— Espero que no te arrepientas pronto, Gabriel — Immanuel habla cuando ve a Gabriel llegar con Anika en sus brazos —. Eres muy descuidado — Immanuel lo reta con la mirada, pero a Gabriel no parece importarle, avanza con Anika en sus brazos y la deja en una cama.
— Quiero pedirte un favor, Immanuel — Gabriel habla con su mirada fija en ella —, ¿puedes sanarla? — esta vez lo mira, Immanuel parece desilusionado, pero accede al pedido de Gabriel.
Anika no dejaba de quejarse, cada que Immanuel le tocaba una herida ella soltaba un gemido.
— La estás lastimando — le espeta Gabriel.
— Hazlo tú — Immanuel no estaba de humor, le dedica una mirada furiosa a Gabriel y él se queda callado —. Tenemos que hablar — le dice cuando ha terminado de atender las heridas de Anika, ella se había quedado completamente dormida. Gabriel le dedica una última mirada y sale detrás de Immanuel. Después de todo no era Lahja la que controlaba a Anika, era una esperanza falsa. Estaba seguro que Immanuel conocería algo acerca de esa diosa llamada Megumi, debía preguntarle.
— ¿De qué quieres hablar? — dice Gabriel de mala gana mientras saca un cigarrillo del bolsillo de su chaqueta.
— Deberías dejarlo aquí, estuviste apunto de revelar tu identidad por una chiquilla, parece que no aprendiste nada con lo que sucedió con Lahja, ¿vas a repetir la historia?
— No voy a repetir ninguna maldita historia — responde él.
— Entonces me harás caso y te olvidarás de ella — Gabriel responde con una risa amarga —. No hay poder en la tierra que te haga cambiar de parecer, ¿verdad? — Immanuel suelta un suspiro.
— ¿Por qué te preocupas tanto por mí? — pregunta Gabriel con sonrisa fingida.
— No lo hago porque me agrades, ni mucho menos, es solo que estoy en deuda con tu madre — Gabriel abre los ojos, ¿cómo era que Immanuel conocía a su madre? Hace tantos años que había muerto que ya se le olvidaba de que alguna vez existió, además, Gabriel odiaba hablar sobre ella.
— No vuelvas a mencionar a mi madre nunca más — dice Gabriel con tono sombrío, tira el cigarrillo al suelo, y regresa con Anika. Allí dentro recuerda que no le preguntó nada sobre la Diosa Megumi, todo porque el idiota de Immanuel mencionó a su madre, lo había desorientado, así que se le olvidó preguntarle sobre aquella diosa rencorosa.
Gabriel sale de su habitación y va en busca de Immanuel, ¿dónde carajos podía estar?, ¿se había ido de la ciudad? Gabriel niega con la cabeza, no tenía caso, en otra ocasión le preguntaría.
— ¿Acaso me buscabas? — Immanuel había aparecido tras él, no entendía cómo era que aparecía cada vez que lo necesitaba.
— Quería consultarte algo — dice él sin rodeos, Immanuel levanta una ceja en forma de curiosidad, era la primera vez que Gabriel recurría a su ayuda y parecía divertido —. ¿Sabes quién es la Diosa Megumi? — el rostro de Immanuel se torna serio.
— ¿Cómo sabes acerca de ella? — Gabriel no podía decirle que aquella diosa era quien tomaba control sobre Anika, estaba seguro que sabiendo eso, Immanuel haría hasta lo imposible por alejarlos.
— Estuve indagando un poco, y vi su nombre por ahí, parecía importante — Gabriel miente.
— ¿Importante? — Immanuel se ríe —. ¡Por supuesto que lo era! Casi extingue a nuestra raza.
— ¿Cómo? — Gabriel parece desconcertado.
— Seguro debes haber leído que la Diosa Megumi era la descendiente directa de la gran Diosa Anika, así que era su hija. Los demonios de antes estaban repletos de maldad, ¿sabes? A pesar de que sabían que Anika no tenía ya poderes, debido al nacimiento de su hija, la llevaron a una trampa y allí la asesinaron sin compasión. Megumi se enteró de todo, y esto llevaría a una horrible cacería.
» A partir de entonces, Megumi se encargaría de asesinar cualquier demonio en nombre de su madre, quería vengarse, y cuando dio con los asesinos de ella, no se detuvo. Tenía espías regados por todos lados, cada vez que se enteraba de que nacía un demonio, lo asesinaba, bueno, terminaba matando a toda la familia.
» ¿Gracioso, no? — Immanuel se ríe con ironía —. La verdad, es que después de eso, los pocos demonios que habían sobrevivido a la horrible cacería de Megumi, tuvieron que refugiarse en otro lugar para que no los acorralaran, así fue como logró sobrevivir nuestra raza.
» Después de unos años, Megumi falleció y los demonios se fueron reintegrando poco a poco a la sociedad. Era extraño, porque después de todo, no podían vivir sin merodear cerca de los humanos.
— ¿Y entonces? ¿Las sucesoras de Megumi no continuaron con su legado? — pregunta Gabriel, ahora comprendía porque sintió tanto temor al encontrarse con Megumi por medio de Anika, aquella diosa había nacido para aniquilar a los demonios.
— Se dice que Megumi nunca tuvo hijas, solo dos varones, ya sabes que ellos no adquieren poderes, así que la siguiente diosa tuvo que renacer en otro lado — Immanuel se encoge de hombros —. Con el paso del tiempo, las diosas parecían olvidar a qué se debían sus habilidades, estaban aquí para asesinar demonios, pero se olvidaban de aquella absurda batalla, olvidaban su destino; y poco a poco, las diosas nacidas iban reduciendo sus poderes, no entiendo cómo es que la última sucesora tiene tanto poder — dice Immanuel mientras dedica una mirada furtiva hacia la habitación donde se encontraba Anika.
Gabriel vuelve adentro con Anika y se percata de que no la está pasando muy bien, se acerca a ella y ve sus expresiones de dolor, también sudor corre por su rostro, y al posar su mano sobre la frente de ella, siente que tiene fiebre. Gabriel entra en pánico y corre donde Immanuel.
— No pensé que me extrañaras tanto — dice él cuando ve a Gabriel acercársele, este agarra por el cuello a Immanuel y lo mira con furia.
— ¿Qué le hiciste? ¡¿Por qué está peor?! ¡Tiene fiebre! Deberíamos...
— ¿Llevarla a un hospital? — completa Immanuel —. Piensa un poco — Immanuel le aparta la mano a Gabriel y le da un empujón —; ¿crees que en un hospital van a salvarla? Los humanos no pueden hacer nada contra heridas causadas por un mundo del cual no conocen, no pueden curar las heridas causadas por una espada demoníaca y mucho menos por los hilos de los hermanos Václav, ¿sabes? Ella tiene que superar esto por sí sola.
— ¡Maldición! — Gabriel estaba fuera de sí.
— ¿Tanto miedo te da perderla? Tienes que aprender a controlar tus emociones, Asta Naan, no puedes tirarlo todo a la borda por una simple humana — dice Immanuel complacido.
— ¡No me llames así! ¡Maldito hijo de puta! — le grita a Immanuel, el cual parecía no importarle mucho hacerle enojar.
— Niegas tus genes demoníacos, ¿y también odias tu descendencia humana? Fue tu madre quien te llamó Gabriel, ¿no? ¿Entonces por qué si quiera usas aquel nombre? — Gabriel no podía creer en lo que escuchaba, por segunda vez, Immanuel era agarrado por el cuello.
— Ya te dije que no hables de mi madre — dice entre dientes —, no querrás hacerme enojar, imbécil de mierda.
— Somos amigos, ¿no? — Immanuel le dedica una amplia sonrisa mientras extiende sus brazos.
— Vete a la mierda — farfulla Gabriel, quien se aleja del lugar, necesitaba un respiro.
Immanuel se adentra a la habitación donde reposaba Anika y se le queda viendo un largo rato. Podía terminar con esta historia de amor de una vez por todas.
Gabriel no llegaría a nada bueno si se quedaba al lado de ella, y le había prometido a la madre de Gabriel, que se encargaría de que llevara una buena vida. Pero no había logrado llevar a cabo su palabra; pasó una vez, con la diosa Lahja, Gabriel se enredó en el camino de ella, se amaban con tanta pasión y determinación; no midieron sus consecuencias y Lahja murió en manos de Gabriel.
Immanuel estuvo ahí, presenciando todo, Gabriel sufrió demasiado y lloró la muerte de Lahja por unos doscientos años, luego se enteró de que las antiguas diosas podían convocarse y ahora está desesperado buscándola.
Immanuel pensó que Gabriel no volvería a cometer aquel absurdo error de enamorarse de una diosa, y ahora iba por el mismo camino; debía detenerlo justo aquí. Immanuel da unos pasos más para acercarse a Anika, y saca su espada.
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El destino de Anika ©
FantasíaAnika lleva la descendencia de generaciones de diosas, pero aún en este año viven los demonios que han luchado por siglos contra la gran Diosa Anika; aunque ella quiere librarse de aquel destino que la encadena, su madre no se lo permite. Anika se e...