19 | ¿Karina y Lorena?

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Hace varios días había entrado a clases. Algunas clases eran muy divertidas y otras no tanto. Nos enseñaban historia del arte y diferentes tipos de bailes mientras los maestros mostraban algunos pasos que debíamos replicar. Así también eran los exámenes también. Me encantaba mi carrera.

Últimamente Karina había estado saliendo de la universidad de iba a recogerme en un coche que su padre le había regalado recientemente porque según el, por fin estaba en edad.

Hoy no fue la excepción. Cuando salí vi su camioneta blanca estacionada afuera de la universidad. Salí caminando rápidamente, debido a que no la veía desde... ayer y eso para mí ya era una eternidad. No sé si a todos los enamorados les pase lo mismo, pero a mí sí. Un minuto sin ella es una eternidad y como últimamente no nos hemos visto tan constante como antes, recurrimos a los mensajes, a veces también se demora demasiado en responder, lo cual también se convierte en una vida entera.

Cuando llegué a la camioneta, abrí la puerta y me subí. Me moví un poco y le di un pequeño beso en la boca.

—Hola, amor —dijo ella con su hermosa sonrisa—. ¿Cómo te fue?

—Muy bien, ¿y a ti, Leona?

—También bien. Solo que hoy tuve algunas clases bastante aburridas...

—Si eso lo dices ahora, no quiero imaginar cuando te toque escuchar los problemas de tus pacientes. Eso sí será bastante aburrido...

—Marcís... los problemas de la gente no son aburridos. Son tristes.

—En primer lugar, yo no me llamo Marcís para ti. Me llamo amor o cualquier otro nombre cursi. Marcís solo es cuando estamos... ya sabes y cuando sacas tú lado de enojo.

Ella asintió y rio.

—Buena, amor —comenzó a conducir—. Amor, iremos a Italia y papá me dijo que te dijera si querías ir con nosotros. Será como en dos semanas. ¿Tienes los papeles al día?

Asentí.

—Perfecto. Ve preparando tu maleta porque nos iremos más pronto de lo que crees. Ya sabes cómo pasa el tiempo de rápido —me miró y volvió a sonreír. Me encanta su sonrisa.

—¿A dónde ire...? —me interrumpí a mí mismo para cambiar la pregunta— ¿A qué parte de Italia iremos?

—A Portofino. Papá tiene una pequeña casa campestre allá. Tiene un hermoso lago como el de la casa de nuestros hijos.

Un lago sonaba bastante interesante teniendo en cuenta lo que mi mente imagino la otra vez. ¿Acaso esto era una señal para nuestra segunda vez? Solo el tiempo lo dirá.

—Interesante. Debe ser un lugar muy bonito. Seguro nos la pasaremos genial.

Seguro que sí —pensé.

—Lo es... Cuando lleguemos te mostraré algunas fotos.

Al llegar al departamento de mis suegros, Karina se sentó en el sillón, sacó su móvil, entro a galería y comenzó a enseñarme las fotos las fotos del lugar. Se veía que era un lugar muy hermoso. La casa era bastante grande y moderna. Detrás de la casa estaba el famoso lago del que habíamos hablado antes. Era mucho más grande lo que imagine y estaba adornado por grandes árboles.

—Es muy hermosa. Creo que tengo ganas de ir hoy mismo. ¿Por qué no tomamos un vuelo hoy en la noche?

—Definitivamente estás loco, amor —contestó ella—. No es tan fácil, aunque quisiéramos.

—Era broma. Tengo que pedirle permiso a Lorena para eso. Solo espero que si me lo de. De todas formas, muy pronto voy a tener que renunciar. La universidad es más importante.

Bajo las Luces del Club: Luces 1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora