Era una noche de verano mágica y estrellada. El cielo estaba pintado con destellos dorados y plateados, la suave brisa del verano acariciaba las mejillas de Roma y Damiano. Ambos se encontraban en su playa, la que durante tantas noches había sido testigo de su química innegable.
Esa noche en particular, el ambiente estaba cargado de una energía especial. Se miraban el uno al otro con miradas llenas de significado, como si estuvieran hablando en un lenguaje silencioso y único que solo ellos comprendían.
Caminaron juntos por la playa, sintiendo la arena tibia bajo sus pies descalzos. Hablaban sobre sueños y aspiraciones, compartiendo sus más profundos anhelos. Cada palabra compartida sólo los acercaba más, como si fueran piezas de un rompecabezas destinadas a encajar.
El susurro del mar y el brillo de las estrellas parecían envolverlos en una especie de embrujo mágico. Se detuvieron cerca de la orilla, con las olas rompiendo suavemente a sus pies. Sus miradas se encontraron, y un momento de pausa se apoderó de ellos, como si el universo también estuviera sosteniendo la respiración.
Sin decir una palabra, Damiano tomó la mano de Roma con delicadeza, sintiendo el latido de su corazón acelerarse. Roma lo miró a los ojos, y en ese instante, toda duda y miedo desaparecieron. Sabían que iba a pasar, que era algo importante pero también que era inevitable.
Con la timidez propia de un primer beso, se acercaron lentamente el uno al otro, sus labios apenas rozándose en un tierno gesto. El tiempo pareció detenerse, y el mundo a su alrededor desapareció por completo. Solo existían ellos dos, unidos en ese momento mágico y cargado de emociones.
Finalmente, el roce se hizo más intenso y se fundieron en un dulce beso. Fue como si una chispa eléctrica recorriera sus cuerpos, haciendo que la conexión entre ellos se volviera aún más profunda. Un torrente de sentimientos los inundó, y supieron que ya no había vuelta atrás. Se habían enamorado.
El beso fue la promesa de lo que estaba por venir, de las aventuras compartidas y las risas futuras. Fue un pacto silencioso de cuidarse el uno al otro, de apoyarse en los momentos buenos pero también en los más complicados. Fue, sin ellos saberlo, el principio de un final que parecía ya escrito.
Tras el beso, se abrazaron con ternura, sintiendo el latir de sus corazones en perfecta sincronía. No necesitaban palabras, todo estaba dicho en ese momento mágico bajo las estrellas.
Así fue como Roma y Damiano compartieron años atrás su primer beso, una noche de verano que quedaría grabada a fuego en sus corazones, el comienzo de una historia de amor que prometía ser inolvidable. Y mientras caminaban de regreso, sabían que, sin importar lo que el futuro les tuviera preparado, siempre les quedaría este recuerdo como el momento en que forjaron un camino que siempre estaría entrelazado.
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Perdón por los bailes
Hayran KurguVolvimos a vernos cuando prometimos no hacerlo. Vuelvo a verte tan morena y guapa entre la gente. Vuelvo a verte pero ahora otras susurran tu nombre. Los dos callamos el derroche y no quedó tiempo para un rock and roll a medias. Y si quieres volve...