CAPÍTULO 17

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—Sofie, ¿puedo pasar?

—Son las once de la noche —dijo en pijama— ¿cómo has llegado hasta aquí?

—Emm... pedí un taxi. O quizá deba irme, a tu padre no creo que le perezca buena idea que yo... Volveré por la mañana —dijo dándose la vuelta.

—Está bien, entra, mi padre está fuera por un viaje de negocios de todas formas. Y aún así, sabe que eres suficientemente gay como para quedarte en mi casa.

Alan se atragantó con su saliva y escupió:

—¿Qué?

—Oh, vamos, mi padre habla tanto de ti que tuve que decírselo, no podía dejarle que se hiciera esperanzas y no, no tiene problemas con tu sexualidad. Bueno, aparte de que nunca serás para mí claro —dijo entre risas.

Sofie los llevó hasta el sofá de su sala de estar y de los cajones que había justo debajo de la televisión no sacó DVDs ni nada por el estilo sino un montón de snacks hasta llenar la mesa.

—Puedo hacer palomitas si lo prefieres —dijo mirando la mesa.

—No, está bien yo... no tengo hambre en realidad.

Y era cierto, tenía el estómago hecho un nudo, dudaba de que pudiese tragar algo. Sofie pareció notarlo porque no insistió, se fue en silencio a la cocina y regresó con dos vasos de agua. Le tendió uno y apoyó el suyo en la mesita de cristal que tenían delante, cogiendo un paquete de papas al azar. Se dejó caer al sofá de golpe y lanzó sus zapatillas hacia delante, cogió el mando de la televisión de cincuenta pulgadas y puso un programa de variedades que Alan nunca se había dignado a ver. Pero de alguna forma miró la televisión sin verla realmente y sorbió un poco de agua.

—Soy toda oídos —dijo Sofie cuando pareció claro que Alan no iba a decir nada.

El nerviosismo que parecía haberse disipado como si Alan hubiese estrado en algún tipo de shock reapareció con toda su fuerza, escalando por su cuerpo en forma de hormigueos. La mano que sostenía el agua comenzó a temblar y dejó el vaso en la mesa con un repiqueteo.

Sofie cogió sus manos y las sujetó entre las suyas.

—Oye, ¿estás bien? No te ha pasado nada, ¿no? Puedo llamar a un medico si necesitas ayuda.

—No, estoy bien —dijo intentando infundir seguridad a su voz—. No estoy herido.

Sofie soltó un suspiro de alivio que resonó por la habitación.

—Siento haberte preocupado.

—No es nada, estás bien, así que no importa. Solo dime que ocurre.

Alan había más o menos ensayado lo que quería decirle o como quería explicárselo más bien pero por mucho que abría la boca las palabras no salían ante los ojos expectantes de su amiga. Al final acabó empezando justo por el final, desbaratando todo, irónicamente reflejaba muy bien su interior: todo desordenado y confuso, alegre y paranoico.

—Dago me besó.

Sofie soltó un chillido de emoción que contrarrestaba con todo lo que él sentía.

—¡Eso es estupendo! Dime que le devolviste el beso, lo hiciste, ¿no?

Alan asintió.

—Y lo besé luego otra vez.

—Entonces, ¿te gusta? ¿Tenía razón?

—Si, me gusta, más de lo que pensaba y ese es el problema.

Bajo máscarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora