13 | Mudanza

25 4 0
                                    

13

Había acabado de amanecer y me levanté con Karina hablándome:

—Mar... mi papá me dijo que tenías que irte.

—Lo sé, no te preocupes.

—Quisiera que te quedaras, pero es muy estricto. Ya sabes...

—No te preocupes.

—Gracias por entenderme, amor.

—Amor, ¿podrías acompañarme por mis cosas a casa de Xavier?

—¡Qué! ¿No has ido por eso? Llevas muchos días aquí.

—Es que... estuvimos muy ocupados todos estos días y lo olvidé. Tú me haces olvidarme de todo, hermosa.

—Ahora quieres que me sienta culpable, bobito —sonrió.

Reí.

—Es que... si tienes culpa en eso. Me distraes demasiado.

—¿Con qué? Que yo sepa no lo hago, o al menos no intencionalmente.

—Con tu belleza.

—Ah, pero eso no es culpa mía. Es de mis padres. ¿Ok?

—Tendré que hacerles el reclamo por crear a una obra de arte, entonces.

Ella se sonrojó.

—¡Basta! ¡Basta! ¡Basta!

—¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! —la imité.

—¡No me imites!

—Perdón, obra de arte —reí a carcajadas.

—¡No me digas así, por favor! —se sonrojó.

—¿Por qué? Yo no digo mentiras, Karinita —me paré de la cama y acaricié su cabello—. Ahora responde mi pregunta, por favor.

—¿Qué pregunta?

Eres Dory, Kari.

—Acompañarme a casa de Xavier por mis cosas.

—Ah, eso... sí, te acompañaré —asintió sonriendo.

—Gracias.

—¿Nos vamos ya? —preguntó ella.

—Si quieres ir con esos mini shorts que, por cierto, se te ven increíbles, sí, pero si quieres irte con ropa que no sea pijama, no.

—Ups, había olvidado esto.

—No te preocupes, te ves increíble.

—Qué vergüenza, Mar. Ya conoces esta faceta de loca.

—De todas formas, cuando seas mi esposa, tendré que verte así y con menos ropa.

—¿Esposa? ¿Tan pronto nos vamos a casar? Empezamos nuestra relación ayer.

—Es mi meta, sí —la miré a los ojos—. Pero ahora lo más importante es que nos bañemos. ¿Ok? Y no quiero desayuno en este momento, así que puedes ir al otro baño.

—Perfecto, señor —dijo cerrando la puerta.

—¿Listo? ¿Nos vamos? —preguntó Karina.

—Listo. Vámonos.

Ella caminó hacia la salida para percatarse de que había olvidado las llaves. Eso no sería un problema si no hubiéramos salido de casa y la puerta ya estuviera totalmente cerrada.

—Soy tonta, definitivamente.

—¿Por qué? —reí.

—Olvidé las llaves en mi habitación —se rascó la cabeza—. ¿Qué hago?

Bajo las Luces del Club: Luces 1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora