-¡E-es increíble! -logró susurrar Kris. Al volverse vio la cara de miedo de su hermana.

-¿Qué está pasando? -gritó Lindy.
Las dos atravesaron corriendo la habitación. Kris tomó al señor Wood por el cuello y lo apartó del otro muñeco. Fue como separar a dos niños enzarzados en una pelea.

Examinó con cuidado al señor Wood, mirándole la cara como si esperara que el muñeco fuera a decir algo. Luego lo dejó boca abajo sobre la cama. Kris estaba pálida y muerta de miedo.

Lindy recogió del suelo los zapatos de Slappy y se los quedó mirando como si buscara en ellos una explicación a lo sucedido.

-Kris... ¿Fuiste tú? -preguntó con suavidad.

-¿Eh? ¿Yo? -dijo Kris sorprendida.

-Sé que tenías celos de Slappy y de mí...

-Oye, espera un momento -replicó Kris enfadada, con voz aguda y temblorosa-. Yo no fuí, Lindy. No me acuses.

Lindy se la quedó mirando, escrutándole la cara. Luego su expresión se suavizó.

-No lo entiendo, no entiendo nada. Mira a Slappy. Está casi destrozado.
Dejó los zapatos en una silla y tomó con dulzura al muñeco, como si acunara a un bebé. Con una mano intentó ponerle bien la chaqueta.

Kris oyó que su hermana murmuraba algo. Le pareció que decía: «Tu muñeco es diabólico.»

-¿Qué dijiste? -preguntó.

-Nada -dijo Lindy, todavía forcejeando con la chaqueta-. Es que... esto me da un poco de miedo -confesó, poniéndose colorada y evitando mirar a su hermana.

-A mí también. Aquí está pasando algo muy raro. Creo que deberíamos
contárselo a mamá.

Lindy abotonó la chaqueta y se sentó en la cama con Slappy en el regazo para ponerle los zapatos.

-Sí, me imagino que sí. Esto es bastante siniestro.

Su madre estaba en la cama, leyendo una novela de Stephen King. El dormitorio estaba a oscuras, excepto por la diminuta lamparilla de la cabecera de la cama, que
arrojaba un estrecho triángulo de luz amarilla.

La señora Powell lanzó un grito al ver a sus hijas surgir de entre las sombras.

-Ah, qué susto me dieron las dos. Estaba leyendo un libro de miedo y creo que me acababa de quedar dormida.

-¿Podemos hablar contigo? -preguntó Kris ansiosamente en un susurro.

-Está pasando algo muy raro -añadió Lindy.

La señora Powell bostezó y cerró el libro.

-¿Qué pasa?

-Es el señor Wood -dijo Kris-. Está haciendo cosas muy raras.

-¿Eh? -La señora Powell abrió mucho los ojos. Parecía pálida y cansada bajo la luz de la lámpara.

-Estaba estrangulando a Slappy -explicó Lindy-. Y esta tarde dijo cosas muy feas y...

-¡Ya está bien! -exclamó la señora Powell levantando la mano-. Ya basta.

-Pero, mamá... -comenzó Kris.

-Dejenme descansar, niñas. Estoy harta de sus peleas.

-No lo entiendes -la interrumpió Lindy.

-Lo entiendo perfectamente -dijo cortante su madre-. Las dos han estado compitiendo con esos muñecos.

-¡Mamá, por favor!

-Quiero que lo dejen ahora mismo -insistió la señora Powell, poniendo el libro en la mesilla-. Lo digo en serio. No quiero oír ni una palabra más sobre esos muñecos. Si tienen
problemas, resuelvanlos ustedes.

-Mamá, escucha...

-Y si no pueden resolverlos, me llevaré los muñecos. Los dos. Y lo digo en serio. -La señora Powell apagó la lamparilla, dejando la habitación en tinieblas-. Buenas
noches.

Las niñas no tuvieron más remedio que salir de la habitación.

Recorrieron el pasillo en silencio.
Kris vaciló en la entrada de su cuarto. Esperaba encontrar al señor Wood estrangulando de nuevo a Slappy y suspiró aliviada al ver que los muñecos estaban donde los habían dejado.

-Mamá no nos ayudó mucho -comentó Lindy secamente, poniendo los ojos en blanco. Tomó a Slappy y lo colocó en la silla junto a la ventana.

-Yo creo que estaba dormida y la despertamos.

Kris tomó al señor Wood para colocarlo en la silla, pero de pronto se detuvo.

-¿Sabes qué? Creo que esta noche lo voy a guardar en el armario -dijo
pensativa.

-Buena idea. -Lindy se metió en la cama.

Kris miró al muñeco, casi esperando que reaccionara, que se quejara, que empezara a insultarla. Pero el señor Wood sonreía y sus ojos pintados estaban opacos, sin vida.

Kris sintió un escalofrío de miedo.
«Le tengo miedo a un estúpido muñeco -pensó-. Esta noche lo voy a encerrar en el armario porque le tengo miedo.»

Llevó al señor Wood al armario y con un quejido lo levantó muy alto para meterlo en el último estante. Cerró luego la puerta con cuidado, hasta oír el click, y se metió en la cama.

Durmió intranquila, revolviendo las sábanas y con sueños perturbadores. A medianoche se despertó y descubrió que tenía el camisón totalmente retorcido,
estrujándole el brazo derecho. Forcejeó para enderezárselo y volvió a dormirse.

Despertó muy temprano, empapada en sudor. El cielo todavía se veía gris. La habitación estaba caliente y el ambiente cargado. Kris se incorporó lentamente. Se
sentía cansada, como si no hubiera pegado ojo.

Pestañeó y centró la vista en la silla junto a la ventana. Allí estaba Slappy, donde Lindy lo había puesto.

Y junto a él estaba el señor Wood, con el brazo en torno a los hombros de Slappy, sonriendo triunfal como si acabara de gastar una broma estupenda.

La noche del muñeco vivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora