14 | Nuestros hijos (+18)

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Nota: Se que este título puede ser un poco raro, pero leyendo te darás cuenta el motivo

Ni siquiera nos habíamos bajado del coche, y yo ya estaba fascinado con la increíble belleza de ese lugar. Era todo un sueño.

—Qué bonito es todo esto. Nunca había estado en un lugar así desde hace como trece años —le conté a mi novia.

—Y eso que apenas estás viendo de reojo. Te daré un tour. Vamos —dijo abriendo la puerta del coche.

—Yo hice lo mismo.

Ella se dirigió al mayordomo, quien al parecer ya estaba avisado de que íbamos.

—Señorita Karina, señor Marcís, bienvenidos.

—Le pediré que no me diga señor, por favor —reí.

—Como quiera, ¿joven?

—Así me gusta más.

—Paul. Queremos ir a ver a nuestros hijos. ¿Podrías darme las llaves del establo? —se refirió a él con una encantadora sonrisa que la hacía ver aún más hermosa.

—Sí, señorita. Ya vuelvo, voy por ellas —hizo un ademán de irse, pero mi novia lo tomó del brazo—. Dígame —respondió él al gesto.

—Me gustaría que nos hagan el almuerzo para cuando volvamos, por favor.

—Perfecto.

Paul tomó rumbo hacia dentro y volvió en menos de dos minutos con las llaves del establo en sus manos.

—Aquí tiene, señorita. Roger está con los caballos.

Karina y yo nos dirigimos hacia el establo mientras hablábamos:

—¿Quién es Roger? —pregunté.

—El hijo de Paul.

—Ah, entiendo.

Estuvimos hablando por varios minutos hasta llegar al establo, donde efectivamente estaba Roger.

—Hola, Karina —saludó Roger.

—Hola, Roger —respondió ella.

Parecía ignorarme puesto que no me saludó.

—Hola, soy Marcís. Mucho gusto.

—Hola, Marcís —dijo con un tono poco simpático

—. Así que eres tú, ¿no?

—No entiendo a qué te refieres —contesté.

—El novio de Karina.

—Sí, es él —interrumpió ella.

Ahí acabó esa incómoda conversación que ni siquiera entendía a qué se debía. Mi novia luego se dirigió a él diciendo:

—¿Podrías organizarnos dos caballos, por favor? Vamos a ir a cabalgar.

El chico asintió sin mucho entusiasmo.

—¿A cabalgar? ¿Dónde?

—Hay un lugar muy interesante que quiero mostrarte. Te encantará.

—Supongo que sí. Me encantan tus sorpresas.

El chico puso los ojos en blanco. ¿Qué diablos tiene conmigo?

Luego de un rato, volvió a hablar diciendo:

—Ya están listos sus caballos.

—Gracias, Roger.

—De nada, Karina.

Bajo las Luces del Club: Luces 1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora