XI

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— ¿Sucede algo? ¿Por qué la cara de consternación? — Gabriel le pregunta a Immanuel, el cual no tenía buen aspecto —. ¿Qué? ¿Asta Hong está aquí?

— Algo sucede en la casa de Anika — Immanuel habla con el ceño fruncido —. No sé cómo dieron con su ubicación.

— ¿Quiénes?

— Los hermanos Václav — responde —. La pobre ha estado luchando con innumerables demonios, no entiendo cuál es el plan de los hermanos — Immanuel niega con la cabeza —. Creo que esta vez la tiene complicada para librarse.

— ¿Y...? ¿Entonces nos quedamos de brazos cruzados?

— ¿Entonces pretendes que la ayudemos? ¡No me hagas reír, Gabriel! ¿Cuántos años tienes? ¿Dos mil? Si corremos a salvarla como lacayos de la chica, nos acusarán de traición, creo que sabes muy bien las consecuencias de ello — Immanuel lo escruta con la mirada —. ¡Respóndeme!

— ¡Lo sé! ¡Lo sé! — Gabriel pasa su mano por su cabello y da un suspiro largo —. Maldición — masculla.

— ¿De verdad arriesgarías todo por una chica de 20 años? — Immanuel empezaba a sacarle de quicio, en primer lugar, ¿por qué había ido a decírselo si estaba en contra de ayudarla? Hubiera dejado las cosas como estaban y no haberle dicho absolutamente nada.

— ¡¿Qué mierda querés de mí?! ¡¿Por qué me sacas de mis cabales?! — estalla Gabriel.

— Lo siento, lo siento, no debí decírtelo — Immanuel intenta calmarlo, pero es en vano.

— Qué me importan las consecuencias ahora, ¡carajo! Voy a ayudarla.

— Piénsalo bien, te vas a arrepentir, ¿o tus sentimientos realmente son tan fuertes?... ¿la... amas?

— Sí — una sola palabra podía cambiar todo, a este punto Immanuel no intentaría detenerlo, había sucedido una vez con la diosa Lahja, no había nadie en el mundo que lo hicieran cambiar de parecer; su terquedad por sus sentimientos era inquebrantable. Ahora se repetía la misma historia con Anika, y no esperaba que resultara algo bueno de ello.


Anika había perdido la percepción del tiempo, no sabía a cuántos demonios había asesinado, pero estos seguían apareciendo. Al final se las había arreglado con el cuchillo, no sabía de dónde provenía su gran cantidad de poder, pero si no fuera por él, ya habría muerto hace rato.

Su rostro y extremidades estaban repletos de sangre, no le importaba, su deseo por sobrevivir era su prioridad ahora, asesinaría a quien se le cruzara de frente.

Anika siente un fuerte dolor en el costado de su espalda, alguien le había atravesado con algo, era un flecha. Se gira pero no sabe de dónde proviene la flecha; inmediatamente vuelve a sentir un fuerte dolor en su espalda, de nuevo, otra flecha. Anika se deja caer sobre sus rodillas, este será su último aliento, parece saberlo. Va a caer al lado de todos estos cuerpos amontonados, los mismos que ella había asesinado.

Otra flecha va en dirección a su corazón, ya no tiene fuerzas para esquivarla, pero antes de que pueda impactarle, ve un destello de una espada que la detiene, Anika levanta su mirada hacia su salvador, pero no puede reconocerlo porque este lleva una capucha encima.

— ¿Quién demonios es ese? — habla el hermano con furia que supervisaban todo desde una distancia prudente —. ¿Por qué se entromete en nuestros planes? ¡Ve a deshacerte de él! — le ordena a su hermana.

— Imbécil, siempre debo hacer el trabajo sucio — murmura ella entre dientes mientras recoge las espadas que tenía a sus pies.

La hermana Václav se enfrenta al hombre misterioso que había aparecido para salvar a Anika. Lleva puesta la capucha y también tenía una bufanda encima, lo que impedía verle el rostro completo, solo se divisaban sus ojos, unos ojos de un azul profundo.

El destino de Anika ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora