-Kris, ¿estás bien? -gritó Lindy apartando la vista del sonriente y enjoyado muñeco.

Kris no pareció oírla.

-¿Estás bien?

-¿Q-qué está pasando? -balbució Kris con la espalda pegada a la pared y la cara aterrorizada-. ¿Q-quién hizo esto? ¿Fué el señor Wood?

Lindy fue a responder, pero la interrumpió el sorprendido alarido de su madre.

-¡Mamá! -exclamó Lindy, girándose bruscamente.

La señora Powell encendió la luz y la cocina pareció llamear. Las tres
pestañearon, intentando acostumbrarse a la súbita claridad.

-¡Pero esto qué es! -gritó la señora Powell. Fue a llamar a su marido, pero se acordó de que no estaba en casa-. ¡Esto es increíble!

Barky entró en la habitación brincando y meneando la cola, bajó la cabeza y empezó a lamer un charco de leche.

-Fuera de aquí -dijo severa la señora Powell. Agarró al perro, lo sacó de la cocina y cerró la puerta.

Luego fue a grandes zancadas al centro de la habitación, moviendo la cabeza. Estuvo a punto de meter los pies descalzos en el charco de leche.

-Bajé a por un vaso de agua y... y me encontré este desastre -dijo Kris con voz trémula-. La comida, mis joyas. Todo...

-Fue el señor Wood -acusó Lindy-. ¡Míralo!

-¡Ya basta! ¡Ya basta! -chilló su madre-. Estoy harta.

La señora Powell contempló el desaguisado con el ceño fruncido, tirándose de un mechón de pelo. Sus ojos se detuvieron en el señor Wood. Lanzó un sonido de disgusto.

-Lo sabía -dijo con voz grave y mirando acusadora a las niñas-. Sabía que esto tenía algo que ver con los muñecos.

-Fue el señor Wood, mamá -dijo Kris acalorada, apartándose de la pared con los puños apretados-. Ya sé que parece una tontería, pero...

-Cállate -ordenó la señora Powell, entornando los ojos-. ¡Esto es de locos! ¡De locos! -Miró al enjoyado muñeco, que le sonreía sobre la enorme fuente de pollo-. Se quedaron las dos sin ellos -declaró mirando de nuevo a sus hijas-. Esto ya se está pasando de la raya.

-¡No! -exclamó Kris.

-¡Eso no es justo! -protestó Lindy.

-Lo siento, pero los muñecos los guardo yo. -La señora Powell barrió el suelo con la vista y suspiró de nuevo-. Miren cómo está la cocina.

-¡Pero yo no hice nada! -gritó Lindy.

-¡Necesito al señor Wood para el concierto de primavera! Todos cuentan conmigo, mamá.

La señora Powell las miró a las dos.

-Ése es tu muñeco, ¿no? -le preguntó a Kris.

-Sí. Pero yo no hice esto, ¡te lo juro!

-Las dos dicen que no fueron ustedes, ¿no? -La señora Powell tenía un aspecto agotado bajo la fuerte luz del techo.

-Sí -se apresuró a contestar Lindy.

-Pues entonces las dos se quedan sin muñeco. Lo siento, pero alguna está mintiendo. ¡Esto es increíble!

Un pesado silencio cayó sobre la cocina mientras las tres miraban desoladas el desastre.

Kris fue la primera en hablar.

-Mamá, ¿y si Lindy y yo lo limpiamos todo?

Lindy se animó rápidamente.

-Sí, lo pondremos todo en su sitio ahora mismo. Te dejaremos la cocina más limpia que antes. ¿Podremos quedarnos entonces con los muñecos?

La señora Powell movió la cabeza.

-No, me parece que no. Miren lo que pasó. Todas las verduras están
para tirar. Y la leche.

-Lo repondremos todo -dijo Kris rápidamente-. Con nuestro dinero. Y lo limpiaremos todo. Por favor. ¿Nos darás otra oportunidad?

La señora Powell reflexionó, debatiéndose consigo misma. Miró los rostros ansiosos de sus hijas.

-Está bien -concedió por fin-. Cuando baje por la mañana quiero ver la cocina impecable. La comida, las joyas... todo en su sitio.

-Entendido -dijeron las dos al unísono.

-Y no quiero volver a ver ninguno de los muñecos en la cocina. Si es así les daré otra oportunidad.

-¡Genial! -exclamaron las dos.

-Y no quiero oír más discusiones sobre esos muñecos -prosiguió su madre-. Nada de peleas ni de competiciones, ni de echarles la culpa de todo a ellos. No quiero
volver a oír ni una palabra de ellos.

-No volverá a pasar -prometió Kris mirando de reojo a su hermana.

-Gracias, mamá -dijo Lindy-. Vete a la cama. Nosotras lo limpiaremos todo.-Empujó a su madre suavemente hacia la puerta.

-Ni una palabra más sobre los muñecos.

-Sí, mamá -contestaron las gemelas.

Su madre se marchó a su habitación y ellas se pusieron a limpiar. Kris sacó una bolsa grande de basura y la sostuvo mientras Lindy tiraba dentro cartones vacíos y comida estropeada. Kris recogió con cuidado todas sus joyas y se las llevó arriba.

Ninguna de las dos habló. Trabajaron en silencio, limpiando y barriendo hasta que la cocina estuvo limpia. Lindy cerró la nevera y bostezó ruidosamente.

Kris inspeccionó el suelo a cuatro patas para asegurarse de que estaba inmaculado. Luego agarró al señor Wood, que sonreía como si todo hubiera sido una broma estupenda.

«Este muñeco no ha dado más que disgustos», pensó Kris.
«Nada más que disgustos.»
Salieron las dos de la cocina y apagaron la luz. Luego subieron las escaleras en silencio. Ninguna había dicho ni una palabra.

La pálida luz de la luna se filtraba por la ventana de la habitación. Hacía calor. Kris echó un vistazo al reloj. Eran poco más de las tres de la madrugada.

Slappy estaba sentado en su silla, con la luz de la luna reflejada en su rostro sonriente. Lindy se metió bostezando en la cama, apartó el cobertor y se tapó sólo con la sábana. Luego le dio la espalda a su hermana.

Kris llevaba al señor Wood al hombro. «No das más que disgustos», pensó enfadada, sosteniéndolo delante de ella y mirándole a la cara.

«Nada más que disgustos.»

La ancha y socarrona sonrisa del señor Wood parecía burlarse de ella. Un escalofrío de miedo se mezcló con su enfado. «Estoy empezando a odiar este muñeco -pensó-. Lo odio y le tengo miedo.»

Abrió enfadada la puerta del armario y metió dentro al señor Wood, que cayó hecho un bollo al suelo. Kris cerró luego de golpe y con el corazón martilleándole en el pecho se metió en la cama y se tapó.
De pronto se sentía muy cansada. Le dolía todo el cuerpo de pura debilidad.

Enterró la cara en la almohada y cerró los ojos.

Acababa de quedarse dormida cuando oyó la vocecilla:
-¡Saquenme de aquí! ¡Saquenme de aquí! -gritaba. Era una voz apagada que salía del armario.

La noche del muñeco vivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora