El muñeco miró a Kris con una fea y malvada sonrisa.

-¡No consigo que se calle! ¡Yo no estoy haciendo nada! -gritó Lindy. Tiró con todas sus fuerzas y apartó al señor Wood de la cara de Kris.

Cody y Alice intercambiaron miradas de perplejidad. Kris, asustada, se levantó de la silla plegable y se apoyó contra el tronco del árbol.

-¿Que hablaba solo? -Miró fijamente al sonriente muñeco.

-C-creo que sí. No... no entiendo nada -declaró Lindy, con las mejillas encarnadas.

Barky ladraba y saltaba entre las piernas de Lindy intentando llamar su atención, pero la niña no apartaba la vista del rostro asustado de Kris.

-Es una broma, ¿verdad? -preguntó esperanzado Cody.

-¿Qué está pasando aquí? -terció Alice con los brazos cruzados.

Lindy, sin hacerles caso, tendió al señor Wood hacia Kris.

-Toma, es tuyo. A lo mejor tú puedes controlarlo.

-Pero...

Lindy miró el reloj.

-¡Oh, no! ¡La fiesta! ¡Llego tarde! -Y echó a correr hacia la casa-. ¡Luego! -gritó sin mirar atrás.

-Pero, Lindy... -la llamó Kris.
La puerta de la cocina se cerró de golpe detrás de su hermana.

Kris tomó al señor Wood por los hombros. El muñeco mostraba su malvada sonrisa y tenía clavada en su dueña una intensa mirada.

Kris se columpiaba echándose hacia atrás y levantando los pies en el aire. Las cadenas gemían. El viejo columpio del jardín, medio cubierto de óxido, no había sido muy utilizado en los últimos años.

El sol de la tarde comenzaba a ponerse tras la casa. De la ventana de la cocina emanaba un aroma a pollo asado. Kris oía a su madre trajinar preparando la cena.

Barky ladraba detrás de ella. Kris bajó los pies al suelo y detuvo el columpio para no darle un golpe.

-Que tonto eres. ¿No sabes que te puedes hacer daño?

En ese momento vio que Lindy se acercaba por el camino con Slappy bajo el brazo. Por la sonrisa que traía, Kris supo enseguida que la fiesta había sido un éxito. Pero de todas formas tenía que preguntar.

-¿Cómo te fué?

-¡Increíble! -exclamó Lindy-. ¡Slappy y yo estuvimos geniales!

Kris bajó del columpio y esbozó una forzada sonrisa.

-Qué bien.

-¡Los chicos disfrutaron como locos! -Lindy alzó a Slappy-. ¿Verdad,
Slappy?

-Les gusté yo. ¡A ti te odiaron! -declaró Slappy con la voz de falsete de Lindy.

Kris forzó una risa.

-Me alegro de que fuera bien -dijo, haciendo un esfuerzo por portarse con nobleza.

-Canté a dúo con Slappy y me salió muy bien. Luego hicimos el diálogo. ¡No sabes lo bien que nos fué!

«No sabe más que presumir», pensó Kris amargamente. No podía evitar sentirse celosa.

-Todos los niños hicieron cola para hablar con Slappy -prosiguió Lindy-.¿Verdad, Slappy?

-Les encanté a todos -hizo decir al muñeco-. ¿Dónde está mi parte del botín?

-¿Te pagaron veinte dólares? -preguntó Kris, pateando un matorral de hierbajos.

-Veinticinco. La madre de Amy dijo que soy tan buena que me merecía algo más. Ah, ¿y sabes qué? ¿Conoces a la señora Evans, la que siempre va vestida con pantalones de leopardo? Ya sabes, la madre de Anna. Pues me pidió que fuera a la
fiesta de Anna el domingo que viene. ¡Me va a pagar treinta dólares! ¡Me voy a hacer
rica!

-¡Vaya, treinta dólares! -murmuró Kris, moviendo la cabeza.

-Veinte para mí y diez para ti -dijo Slappy.

-¡Tengo que contárselo a mamá! -exclamó Lindy-. ¿Y tú, qué estuviste haciendo toda la tarde?

-Pues cuando te marchaste me quedé muy preocupada -contestó Kris, siguiendo a Lindy hacia la casa-. Por lo del señor Wood. Lo... lo dejé arriba. Alice y Cody se marcharon a sus casas y mamá y yo fuimos al centro comercial.

Barky, moviendo enloquecidamente la cola, pasó corriendo entre sus piernas, a punto de tirarlas a las dos.

-¡Cuidado, Barky! -gritó Lindy.

-Ah, casi se me olvida -dijo Kris, deteniéndose en el escalón de la puerta-. Paso una cosa.

Lindy se detuvo también.

-¿Algo bueno?

-Sí. Me encontré con la señora Berman en el centro. -La señora Berman era la profesora de música y organizadora del concierto de primavera.

-Qué emocionante -dijo Lindy, sarcástica.

-La señora Berman me preguntó si el señor Wood y yo podríamos ser los
maestros de ceremonia en el concierto. -Kris sonrió.

Lindy tragó saliva.

-¿Que te pidió a ti que presentes el concierto?

-Sí. Tengo que actuar con el señor Wood delante de todos -presumió Kris encantada. Vio una chispa de envidia en el rostro de Lindy y todavía se puso más
contenta.

Lindy abrió la puerta.

-Pues buena suerte -dijo secamente-. Con ese muñeco tan raro que tienes la vas a necesitar.

La familia pasó la cena hablando de la actuación de Lindy en la fiesta de Amy Marshall. Lindy y su madre charlaban animadamente. Kris comía en silencio.

-Tengo que admitir que al principio la cosa me pareció un poco rara -dijo la señora Powell mientras servía el helado del postre-. Me parecía increíble que te interesara la ventriloquia, Lindy. Pero supongo que se te da bien. Por lo visto tienes
talento.

Lindy resplandecía. La señora Powell no solía prodigarse en cumplidos.

-En la biblioteca del colegio encontré un libro sobre ventriloquia -dijo Lindy-. Había consejos muy buenos. Incluso había un número cómico para ensayar. -Echó una ojeada a Kris-. Pero yo prefiero inventarme mis propios chistes.

-Deberías ver el número de tu hermana -sugirió la señora Powell a Kris mientras le tendía un cuenco de helado-. A lo mejor sacas alguna idea para el concierto del colegio.

-Puede -replicó Kris, intentando disimular su fastidio.

Después de la cena el señor Powell llamó desde Portland. Lindy le contó su éxito con Slappy en la fiesta y Kris le dijo que le habían ofrecido presentar el concierto con el señor Wood. Su padre prometió no programar ningún viaje para poder asistir al evento.

Después de ver una película de vídeo que su madre había alquilado, las dos gemelas fueron a su habitación. Eran poco más de las once.

Kris encendió la luz. Lindy entró detrás. Las dos miraron la silla donde estaban los muñecos...

Y se quedaron sin aliento.

-¡Oh, no! -exclamó Lindy, llevándose una mano a la boca.

Esa tarde habían dejado a los muñecos sentados uno junto a otro, pero ahora Slappy estaba patas arriba, medio caído de la silla y con la cabeza en el suelo. Le
habían quitado los zapatos marrones que estaban tirados contra la pared. Tenía el traje medio bajado por los brazos, aprisionándole las manos a la espalda.

-¡M-mira! -balbució Kris, aunque su hermana ya miraba horrorizada la escena

-. El señor Wood es... -A Kris se le atascó la voz en la garganta.
El señor Wood se encontraba encima de Slappy, con las manos en torno a su cuello, como si estuviera estrangulándolo.

La noche del muñeco vivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora