-¿Quién? -repitió Kris, dejando que las lágrimas le surcaran las mejillas-. ¿Quién?

-Yo. -La sonrisa de Lindy era casi tan ancha como la de Slappy. Cerró los ojos y se echó a reír.

-¿Eh? -Kris no entendía nada-. ¿Qué dijiste?

-Dije que fuí yo. Yo, Lindy. Era una broma, Kris. Te gasté otra broma.-Asintió con la cabeza como si quisiera confirmar sus palabras.

Kris se la quedó mirando con la boca abierta.

-¿Que era una broma?

Lindy seguía asintiendo con la cabeza.

-¿Tú moviste al señor Wood por la noche? ¿Le pusiste mi ropa y le hiciste decirme todas esas groserías? ¿Tú lo pusiste en la cocina? ¿Tú has hiciste todo ese desastre?

Lindy soltó una risita.

-Sí. Te asusté, ¿verdad?

Kris apretó los puños.

-Pero... pero... -balbució-. ¿Por qué?

-Por diversión. -Lindy se dejó caer en su cama, todavía sonriente.

-¿Diversión?

-Quería ver si te podía asustar. Fué una broma. Es increíble que te creyeras que la voz salía del armario. ¡Debo de ser muy buena ventrílocua!

-Pero, Lindy...

-¡De verdad llegaste a creer que el señor Wood estaba vivo o algo así! -
Lindy se echó a reír, disfrutando de su victoria-. ¡Pero que tonta! -Y
estalló en carcajadas.

-No tiene gracia -dijo Kris suavemente.

-Claro que si. ¡Fué demaciado gracioso! ¡Deberías haberte visto la cara cuando te encontraste abajo al señor Wood con todos tus preciosos collares puestos!

-¿Cómo... cómo se te pudo ocurrir una broma tan malvada?

-Pues con ingenio -contestó Lindy con cierto orgullo-. Se me ocurrió
cuando conseguiste tu muñeco.

-Tú no querías que yo tuviera un muñeco -recordó Kris pensativa.

-Eso es. Quería tener algo mío, para variar. Estoy harta de que siempre me estés imitando, así que...

-Así que se te ocurrió hacerme esta jugarreta -la acusó Kris.

Lindy asintió.

Kris se acercó furiosa a la ventana y apoyó la frente contra el cristal.

-Es... es increíble lo tonta que he sido -masculló.

-Tienes razón -convino Lindy, sonriendo otra vez.

-Ya había empezado a pensar que el señor Wood estaba vivo o algo así -dijo Kris, mirando por la ventana el jardín-. Habías conseguido que le tenga miedo.

-¡Es que soy genial! -proclamó Lindy.

Kris se volvió hacia ella.

-No te voy a volver a dirigir la palabra en la vida.

Lindy se encogió de hombros.

-Era sólo una broma.

-No -insistió Kris-. Fué sido demasiado malvado para ser una broma. No te voy a hablar nunca más.

-Muy bien. Creí que tenías sentido del humor. -Lindy se metió en la cama, dando la espalda a su hermana, y se tapó la cabeza con las sábanas.

«Tengo que encontrar la forma de vengarme -pensó Kris-. ¿Pero cómo?»

La noche del muñeco vivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora