1 - The devil in the church
El celular vibró debajo de mi almohada incesante, a tal punto de despertarme en la madrugada cuando el sol ni siquiera ha salido y los pájaros todavía no aleteaban del otro lado del cristal de mi ventana. Lo busqué a tiendas, la luz de encendido me cegó por un momento y lancé una maldición, ¡Dios! Macao y sus estúpidas llamadas mañaneras, pensé en colgarle pero debido a los recientes sucesos, lo mejor era saber para qué me necesitaba a tales horas. Hundí el botón verde y luego me llevé el celular a la oreja.
– Te juro que si es una de tus bromas, te caparé – gruñó
Del otro lado escuché la respiración de Macao muy acelerada, y logró asustarme, me senté de golpe sosteniendo con fuerza mi celular.
– ¿Macao?
– ¡Chay, creo que lo jodimos todo! – lo escuché temblar del otro lado.
Su pequeña afirmación hizo que todos los huesos de mi cuerpo se volvieran de gelatina. Macao nunca se escuchaba asustado, siempre tomaba actitudes positivas y despreocupadas ante cualquier suceso negativo.
– ¿De qué hablas, Cao? – pregunté bajando la voz, del otro lado del pasillo se encontraba el cuarto de mi padre, y odiaba que hiciera ruido mientras dormía.
Macao gimió, pareciera que quería llorar – ¡Ché, mi hermano llegó esta madrugada con malas noticias! Sabes que trabaja para la policía, dijo que había recibido una llamada de auxilio en la vieja iglesia, ¿entiendes? Alguien llamó y reportó un crimen, para cuando llegaron... todos estaban muertos.
Me congelé, de pronto la temperatura del cuarto menguó brutalmente y tuve que aferrarme a la colcha qué cubría mis piernas. Miré hacia la ventana, la cortina se movía.
– ¿Cómo dices?
– ¡Ché, sea lo que sea que despertamos... se desquitó con los tipos del ritual! ¡Están muertos por nuestra culpa!
Negué furiosamente – No digas tonterías. ¿Estás seguro de esa información?
– ¡Fue una puta masacre! ¡Todos están degollados! – chilló del otro lado –
– Macao, sabes bien que no fue nuestra culpa, esos imbéciles nos usaron de carnada, debes calmarte – musité – ¡Y no me hables más! Es peligroso hablar de estas cosas por llamada, seguramente interceptaran cada celular. Nos vemos en la cafetería del viejo Apinya.
– Pero...
Colgué porque me negaba a seguir hablando de estas cosas por teléfono. Me puse un abrigo encima del pijama de cuadros, y me aproximé a la ventana. Del otro lado habían unas escaleras que me comunicaban al patio trasero, sabía que no debía dejarlas allí, cualquier demente podía subir y hacerme daño, pero lo había olvidado cuando entré por allí anoche, en lo único que podía pensar era en meterme debajo de las cobijas donde me sentía protegido.
El viento de la madrugada calo mis huesos, y la piel se me erizó contra la gruesa tela del abrigo largo, salté los últimos peldaños de madera y corrí callé abajo. Vivía en un pueblo pequeño, bueno... no era como la ciudad, Bangkok era realmente grande y bonita, este era un pueblito alejado, rodeado de arboles pero... no era tan pequeño como los otros. Me demoré cinco minutos corriendo hasta la cafetería que estaba por abrir cuando vi a Macao de pie, en pijama también y abrazándose así mismo para cubrirse del frío.
– Chay – me abrazó y yo a él – Mierda, Chay...
Me quité el abrigo y se lo tendí – Tu eres más sensible al frío – expliqué, me miró con agradecimiento cuando se lo colocó y entramos a la cafetería. El señor Apinya nos interrogó, era demasiado temprano para desayunar y las escuelas no abrían si no hasta las siete, así que nos inventamos una historia algo reforzada pero terminó por ceder y dejarnos en paz. Nos sentamos en la mesa más alejada posible, justo al lado de la ventana donde veíamos la avenida.