26. Damiano

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Fue el silencio quien me recibió en casa.

No había nadie aunque lo hubiera dado todo porque estuviera ella.

Pero supongo que me lo tenia merecido.

La casa estaba vacía y rara, fue como si un halo de tristeza me golpeara en la cara. Su habitación (mi habitación) tenía la puerta abierta y la cama deshecha. Me destruyó ver que al lado de la cama, en la mesita, había un montón de pañuelos usados... Roma había estado llorando.

Y otra vez por mi culpa.

Me acerque a la papelera y recogí cada una de sus lágrimas. Sacudí las sábanas e hice la cama.

Abrí la ventana para ventilar un poco el cuarto y me senté a esperar.

En la mesa el brillo del portátil medio cerrado despertó en mí cierta curiosidad pero no quería abrirlo y violar su intimidad.

¿Qué estaría mirando? No dejaba de pensar.

Un simple vistazo.

Tampoco estaba tan mal.

Me levanté a mirar.

Era una página de Youtube, una canción, una letra.

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Perdón por los bailesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora