XXIX

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Anika había planeado infiltrarse en el palacio de Asta Roth, no sabía qué tan bien saldría su plan, pero debía intentarlo. Por el bien de ella, por el bien de Gabriel.

Hoy llevaría a cabo su plan, justamente hoy en la noche, los demonios se reunirían con Asta Roth en su palacio. No tenía idea de lo que se trataba, pero era una gran oportunidad para ella.

Anika toma su túnica negra y se la pone encima, acomoda la capucha y la solapa, y sale de la cabaña. Había conseguido la túnica en el templo, de alguna manera había logrado que un demonio de bajo rango se la diera, lo de la reunión, también la información la obtuvo de él.

Mientras se iba acercando cada vez más al palacio de Asta Roth, en el camino se encontró con varios demonios. Lo sabía porque podía sentir la esencia de ellos. Este pueblo estaba infestado de ellos.

Anika llega al frente del castillo y ve como los demás van ingresando, todos con su túnica negra. Anika agacha su mirada y camina en dirección recta. Esperaba que nadie se fijara en ella, y lo más importante, esperaba que nadie le reconociera.

Ya dentro, solo sigue a los demás. Anika llega a un pequeño salón iluminado por antorchas, todo parecía tan medieval que no puede evitar soltar una risa. Rápidamente se cubre la boca y mira con disimulo si alguien lo había notado, pero todos se veían bastante consternados, ¿qué les podía preocupar a unos demonios?

En el salón había un pasadizo con unas escaleras que llevaban hacia un sótano. Anika baja innumerables escalones hasta llegar a una amplia habitación, repleta de asientos, y en la parte de adelante, tres escalones más alto que donde Anika estaba de pie, había una silla, que representaba el trono de Asta Roth. Anika siente un escalofrío y se ubica rápidamente en uno de los asientos más alejados del trono, donde casi ni se alcanzaba a ver. Hoy tomaría la vida del rey de los demonios, y no podía permitirse sentirse nerviosa, cualquier movimiento en falso y sería ella la que terminaría siendo asesinada.

Poco a poco, el lugar se fue llenando. Anika pensó absurdamente en la gran cantidad de demonios que convivían en el mismo mundo que ella, y en los que faltaban en este lugar... Gabriel, Immanuel, su padre...

Luego de que el lugar estuviera casi a rebosar de demonios, Asta Roth aparece acompañado de otros dos demonios, y se ubica en su asiento. Los otros dos demonios se ubican a ambos lados del trono.

Asta Roth se pone de pie y el lugar es  sumido por un silencio sepulcral. 

― Sé que estamos pasando por un momento crítico ― habla Asta Roth, y los demonios asienten. Anika sentía tanta curiosidad por saber qué era lo que pasaba, ¿acaso su padre por fin le había declarado la guerra? No, no podía ser eso ―. Alguien con poderes divinos está asesinando a nuestros camaradas más débiles, ya han muerto cientos de jóvenes demonios y no hemos podido encontrar al causante ― el lugar se llena de exclamaciones de desprecio. Anika no podía imaginar quién haría tal cosa, ¿un hechicero? Pero Zacarias le había dicho que los demonios habían exterminado por completo su raza. Ahora comprendía por qué estaban tan inquietos y consternados, así de que esto se trataba ―. ¡No se preocupen mis camaradas! ― Asta Roth levanta la voz en medio de todo el barullo, y el silencio vuelve a hacerse en medio de todos ―. Estoy aquí para demostrar que soy el rey de los demonios ― Asta Roth extiende los brazos y Anika hace una mueca de desaprobación. 

Asta Roth baja del lugar y empieza a caminar en medio de todos los demonios, parecía que tenía claro a dónde se dirigía. Todo el salón lo observaba estupefacto.

Finalmente Asta Roth se detiene en la fila donde sen encontraba Anika, ella mantiene la mirada fija hacia el suelo. No podía haberla notado, todo este tiempo estaba segura que su esencia fue la demoníaca, si no, ya algún demonio habría saltado; así que no se pondría nerviosa.

El destino de Anika ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora