10 | Perfecta, Karina

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Llegamos a casa de Karina. El padre de Karina se bajó del automóvil y tomó una bolsa que parecía sushi del asiento de copiloto.

Luego caminamos hasta el elevador, y Karina presionó el botón de su piso. Cuando llegamos, el padre de Karina dijo:

—Hija, ¿tienes las llaves?

—No, las tenías tú —afirmó.

—¿Entonces saliste de casa sin las llaves? ¿Cómo pretendías entrar si no estaba yo?

—Es que las traje, pero las dejé en el auto.

—Ok, iré por ellas.

Karina y yo nos quedamos solos.

—¿Te gusta el sushi o tampoco?
—preguntó. Ella misma respondió su pregunta.

—Odio el sushi desde la primera vez que lo probé. ¿Por qué diablos les gusta el pescado crudo?

—Sí, es raro, pero delicioso.

—Qué mal gusto —dije entre dientes.

—¿Qué dijiste? —frunció el ceño—. Dímelo o te pego.

—Que cada quien tiene sus gustos. Aunque sean malísimos.

—Deja de decir tantas tonterías o tendré que besarte para que te calles —bromeó—. Espero que funcione.

—No creo que eso sirva de mucho. ¿Quieres intentarlo? —respondí con una sonrisa burlona.

—Sí. Al menos así te puedes dejar de decir tantas tonterías por unos segundos o quizá minutos.

Me acerqué a ella lentamente y tomé sus caderas con delicadeza. Ella fue quien decidió dar el primer paso tomando mi cuello y acercando sus delicados labios a los míos. Yo continué el beso acariciando sus mejillas. Fue un momento mágico que nunca antes había experimentado. Mis besos con Caroline eran algo tan insignificante, ni siquiera podía sentir nada, pero con ella fue diferente. Fue como si por primera vez hubiera besado de verdad. Me olvidé de todo el mundo y solo me concentré en su boca y mejillas por un minuto exacto. Fue el mejor beso que había tenido en mi vida.

Cuando nos alejamos, comenzamos a mirarnos fijamente sin pestañear. Hubo un silencio absoluto que ella rompió dos minutos después.

—Me encantó el beso —afirmó—. Fue el mejor que he tenido.

—A mí también —admití.

—Ayer, cuando le dijiste eso a mi papá pensé que no iba a tener oportunidad contigo.

—Yo también creía que iba a pasar más tiempo después de lo que dije, pero ya viste que no. No me imaginé que nos íbamos a besar pronto después de eso.

—Yo tampoco, ja, ja, ja.

—Kari, tu papá se está demorando mucho ¿no crees?

—Es muy normal en él. Seguro se encontró con algún amigo suyo, como siempre —exclamó tocándose la barbilla.

—Me están doliendo los pies.

—Siéntate, bobito. Para eso está el hermoso suelo —hizo una mueca.

Yo hice un ademán de sentarme, pero el papá de Karina llegó en ese momento.

—Perdón, me encontré con un amigo y nos pusimos a hablar —dijo el papá de Karina—. Preguntó por ti, Karina, y le conté de tu novio.

Ella me miró y yo entendí perfectamente que quiso decir “Te lo dije”.

—Que no somos novios, papá. Somos amigos.

Bajo las Luces del Club: Luces 1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora