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21 | El lago (+18)

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Al entrar vi que la casa era más hermosa de lo que me imaginaba. Lo primero que mis ojos observaron fue el salón: tenía un ventanal enorme, un juego de sillones rosados. En medio de ellos había una pequeña mesita blanca con un hermoso jarrón encima. El lugar tenía varias pinturas que realmente no reconocí.

—Este es el salón —exclamó mi suegro.

—Es simplemente hermoso, señor Leonardo. No me quiero imaginar cómo será el resto de la casa. ¿Pueden hacerme un house tour?

—Karina te lo hará, ¿verdad hija?

Ella asintió.

Me tomó del brazo y comenzó a correr conmigo por unos hermosos pasillos también decorados con pinturas.

—Bienvenido a mi habitación, querido —abrió la puerta.

Los colores rosados también predominaban allí, pero no había tanta decoración, solo una cama con las sabanas rosas y un pequeño tocador.

Me volvió a tomar del brazo para llevarme hasta su baño el cual lo único diferente que tenía a uno normal era una bañera. Lo demás era súper minimalista

—Que casa tan hermosa —dije—. Propongo que nos quedemos viviendo aquí.

Ella rio.

—Me gustaría, pero no sé puede.

—¿Por qué? ¡Vivamos aquí!

—Definitivamente estás loco, Mar. No es tan fácil como quedarnos y ya. Hay que hacer muchos papeleos.

—¡Los hacemos y ya!

—Quizá en un futuro. ¿Acaso no quieres terminar la universidad?

—Si quiero, pero quiero más vivir contigo y no separarnos ni un segundo.

Volvió a reír.

—¡Definitivamente estás muy loquito! —caminó un poco y salió del baño. Yo también lo hice— ¿Quieres conocer el lago?

Asentí.

Salimos de la habitación y fuimos hacia el salón donde mis suegros estaban sentados hablando.

—¿A dónde van, chicos? —preguntaron al unísono.

—Iremos al lago —respondió mi novia con una pequeña sonrisa.

—Vale, hija —sonrió mi suegra—. Nosotros iremos al mercado a comprar algunas cosas para el almuerzo.

¿La casa se quedará sola? Eso es una buena señal.

Avanzamos un poco hasta llegar a una puerta de madera que ella abrió. Al hacerlo, se reveló ante mis ojos un hermoso lago, acompañado por el apacible sonido del agua. El entorno estaba rodeado de numerosos árboles y exuberante césped. El color del agua, era hermoso, tenía una paleta de tonos que evocaban la tranquilidad.

Estando en el césped, nos sentamos y Marcís cursi comenzó a hablar:

—Cada parte de esta casa es igual de hermosa que tú, y ser así de bella es bastante difícil.

—¿Me quieres hacer morir de un infarto? ¿Por qué eres tan lindo conmigo?

—Porque te amo, Karina Russo.

—Yo también te amo demasiado. Eres lo mejor que ha llegado a mi vida y espero que nunca te vayas de ella porque sin ti no sería nadie, Jones.

—Creo que nos pusimos un poco cursis —reí.