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— ¿Entonces qué harás con ella? — Immanuel mira a Gabriel de forma inquisidora. Gabriel se saca el cigarrillo de la boca y lo tira al suelo.

— Su muerte sería una garantía para mí, sabes que Asta Hong está detrás de mí para asesinarme, si fuera yo quien liquidara a la diosa, podría garantizar mi buena vida por medio de Asta Roth — Gabriel se pone de pie y le da la espalda a Immanuel.

— ¿Estás seguro de que no te vaya a traicionar? — Immanuel mira a Gabriel —. Asta Roth tal vez podría usarlo como una oportunidad para deshacerte de ti.

— No pierdo nada en intentarlo, además si los demonios están tan animados buscando a Anika, debe ser cierto.

— ¿De verdad vas a matarla? — Immanuel posa su mano sobre el hombro de Gabriel, este seguía dándole la espalda —. Creí que sentías algo...

— No me hables de sentimientos, ¿en serio crees que un demonio puede amar? — Gabriel se gira y le aparta la mano con brusquedad —. ¡Es una tontería!

— ¿Por qué con Lahja fue diferente? — Gabriel se queda callado, no tenía respuestas para ello, ¿por qué fue diferente? ¿Con Anika no sentía la misma sensación que tuvo con ella? Pero hace unos instantes pensó en asesinarla. Gabriel le dedica una mirada de furia y camina hasta donde se encontraba Anika reposando. Estaba tendida sobre una cama, con su piel pálida y cabello completamente negro, ahí tendida se podía apreciar su grande belleza. Desde la primera vez que la vio, Gabriel quedó impresionado por su apariencia, pero ella parecía no notarlo, no se daba cuenta de su propia belleza.

Gabriel se ubica en una silla frente a ella y se le queda observando.




Anika se encontraba de pie delante de Gabriel, aún estaban en el bar, y la chica rubia y la pelirroja estaban al lado de él. Los tres le miraba con una gran sonrisa en su rostro; se estaban burlando de ella, de su incredulidad.

— Qué fácil caíste por un demonio, fue demasiado sencillo hacer que confiaras en mí — Gabriel suelta una carcajada y luego da unos pasos hasta quedar cerca de ella, la agarra del cuello y a Anika se le dificulta respirar, cree que va a morir allí mismo, como la descendiente que se dejó engañar por un demonio, era humillante.

Anika abre los ojos de golpe, solo fue un mal sueño; se tarda un poco en adaptarse a la oscuridad pero se da cuenta de que está en un lugar completamente desconocido, ¿dónde estaba? Mientras intenta incorporarse, reconoce una silueta en la oscuridad, había alguien más allí. Anika se queda paralizada.

— ¿Estás bien? — le pregunta, la silueta se pone de pie y avanza hacia ella; Anika ya le había reconocido cuando habló, se trataba del idiota de Gabriel.

— No te importa — responde ella de mal humor —. ¿Me tienes de rehén? ¿Por qué no me asesinaste de una maldita vez? ¿Acaso quieres torturarme por lo que te hizo mi madre?

— No caería tan bajo — Gabriel no necesita luz para ver claramente el rostro de Anika, su expresión mostraba bastante enojo.

— Eso es bueno — Anika se pone de pie —, ¿dónde está la puerta?

— ¿A dónde vas? Creo que deberías descansar un poco más antes de marcharte — Anika se posa delante de él y le da una bofetada, esto desconcierta por completo a Gabriel.

— Imbécil, ¿pretendes preocuparte por mí? ¡Ja! Hace unos instantes ibas a matarme, ¿qué te detuvo? ¿por qué no lo haces ahora? — Anika pronuncia las palabras con desesperación.

— Lo siento — dice él mirándola a los ojos.

— No quiero tus disculpas — le habla con desagrado, por fin divisa la puerta y da grandes zancadas para alcanzarla. Al tomar el pomo, Gabriel estaba ahí impidiéndole salir.

El destino de Anika ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora