XXX - Último capítulo

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Gabriel logra salir desapercibido de la cueva de Ujarak, baja la pendiente de la montaña lo más rápido posible. Al llegar al pie decide transportarse a las afueras de la ciudad, no era que pudiese transportarse una gran distancia, era lo más que podía hacer. 

Ya dentro de la ciudad se dirige a su apartamento. De alguna manera, cuando estuvo encarcelado, le habían arrebatado su espada, al menos había mantenido la espada de su padre Asta Bael oculta; y había llegado el momento de usarla.

Camina con prisa entre la multitud, cuando se choca con alguien, una chica.

— ¡Gabriel! — exclama la chica sorprendida. Gabriel le presta más atención y entonces reconoce a Asta Mot —. ¿Qué... te pasa? Estás diferente.

— ¿Venías a buscarme? — pregunta Gabriel sin interés.

— Estás raro, ¿qué te sucedió? — Asta Mot mira fijamente los ojos de Gabriel, podía sentir que algo no estaba bien. Sus ojos habían cambiado, su aura demoníaca era más fuerte, parecía que su esencia humana desapareció por completo. Ahora Asta Mot veía la viva imagen de su padre, el rey de demonio que en su época fue tan temido. 

— No tengo tiempo, Asta Mot, tengo cosas que hacer — Gabriel se gira, pero ella le detiene agarrando su brazo, Gabriel se vuelve con una mirada enojada.

— Espera, ¿sabes dónde está Anika? Creo que Asta Roth la capturó...

— Ya lo sé — le corta Gabriel de mala gana —. Voy a salvarla, no importa si tengo que asesinarlo. Espero que no te interpongas en mi camino, hermana — Asta Mot se queda en silencio, era la primera vez que le llamaba hermana, y no parecía ser una buena señal —. No me detengas.

— No lo haré, Gabriel — responde ella mirándolo fijamente —. Pero respóndeme una cosa, ¿tú asesinaste a Asta Hong?

— ¿Está muerto? Parece que le llegó el karma — responde Gabriel con desdén.

— Entonces no fuiste tú... Aún no sabemos con certeza si está muerto. Asta Roth me envió a buscarlo, lleva desparecido más de una semana, y su casa era un completo cementerio de demonios, ¿fue Anika, entonces? — Asta Mot divagaba en sus pensamientos, y Gabriel le miraba con impaciencia —. Si es así, Anika demostró ser la diosa que esperábamos, se enfrentó a Asta Hong y tuvieron un duelo equitativo... — antes de que Asta Mot pudiera seguir hablando, Gabriel le agarraba por el cuello —. ¿Qué haces? ¡Suéltame! — dice ella con voz entre cortada.

— ¿Asta Roth te envió para que me distrajeras? — Gabriel suelta a Asta Mot y esta tose para recuperar el aliento. Gabriel le mira un instante más, y se da la vuelta para seguir con su trayecto.

Al llegar a su apartamento, Gabriel se dirige hacia la habitación, abre un armario que estaba en una esquina del lugar. Allí mira hacia abajo y ve una caja larga, la cual contenía la espada de su padre.

Luego de que Asta Bael hubiese muerto, Gabriel raptó la espada, creando un completo caos entre sus hermanos, quienes querían hacerse con ella; pero nunca nadie le descubrió, y ahora estaba apunto de usarla.

Gabriel toma la espada por el mango y sale de inmediato para dirigirse al castillo de Asta Roth.
















Anika ya ni sentía sus extremidades, no podía sentir que se movía. No sabía cuántos días había pasado así atada a las cadenas, porque al lugar no entraba ni un rayo de luz.

Sus párpados le pesaban y le costaba abrir los ojos. Todo su cuerpo estaba pegotado por la sangre que se había secado, su propia sangre.

Asta Roth estos días se había encargado de torturarlo tratando de sacarle información de qué le había sucedido a Asta Hong y dónde estaba su madre. Anika le había dicho lo que sabía, pero aún así él insistía en que ella sabía algo más y no la había dejado en libertad.

El destino de Anika ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora