Dago estaba en una comida con el ministro de asuntos exteriores del mundo humano tratando diversos temas relacionados con la educación de los humanos. Al ministro no parecía ser un aspecto que le interesara y mucho menos preocupara, pero él no pensaba de la misma forma. Era la segunda reunión que mantenían y en la que desgraciadamente no llegaban a un acuerdo, no habían avanzado nada. Le daría tan solo una reunión más, sino enviaría a alguien para tomar medidas más drásticas.
Era una ley que esperaba aplicar desde que su familia había ascendido al poder hacía cinco años. Por desgracia, para que las cosas funcionaran debía establecerse un acuerdo con los dirigentes humanos que conocían su mundo, por lo que se había visto obligado a aplazarlo y centrarse en temas más apremiantes, ya que debido a la guerra se había encontrado con una montaña de trabajo para restaurar el orden. Buscar al maldito Enzo, aplastar a la posible resistencia que aún quedara así como reconstruir el daño que había ocurrido en la principal capital del mundo mágico había ocupado la mayoría de su tiempo estos años. Después de cinco años, podía decir que estaba orgulloso de lo que habían conseguido, casi todo estaba yendo por el cauce correcto con apenas resistencia en estos días.
Desvió la mirada con desagrado del hombre que comía delante de él. A pesar de ser ministro, no tenía los mejores modales en la mesa. Sus padres estarían escandalizados como mínimo. Quizá, si las cosas no salieran bien solo tendría que mandar al agente Leopoldo a que se encargara.
Fijó su mirada en el exterior nuevamente. Las flores captaban su atención sin quererlo una y otra vez, tanto que le resultaba molesto. Entrecerró los ojos mirándolas, casi podía captar algo provenientes de ellas aunque de forma muy débil y sutil.
«¿Qué era lo que tenían de especial?», pensó distraídamente mientras golpeaba la mesa con su dedo índice.
—¿No ha sido de su agrado? —preguntó uno de los camareros al retirar su plato.
Se fijó en su plato, comprendiendo lo que había dicho. Lo cierto es que apenas había comido al estar acompañado del estúpido ministro, verlo comer le había cerrado el estómago.
—Todo estaba bien. No obstante, me gustaría hablar con el director de este restaurante.
El camarero abrió los ojos, totalmente sorprendido y se podía leer en su cara preocupación así como confusión.
—Si le he ofendido de alguna forma, no era mi intención —dijo rápidamente.
Dago era consciente de la mirada fija del ministro de exteriores.
—No es eso, deseo tratar unos asuntos con él —contestó calmadamente, tratando de controlar su aura que empezaba a manifestarse en pequeñas oleadas por tener que conservar su paciencia.
—Me temo que no tengo forma de contactar con el director, no suele estar presente.
—¿Dónde está su encargado entonces? —preguntó al confundido camarero mientras se levantaba.
En este punto su magia se estaba desbordado, podía sentir el miedo que emanaba del hombre que tenía delante. Vio como tragó saliva. Finalmente le hizo un gesto para que le siguiera, guiándolo hacía la recepción del restaurante.
—Ministro, espero que piense positivamente en la oferta que le hice y le transmita mis más sinceras intenciones al resto del consejo —dijo al llegar a la recepción estrechando su mano.
—Si, si, no dude que lo haré.
Mentiroso.
Se acercó al mostrador donde estaba el camarero con el que supuso que sería su encargado.
—Mikel, este señor desea hablar con el director —dijo recibiendo una mirada reprobatoria de su superior—. Le he dicho que no está disponible e insiste en hablar contigo —añadió apresuradamente. Cuando Mikel le hizo un gesto con la cabeza para que se fuera no dudó en hacerlo.
—Bien, ¿en que puedo ayudarle señor...?
—Dago Saavedra —dijo sin intentar ocultar la molestia en su voz—. Como ya dije, quiero hablar con el director.
—Y como estoy seguro de haber escuchado, mi compañero ya le ha informado que no es posible —dijo cruzándose de brazos.
—En ese caso, póngame en contacto con el encargado de exteriores o de decoración —dijo con voz fría mientras emitía un pulso de magia para intimidar al hombre.
—S-si me dice cual es el problema o que es lo que desea, quizá pueda ayudarle. Entienda que no puedo molestar a mis superiores sin saber lo que ocurre primero.
—Las flores —siseó.
—¿Disculpe? —preguntó claramente confundido.
—De.Quien.Son.Esas.Flores —dijo reuniendo el último resquicio de paciencia que le quedaba. Si no recibía una respuesta adecuada esta vez iba a controlar al hombre.
—Oh —dijo pestañeando un par de veces—, las flores las suministra una floristería cercana.
—Concierta una reunión con el dueño para mañana a las dos en punto de la tarde —dijo dándose media vuelta.
—Señor Saavedra —llamó Mikel apresuradamente—, no sé si podrá asistir, dejé que hable con él primero.
—Tu trabajo es conseguirlo —dijo con voz fría.
Observó como el camarero de antes corría cuando se iba para hablar con su pálido encargado. El restaurante podría ser lo que fuera, pero el personal era terriblemente corto de miras. Tratar con humanos siempre hacía que se pusiera del peor estado de ánimo. Entre magos todo era más fácil, no sabía porque sus padres se empeñaban en que se relacionase más con los humanos.
Mañana ya averiguaría porque le molestaban tanto esas burdas plantas.
Tendría que liberar la tensión esta noche pensó con una sonrisa adornando su rostro.
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Bajo máscaras
Ficção AdolescenteFINALISTA DE LOS WATTYS 2023 Alan Márquez, anteriormente conocido como Enzo Serra o sucesor del bando oscuro, huyó del mundo mágico al mundo humano cuando se le dio por muerto. Tras cinco años del final de la guerra nadie conoce su paradero y contin...