XXVII

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Anika había perdido la noción del tiempo y no sabía cuánto tiempo llevaba cabalgando, así que decide tomar un descanso en cuanto ve un río cerca. Se baja del caballo y se acerca al río, allí se queda mirando su reflejo en él y luego se pone cuclillas para beber un poco de agua.

Tampoco era que pudiera descansar por mucho rato, debía llegar donde Asta Hong lo más pronto posible.

Anika se sentía inquieta, no sabía si lograría vencer a Asta Hong, tal ver perdiera la vida allí, y no había podido despedirse de Gabriel antes de venir hasta aquí. Pero estaba segura de que su padre le diría más adelante lo que había sucedido. Anika suspira y decide tomar una corta siesta.

Cuando Anika despierta, el sol ya empezaba a ponerse, si partía de inmediato, era probable que estuviera llegando donde Asta Hong a medio día, así que piensa que es lo más oportuno. Se pone de pie y se acerca a su caballo para montarlo de nuevo.

Luego de cabalgar por un día, Anika por fin llega a su destino. Se encontraba a las afueras del castillo de Asta Hong. Anika piensa en cómo podía haber un único rey de los demonios, si los habían demasiados con delirios de realeza, también su padre era uno de esos. Pero ahora no era momento para pensar en ello, además, no era de su importancia un mundo al que no pertenecía. No importaba que llevara la sangre de uno de los demonios más poderosos y fuertes de la raza, eso nunca le quitaría su descendencia divina, y nunca sería aceptada entre los demonios.

Anika deja el caballo atado un poco más alejado del lugar, luego ella se acerca de nuevo y se escabulle entre los arbustos. Ahora mismo escondía su esencia para que nadie notara su presencia, pero solo podía mantenerlo por unos cuantos minutos, así que debía aprovechar al máximo este tiempo para entrar al castillo.

Parecía que no había nadie en los alrededores, entonces Anika aprovecha para ingresar en el castillo, después de todo decide hacerlo lo más vistoso posible.

Anika toma su espada en un lado, y con la otra mano sostenía unas cadenas ligeras. De alguna u otra forma, recordaba a la perfección las técnicas de los hermanos Vacláv, y ahora ella las había copiado y las había podido manejar a su disposición.

 Anika se pone de pie delante del gran portón. No iba a tener piedad con ellos, también entraría de la mimas manera en que los demonios ingresaron a su casa: destruyéndolo todo.

Anika aprieta con fuerza las cadenas y empuja las puertas de una patada, dejándole ver el interior. Anika se encuentra con el vestíbulo del lugar, una sala amplia se abría ante sus ojos, la que estaba sumergida en la oscuridad. Más allá se extendía un corredor que estaba completamente vacío, y al final de este, Anika cree divisar otra puerta. A ambos costados había una escalera que conducía al segundo piso. Unos cuantos demonios que habían al otro lado de las puertas le observan perplejos, pero de inmediato estos reaccionan al notar la presencia divina de Anika. Los demonios que se encontraban allí desenvainan sus espadas y se ponen en posición para atacar.

— ¡Avísale al señor! — le grita uno de los demonios a otro, pero antes de que este pudiese darse vuelta para salir corriendo, Anika había desprendido sus cadenas y le había enganchado uno de sus pies y lo derribó al suelo. La espada del demonio cayó a un lado haciendo bastante ruido. Anika se llega de un salto al demonio que había tumbado y lo agarra del cuello, este forcejeaba para librarse.

Los demás demonios parecían demasiado desconcertados debido a la rapidez y agilidad con la que se movía Anika. 

Para intentar ayudar a su compañero, otro demonio intenta acercársele con su espada empuñada. Anika levanta las cadenas y rodea la espada de este arrebatándosela de la mano. La espada ahora se movía en dirección hacia el demonio que sostenía Anika. Entonces, el demonio cae inconsciente debido a la espada que atravesaba su cuerpo. Los demonios ahogan una exclamación de terror.

El destino de Anika ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora