CAPÍTULO 23

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Para Yon era extraño hasta el punto de ser surrealista el tener a Enzo acostado y durmiendo plácidamente a su lado como un angelito. Era difícil reconciliar todo lo que había creído de él, lo que había conocido estos meses, lo que le había contado y esta imagen de ahora. En todas esas concepciones de Enzo había algo de verdad. Su madre le había dicho que tendía a sobreanalizar las cosas y era verdad, aún cuando había tomado una decisión y estaba conforme con ella, porque era ineludible que amaba a Enzo. Aún así, seguía pensando en todo.

A sus padres no les gustaría que saliera con él, lo sabía porque le pidieron que no se acercara a él por ser una mala influencia. El problema... es que no lo había sido, se habían equivocado con él, lo habían juzgado mal y no le habían dado una oportunidad. Eso lo entendía, al igual que entendía que eso no lo exculpaba todo. Enzo había cometido crímenes, pero también los había cometido su propio lado y... aunque lo justificaban por el bien mayor o que el medio justica los fines, al final, lo mismo se podía aplicar a su novio. Si una cosa se había dejado impune, a Enzo se le debería dejar de la misma forma. Además, Enzo ya había sufrido lo suficiente, no solo porque lo habían cazado sino porque... él mismo ya se había torturado lo suficiente.

Algunas veces que se había quedado en su casa por las noches lo había visto tener pesadillas. Alan siempre le había sonreído y le había dicho que los malos sueños los tenía cualquiera pero ahora sabía con total seguridad de que versaban aunque él no se lo hubiese dicho. En todo el gran tablero de ajedrez que el mundo era, Enzo había sido tan solo una víctima, un peón camuflado de alfil pero tan solo un peón. Que todavía quedase toda esa bondad y cariño en Enzo, cuando apenas se lo habían ofrecido en su vida era algo que amaba y entristecía en partes iguales. Yon no hubiese querido estar en su lugar.

Yon fue sacado de sus pensamientos por el movimiento de Enzo, restregándose los ojos a la vez que se estiraba perezosamente.

—Buenos días, Enzo —dijo mirándole con la cabeza apoyada en la almohada.

—Buenos días —dijo Alan con el ceño fruncido—. ¿Me has llamado Enzo?

—Si —dijo algo avergonzado.

—Hmm... prefiero Alan. Hace tiempo que dejé a Enzo atrás, ¿sabes? Alan es... lo que he construido yo mismo.

—Está bien —dijo acariciando su mejilla—. Te quiero.

—Yo también —devolvió con una sonrisa.

Yon bostezó acaparando la atención de Alan y pegándoselo.

—¿No has dormido mucho? Son las doce dijo mirando el reloj de la mesita —dijo Alan, sorprendiéndose de lo tarde que era.

—No, tenía mucho en lo que pensar.

—Debía ser una historia emocionalmente desgarradora.

—¿Cómo puedes bromear sobre eso?

—Como es mi vida se suponía que podía.

—Idiota.

—Bastardo —devolvió pegándole una patada debajo de las sábanas.

—Al menos sé que no me equivocaba en algo —dijo Yon con una sonrisa ladeada.

—¿Y eso sería...?

—Tú. Les dije a mis padres cuando desapareciste que si había alguien que podía encontrarte ese era yo. Me había dado prácticamente por vencido estos meses pero ya te había encontrado sin saberlo.

Bajo máscarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora