XIII

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Immanuel sostenía su espada por el mango, pero aún no la había desenvainado, tenía pensamientos contrariados.

— Después de todo tengo sentimientos, ¿no? — habla en voz alta a la nada —, creí que solo Gabriel podía tener sentimientos debido a su descendencia humana — Immanuel esboza una sonrisa que parecía más una mueca y aparta su mano de la espada. Vuelve a dedicarle una última mirada a Anika y decide marcharse. Cuando da media vuelta, ella lo llama.

— Immanuel — habla con voz pesada —, ¿eres tú, verdad? — Immanuel se gira y va hacia ella para ayudarle a incorporarse en la cama.

— Es un alivio que hayas despertado, llevabas días inconsciente. Llamaré a Gabriel — Immanuel habla con prisa, Anika no entendía el motivo de su afán. Immanuel sale de la habitación con la excusa de buscar a Gabriel, sabía que se había ido del lugar, así que no tenía caso buscarlo por la ciudad, simplemente quería tomar aire.

Anika se queda en la habitación desolada, y piensa en su madre, debería buscarla, ¿qué había pasado con ella y el templo? El día en que regresó a su casa, los hermanos Václav habían tomado el poder sobre el templo, y no había rastros de Rahel por ningún lado. Tendría que ir a buscarla pronto, pero Immanuel le había dicho que llevaba días inconsciente, eso era mala señal.

Se pone de pie con dificultad, y toma su sudadera que estaba sobre la encimera. Mira sus brazos y los ve repletos de vendas, aquella noche había luchado hasta casi morir, pudo salvarse gracias a Gabriel.

Gabriel, ese era otro problema, más adelante tendría que hablar con él, primero debía regresar a su casa.

Sale de la ciudad abandonada y se transporta hasta el templo, eso le quita bastante energía ya que estaba muy débil, y estuvo a punto de perder de nuevo el conocimiento. La puerta principal del templo se mantenía en pie, camina con miedo de encontrar lo que haya al otro lado de la puerta. Anika posa las palmas de su manos sobre la madera de las puertas y las empuja con suavidad.

Al otro lado se encuentra con un panorama desolador, todo estaba en ruinas, todo había quedado en cenizas, el jardín, el gran templo, su casa...

¿Dónde estaría su madre? Debía encontrarla, ¿ahora qué iba a hacer?






— ¿Por qué quieres encontrarte con Ujarak ahora? — Rahel y Channah iban en caballos, recorriendo una montaña que se encontraba bastante alejada de la ciudad. Atravesaban un frondoso bosque, pero Rahel conocía a la perfección el camino.

— Él es el único que puede hacerlo — responde Rahel con una sonrisa macabra en su rostro.

— Sabes que no me gusta enredarme con demonios — Channah parecía estar en contra de los planes de Rahel.

— Pronto será luna llena, y debo estar segura de que las cosas funcionarán. La cima de la montaña, luna llena, mi hija, y sangre de la misma, es lo que necesito — Rahel memorizaba a la perfección los pasos a seguir —. Y Ujarak es el que único con suficiente poder para lograrlo... y que me pueda ayudar.

Cuando están apunto de llegar a la cima de la montaña, Rahel toma un desvío y llegan a la entrada de una gran cueva. Allí era donde residía Ujarak. Cuando pretendían entrar, son tomadas prisioneras por un par de demonios, seguro eran lacayos de Ujarak. Rahel no ejerce la mínima fuerza porque lo que necesitaba era encontrarse con Ujarak, y seguro esos demonios la llevarían con él.

Son conducidas dentro, donde llegan a un lugar más profundo de la cueva y allí se encuentran con Ujarak, quien estaba sentado en su silla de trono. Rahel podía verlo postrado en su trono desde abajo de las escalas que lo conducían hacia él.

El destino de Anika ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora