-¿Quién estaba al teléfono? -preguntó la señora Powell mientras se metía un
tenedor de espaguetis en la boca.Lindy se sentó en su sitio a la mesa.
-La señora Marshall.
-¿Quiere que vayas a cuidar a los niños? -La señora Powell cogió el cuenco
de la ensalada y se volvió hacia Kris-. ¿Quieres un poco?Kris se limpió la salsa de espaguetis de la barbilla con la servilleta.
-Luego, tal vez.
-No -respondió Lindy-. Quiere que actúe en la fiesta de cumpleaños de Amy.
Con Slappy.-Es tu primer trabajo -dijo el señor Powell. Una sonrisa atravesó su rostro
delgado.-A Amy y Ben les gustó tanto Slappy que quieren que lo lleve -comentó
Lindy-. La señora Marshall me va a pagar veinte dólares.-¡Es estupendo! -exclamó su madre, mientras le pasaba la ensalada a su
marido.Hacía una semana que Lindy había rescatado a Slappy de la basura. Todos los días, después del colegio, se pasaba horas en su habitación ensayando con él,
practicando su voz, intentando no mover los labios e inventando chistes para su
repertorio.
Kris seguía diciendo que todo aquello era una tontería.-Me parece increíble que seas tan idiota -le dijo a su hermana. Se negaba a hacer de público en los ensayos de Lindy.
Pero cuando Lindy llevó a Slappy al colegio, el viernes, la actitud de Kris
comenzó a cambiar. Un grupo de niños se había reunido en torno a su hermana junto a su taquilla.
Mientras Lindy hacía hablar al muñeco, Kris observaba desde el pasillo.«Se va a poner en ridículo», pensó.
Pero para su sorpresa, los chicos chillaban y se reían. Slappy les parecía genial.Hasta Robby Martin, el chico que le gustaba a Kris desde hacía dos años, pensaba que Lindy era fenomenal.
Al ver a Robby reírse con los otros chicos, a Kris le dio por pensar que a lo mejor podía ser divertido lo de la ventriloquia.Y rentable, además. Lindy iba a ganar veinte dólares en la fiesta de los Marshall, y cuando se corriera la voz, probablemente actuaría en muchas fiestas y ganaría
todavía más dinero.Esa noche, después de cenar, Lindy y Kris lavaron los platos y luego Lindy pidió permiso a sus padres para ensayar con ellos su nuevo número y subió corriendo a su
habitación para coger a Slappy.
El señor y la señora Powell se sentaron en el sofá del salón.-A lo mejor Lindy acaba siendo artista de televisión -comentó la señora Powell.
-Quizá -convino su esposo, arrellanándose en el sofá con una sonrisa de
satisfacción. Barky se subió entre ellos con un ladrido, meneando furiosamente su
corto rabo.-Ya sabes que no debes subir al sofá -dijo con un suspiro la señora Powell,
pero no hizo ningún intento de echarlo.Kris se sentó en los escalones, algo apartada de los demás, con la barbilla en las
manos.-Estás muy seria hoy -comentó su padre.
-¿Puedo tener un muñeco yo también? -preguntó Kris. En realidad no tenía
planeado decirlo, pero las palabras se le escaparon de los labios.
Lindy volvió con Slappy en torno a la cintura.-¿Están listos? -Puso una silla en el centro del salón y se sentó.
-¿Qué, puedo o no? -insistió Kris.
-¿De verdad quieres uno tú también? -se sorprendió la señora Powell.
-¿Qué quiere? -preguntó Lindy, desconcertada.
-Kris dice que quiere un muñeco -le explicó la señora Powell.
-De eso ni hablar -replicó Lindy acalorada-. ¡Eres una copiona!
-Parece divertido. -Kris se había puesto colorada-. Y si tú puedes hacerlo, yo
también -añadió con voz chillona.-Siempre estás copiando todo lo que hago -protestó enfadada Lindy-. ¿Por qué no te buscas tú algo para variar? Sube a entretenerte con tu colección de bisutería. Eso es lo tuyo. Lo mío es ser ventrílocua.
-Niñas... -comenzó el señor Powell alzando la mano-. Por favor, no se
peleen por un muñeco.-Yo creo que llegaría a hacerlo mucho mejor, de verdad -dijo Kris-. La verdad es que Lindy no tiene mucha gracia.
-Pues todo el mundo se ríe conmigo -protestó Lindy.
-Eso no está bien, Kris -la reprendió su madre.
-Bueno, yo sólo pensaba que si Lindy tiene uno por qué no voy a tener yo otro.
-Copiona -repitió su hermana moviendo la cabeza-. Llevas una semana dándome la tabarra y diciendo que todo esto es una tontería. Pero yo sé por qué cambiaste de opinión. Tienes envidia porque yo voy a ganar dinero y tú no.
-De verdad me gustaría que no se pelearan por todo -dijo disgustado el señor Powell.
-Bueno, ¿puedo tener un muñeco? -insistió Kris.
-Son muy caros. -El señor Powell miró a su mujer-. Un muñeco bueno
cuesta más de cien dólares, y no creo que podamos permitírnoslo ahora.-¿Por qué no comparten a Slappy? -sugirió la señora Powell.
-¿Eh? -Lindy se quedó con la boca abierta.
-Siempre lo comparten todo, así que podrían compartir a Slappy.
-Pero, mamá... -se quejó Lindy.
-Excelente idea. -El señor Powell hizo una seña a Kris-. Inténtalo. Cuando lo hayan compartido un tiempo estoy seguro de que perderás interés, y tal vez Lindy
también.Kris se acercó a su hermana y tendió la mano.
-A mí no me importa compartirlo -dijo, mirando a los ojos a Lindy para ver si aprobaba la idea-. ¿Me dejas tenerlo un momentito?
Lindy aferró al muñeco. De pronto la cabeza de madera se echó hacia atrás y su
boca se abrió.-¡Lárgate, Kris! -gruñó con una voz áspera-. ¡Vete por ahí, imbécil!
Antes de que Kris pudiera apartarse, la mano de madera se disparó y le dio una
bofetada en plena cara.
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La noche del muñeco viviente
УжасыLa historia y los personajes pertenecen a R.L Stine, yo sólo comparto su historia con ustedes. Lindy ha encontrado un muñeco al que llama Slappy, y cuando lo maneja se convierte en el centro de atención. Su hermana Kris le tiene envidia, por lo que...