-Échale la cabeza hacia delante -explicó Lindy-. Así. Si lo mueves arriba y abajo un poco, parecerá que se está riendo.

Kris bamboleó obedientemente al señor Wood en su regazo para hacerle reír.

-No le muevas tanto la boca -indicó Lindy.

-Están las dos locas -dijo Alice, la amiga de Lindy.

-Pues vaya novedad -bromeó Cody.
Estaban sentados los cuatro en una pequeña sombra bajo el arce del jardín de los Powell. Era una cálida tarde de sábado. El sol se alzaba alto en un cielo azul pálido y
algunos rayos de luz amarilla se filtraban entre las hojas que había por encima de sus
cabezas.

Barky estaba muy ocupado husmeando el jardín sin dejar de menear su colita. Kris estaba sentada en una silla plegable, apoyada contra el retorcido tronco del árbol. Tenía al señor Wood en el regazo.

Lindy y Alice se habían acomodado al borde de la sombra, con las manos cruzadas ante el pecho, y contemplaban la actuación de Kris con cara de concentración y el ceño fruncido.

Alice era una niña alta y delgada, con el pelo largo y lacio a la altura de los hombros, nariz respingona y una boca muy bonita en forma de corazón. Llevaba unos pantalones cortos blancos y tenía una larga brizna de hierba entre los dientes.
Kris intentaba mostrar sus habilidades como ventrílocua, pero Lindy no hacía más que interrumpirla con sus «solícitas» sugerencias. Cuando no estaba haciendo sugerencias, Lindy miraba muy nerviosa su reloj. No quería llegar tarde a su trabajo en la fiesta de Amy, a las dos en punto.

-Están más locas que una cabra -le dijo Alice.

-De eso nada -replicó ella-. Slappy es muy gracioso. A lo mejor de mayor llego a ser una artista cómica o algo así. -Volvió a mirar el reloj.

-Pues en el colé todos piensan que están chifladas las dos -insistió Alice, espantándose una mosca del brazo.

-Me da igual. Más chiflados están ellos.

-Como tú -dijo el señor Wood.

-Se vio como mueves los labios -le dijo Lindy a su hermana. Kris puso los ojos en blanco.

-Oye, déjame ya. Me has estado molestando toda la mañana.

-Sólo intentaba ayudarte. No tienes por qué ponerte así.

Kris lanzó un furioso gruñido.

-¿Fué tu estómago? -le hizo decir al muñeco. Cody se echó a reír.

-Por lo menos hay una persona que te ve la gracia -dijo Lindy secamente-, pero si quieres actuar en fiestas más vale que te busques chistes mejores.

Kris dejó caer al muñeco sobre su regazo.

-No encontré ningún libro de chistes -dijo desanimada-. ¿Tú de dónde los sacas?

Lindy esbozó una mueca de superioridad y se echó el largo pelo tras el hombro.

-Me los invento yo -dijo muy tiesa.

-¡Es que tú eres un chiste con patas! -exclamó Cody.

-Ja ja, recuérdame luego que me ría.

-¿Cómo es que no sacaste tu muñeco? -le preguntó Alice-. ¿No quieres ensayar para la fiesta?

-No me hace falta -replicó Lindy-. Lo tengo dominado. No quiero ensayar demasiado.

Kris refunfuñó.

-Algunos padres se van a quedar en la fiesta para vernos a Slappy y a mí - prosiguió Lindy, sin hacer caso de su hermana-. Si les gusto a los niños, a lo mejor sus padres me contratan para sus fiestas.

-¿Y por qué no hacen un número juntas Kris y tú? -sugirió Alice-. Sería buenísimo.

-Sí. ¡Tremendo número! ¡Habría cuatro muñecos! -bromeó Cody.

Alice fue la única que se rió. Lindy hizo una mueca al muchacho.

-La verdad es que podría ser divertido -dijo pensativa-. Cuando Kris esté preparada -añadió.

Kris respiró hondo dispuesta a replicar enfadada, pero antes de que pudiera abrir la boca, Lindy le arrebató al señor Wood de las manos.

-Te voy a enseñar unas cuantas cosas -dijo Lindy, poniendo el pie en la silla de Kris y colocándose al señor Wood en el regazo-. Tienes que sostenerlo más derecho. Así.

-¡Oye, devuélvemelo! -Kris alzó la mano.

En ese momento el señor Wood bajó de pronto la cabeza para mirarla.

-¡Eres una idiota! -la insultó en plena cara, con un grave y ronco gruñido.

-¿Eh? -Kris se apartó sorprendida.

-¡Eres una una idiota! -repitió el señor Wood con el mismo áspero vozarrón.

-¡Lindy, ya basta! -gritó Kris.

Cody y Alice se las habían quedado mirando con la boca abierta.

-¡Imbécil! ¡Cretina! ¡Largo de aquí! ¡Vete a la mierda, idiota!

-¡Dios mío! -exclamó Cody.

-¡Que se calle! -le gritó Kris a su hermana.

-¡No puedo! -respondió Lindy con voz temblorosa. Tenía la cara muy pálida y los ojos desorbitados de miedo-. No puedo hacerlo callar, Kris. ¡El muñeco habla solo!

La noche del muñeco vivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora