XIX

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Asta Hong había llegado a su guarida acompañado de sus súbditos, caminaba con paso firme hasta quedar delante de una mesa, suelta con estruendo su espada sobre ella y voltea a mirar su hombro.

— ¡¿Quién era el imbécil que estaba con Asta Naan?! — grita mirando a sus lacayos, estos bajan la mirada para no enfrentarse a la furia de este.

— No lo sabemos, señor — responde uno con voz temblorosa.

— ¡Malditos inútiles! — grita y con un movimiento, lanza su espada lejos. Los lacayos se ponen de rodillas, estaban aterrorizados —. ¿Qué están esperando?, busquen información sobre él, ¡ahora! — en ese momento se abre la puerta y entra otro demonio, todos se le quedan viendo caminar hasta llegar a Asta Hong. Este llevaba una túnica larga que llegaba hasta el piso, su cabeza estaba escondida por la capucha y en medio de la oscuridad no se alcanzaba a ver su rostro.

— Cálmate un poco Asta Hong — dice el demonio con voz divertida cuando llega al frente de Asta Hong. Los demás súbditos empiezan a hablar en murmullos.

— ¿Qué me calme? ¡Un demonio de quinta me ha cortado el brazo! — el demonio se le queda viendo con expresión impasible.

— Tengo un nombre — al demonio se le forma una sonrisa en el rostro, Asta Hong se le queda viendo tratando de descifrar el truco.

— Habla de una vez, Zacarias — dice un poco más calmado, sabía que sobrepasaba por miles de años a Zacarias quien apenas tenía sí quiera 300 años, pero debía controlarse si quería sacarle la información —. ¿Cómo es que un lacayo del inútil de Asta Naan ha logrado herirme?

— Parece que aquel demonio ha vivido mucho — Asta Hong le mira con curiosidad —. Ahora usa el nombre de Immanuel... — Zacarias deja las palabras en el aire, disfrutaba fastidiar a Asta Hong, y sabía que ahora lo tenía en la palma de su mano.

— Continua hablando, bastardo — Zacarias se ríe y Asta Hong golpea la mesa con su puño —. Ya te habría arrancado la cabeza si no fuera por lo útil que eres encontrando información — los ojos del joven demonio centellean. Asta Hong le había salvado la vida hace 200 años, y desde entonces se había encargado de complacerle en sus deseos. Pero Zacarias era un joven obstinado, y no se dejaba mandar tan fácilmente, por eso hacía sus cosas con total libertad. Desde que él le había demostrado su habilidad para darle información a Asta Hong, él nunca se había interesado y preocupado por lo que hiciera, con tal de que le respondiera cuando le necesitara. Aunque Zacarias siempre le sacaba de quicio con sus rodeos al hablar, se creía superior a él por tener la información y eso, el joven demonio, lo tenía bastante claro.

— Antes se llamaba Valentín — continúa hablando Zacarias —. Estoy seguro que habrás escuchado mucho sobre él — Zacarias mira con curiosidad a Asta Hong, pero este tenía una mirada de incredulidad —. ¡Vamos! Estoy seguro de que sabes de quién hablo — sin poder contener más su desesperación, Asta Hong toma una espada y le apunta al cuello del joven demonio.

— Habla de una vez si no quieres morir aquí mismo — le amenaza, Zacarias le responde con una sonrisa macabra.

— Bien, no peleaste contra cualquier demonio, Asta Hong — Zacarias era el único de sus lacayos que le llamaba por su nombre, y no se refería a él como señor. Quería enseñarle que dejara de ser tan insolente, Zacarias aprendería su lugar cuando encontrara a alguien que pudiese reemplazarlo —. Valentín es un demonio poderoso y ha vivido muchos años más que tú, debes conocer la historia de la diosa Megumi, bueno, él fue uno de los sobrevivientes a ese exterminio, y desde entonces ha sido la mano derecha tu padre.

— ¿Qué dices? — Asta Hong le dedica una mirada de advertencia y baja su espada —. ¿Por qué un demonio de tan alto rango está salvaguardando a un inservible como Asta Naan?

El destino de Anika ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora