudado el dinero para que entre sus amigos le compraran una pulsera de actividad. A ver si así, llevaba un registro de lo que dormía. Tenía que dormir más si quería mantener su belleza. Sino ahora, ya se lo agradecería en unos años.

—¿Hasta qué hora es la fiesta? —preguntó Alyssa jugueteando con la seda de su vestido rosa chicle pomposo.

—Hasta que todos se vayan —dijo Sofie, que no pensaba echar a nadie.

—Así se habla —dijo Deneb ajustándose la pajarita roja.

—Entonces... ¿hasta qué hora os vais a quedar? —insistió—. No puedo irme muy tarde, tengo que estudiar mañana.

—¡Es verano! —dijo Deneb

—Ya, pero me apunté a una academia de inglés y francés, tenía demasiado tiempo libre.

Todos la miraron algo horrorizados, sobre todo cuando ninguno pensaría en gastar sus vacaciones de esa forma y Deneb, recién matriculado en su quinto año, no quería escuchar nada de la universidad durante las vacaciones. Y eso que era su último año en arquitectura.

—No te preocupes Alyssa, puedes irte cuando lo necesites, ni siquiera sé por qué Sofie hizo esta fiesta.

—Para celebrar tu cumpleaños obviamente —dijo Sofie.

—Gracias, estaré un rato más y luego me iré. Pero para el año que viene estaré más —prometió Alyssa con una sonrisa.

—¿Eso no me suena? —preguntó Edward irónicamente.

Alyssa se hizo la sueca, se comió el último bocado de tarta y fue a dejar el plato y la cuchara de papel encima de la mesa.

Sofie observó como Alan no le quitaba los ojos de encima a Dago. Sofie apenas podía contener la sonrisa de su cara, por su cabeza ya pasaban ideas disparatadas, quizá a Alan le gustaba Dago. Si ese fuera el caso ella se conformaría con solo verle una y otra vez. Menuda pareja harían esos dos: tan altos y guapos... la envidia de muchos y muchas. Además, tenían un gusto parecido, ambos habían coincido al usar un traje gris perla y habían prescindido de la corbata. Pero era extraño que no hablasen, en la tienda parecía que había interrumpido algo y no precisamente negocios, quizá necesitaban ayuda para romper el hielo, pero antes de que pudiese hacer nada, rompieron su ensoñación.

Bajo máscarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora