9 | Te necesito, papá

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Sentado en la sala de un hospital, orando por la vida de mi mejor amigo, había traído tanta desgracia a su vida. Le había roto el corazón y ahora, por mi culpa, estaba en la unidad de cuidados intensivos. ¿Por qué mierda tengo que hacer todo mal? Solo traigo problemas. Si Xavier se muere... no sé qué voy a hacer. Deberías dejar de existir, Marcís.

Mientras estaba llorando, recibí una llamada de Karina.

Karina: Hola, ¿por qué te fuiste?

Marcís: Se suponía que me iba a disculpar con Xavier, pero terminé ocasionando un accidente —mi voz se quebró.

Karina: ¡Mierda, Marcís! Cuéntame todo.

Marcís: Lorena me dijo que... él iba a ir al bar, pero cuando llegué se estaba yendo. Comencé a correr detrás de él. Pasó muchas calles sin ver y... ya sabes.

Karina: ¿En qué hospital están? Quiero acompañarte.

Marcís: En el Phoenix.

Karina: Estaré allá.

Cuando colgué, vi a su doctor caminando por el pasillo. Yo lo detuve.

—Doctor, ¿cómo está Xavier?

—Tendremos que hacerle una cirugía. Necesitamos a sus familiares para que den la autorización.

—No tiene a nadie. Se fue de su casa desde muy joven.

—En este caso, las cosas están complicadas —informó.

—¿No puedo dar la autorización yo?

—¿Qué es usted del paciente?

Recordé que mi madre una vez mencionó un caso sobre un paciente que no tenía familiares para dar una autorización muy urgente, pero su pareja podía hacerlo. Mi única opción era mentir.

—Soy... su novio —mentí.

—En este caso sí puede firmar la autorización. Por aquí, por favor.

Yo lo hice. Al llegar me entregó un documento. Yo no lo leí, solo firmé.

—Firme aquí.

—Perfecto —exclamé mientras firmaba.

Volví a la sala de espera y encontré a Karina.

—Hola —musitó Karina—, ¿cómo estás?

—La verdad es que nada bien. Estoy muy preocupado.

—Lo entiendo. También pasé por eso.

—Nunca en mi vida había estado tan preocupado, Karina.

—Pero... ¿los doctores han dicho algo?

—Acabo de firmar una autorización para una cirugía. Tuve que hacerme pasar por su novio.

—¿Y su familia? —preguntó.

—No habla con ellos desde que tenía dieciséis. Se fue de su casa.

—Ay Mar. Todo saldrá bien, ya verás.

—Eso espero —dije llorando—. No sé qué haré si se va enojado conmigo. Necesito que me perdone.

—Lo hará. ¿Quieres comer algo, Mar?

—Sí.

—¿Qué quieres que te traiga?

—Un sándwich y cualquier bebida.

—Vale, ya vengo.

—Aquí tienes. Espero que lo disfrutes. Aunque en este momento, creo que no.

Bajo las Luces del Club: Luces 1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora