-Lo enterraremos -dijo Kris.
-¿Eh? -Lindy ahogó un bostezo.
Llevaban una eternidad discutiendo en susurros, intentando trazar un plan. Continuamente se oían los apagados gritos del muñeco en el interior del armario.
-Lo enterraremos debajo de aquel montón de tierra -dijo Kris, mirando por la ventana-. El que hay al lado de la casa nueva.
-Sí, ok, no sé -replicó Lindy-. Estoy tan cansada que no puedo ni pensar. -Echó un vistazo al reloj de la mesilla. Eran casi las tres y media de la mañana-. Sigo
creyendo que deberíamos despertar a mamá y papá -dijo, con el miedo reflejado en los ojos.-No podemos. Ya lo hemos hablado mil veces-. No nos creerán. Si les
despertamos vamos a tener problemas.-¿Cómo podríamos tener más problemas? -preguntó Lindy, señalando con la cabeza el armario, donde todavía se oían los furiosos gritos del señor Wood.
-Vístete -ordenó Kris con renovadas energías-. Lo enterraremos y no tendremos que volver a pensar en él.
Lindy se estremeció y miró su muñeco, doblado en la silla.
-Ya no soporto mirar a Slappy. Estoy tan arrepentida de haber empezado con esto de los muñecos...
-Shhhh. Tú vístete -dijo Kris impaciente.
Un momento después, las niñas bajaban por las escaleras en la oscuridad. Kris llevaba la maleta en los brazos, intentando apagar las furiosas protestas del señor
Wood.Al llegar abajo se detuvieron a escuchar, por si sus padres se habían despertado.
Silencio.
Lindy abrió la puerta principal y salieron. El aire era sorprendentemente fresco y
húmedo. Había comenzado a caer un denso rocío y el césped brillaba bajo la luz de la media luna. Las briznas de hierba mojada se les quedaban pegadas a las zapatillas de deporte.Al llegar al garaje Lindy abrió la puerta despacio, sin un ruido, hasta la mitad. Entró agachada y salió un momento después con una gran pala de nieve.
-Esto nos servirá -susurró, aunque no había nadie por allí.
Kris miró la calle mientras se dirigían al jardín de la casa de al lado. El rocío matutino envolvía en niebla las farolas, cuya pálida luz parecía oscilar como la de una vela. Todo parecía temblar bajo el oscuro cielo púrpura. Kris dejó la maleta junto al gran montón de tierra.
-Vamos a cavar aquí mismo -dijo, señalando la parte más baja.
-Se los advierto -amenazó el señor Wood-. Su plan no funcionará.
¡Tengo poderes!-Empieza tú primero -sugirió Kris, sin hacer caso de los gritos del muñeco-. Luego lo haré yo.
Lindy sacó una paletada de tierra. Kris se estremeció. El rocío era frío y húmedo. Una nube cubrió la luna y oscureció el cielo.
-¡Saquenme de aquí! -gritó el señor Wood-. Saquenme ahora mismo y su castigo no será tan severo.
-Más deprisa -susurró impaciente Kris.
-Voy lo más deprisa que puedo -se quejó Lindy. Había cavado un agujero cuadrado bastante grande en la base del montículo-. ¿Hay que hacerlo mucho más hondo? -preguntó.
-Sí. Toma, vigila la maleta que voy a cavar yo.
Algo echó a correr cerca de los arbustos que separaban los jardines. Kris alzó los
ojos y contuvo la respiración al ver una sombra que se movía.-Creo que era un mapache -dijo Lindy con un escalofrío-. ¿Enterramos al señor Wood con la maleta o lo sacamos?
-¿Crees que mamá se dará cuenta de que falta la maleta? -preguntó Kris, tirando a un lado una palada de tierra.
Lindy negó con la cabeza.
-No la usamos nunca.
-Entonces lo enterraremos con la maleta. Será más fácil.
-Se arrepentirán -gruñó el muñeco. La maleta se estremeció y estuvo a punto de caerse de lado.
-Tengo tanto sueño -dijo Lindy, tirando los calcetines al suelo antes de acostarse.
-Pues yo estoy espabiladísima -dijo Kris, sentada al borde de su cama-. Supongo que es porque estoy feliz de habernos librado de esa espantosa criatura.
-Es todo tan raro -comentó Lindy mientras se acomodaba la almohada debajo de la cabeza-. No me extraña que mamá y papá no nos creyeran. Yo misma tampoco
estoy muy segura de creérmelo.-¿Pusiste la pala en su sitio?
Lindy asintió.
-¿Y cerraste la puerta del garaje?
-Shhh. Me estoy durmiendo. Menos mal que mañana no hay colegio. Podremos dormir hasta tarde.
-Yo espero poder dormir -dijo Kris, dudosa-. Estoy nerviosísima. Fué todo como una pesadilla espantosa. Estoy pensando que... ¿Lindy? Lindy, ¿estás despierta?
No. Su hermana se había dormido.
Kris se quedó mirando el techo. Se tapó con el embozo hasta la barbilla. Todavía tenía frío. No podía quitarse de encima la helada humedad del aire matutino. Pero al
cabo de un rato, con la cabeza llena del torbellino de cosas que habían pasado esa noche, Kris también se durmió.El ruido de las máquinas la despertó a las ocho y media de la mañana siguiente. Se estiró y se frotó los ojos para sacudirse el sueño. Luego se acercó a la ventana y se inclinó sobre la silla de Slappy para mirar fuera.
Era un día gris y nublado. En el solar contiguo había dos enormes apisonadoras amarillas aplanando el terreno detrás de la casa nueva.
«¿Aplastarán el montículo de tierra? -se preguntó Kris-. Sería perfecto.» La niña sonrió. No había dormido mucho, pero se sentía como nueva.Lindy no se había despertado. Kris pasó de puntillas a su lado, se puso la bata y fue al piso de abajo.
-Buenos días, mamá -dijo contenta, atándose el cinturón de la bata mientras entraba en la cocina.
La señora Powell estaba en el fregadero. Se dio media vuelta para mirarla. Kris se sorprendió al ver su expresión de enfado, y siguió su mirada hasta el mostrador de la
cocina.-¡Ah! -exclamó al ver al señor Wood. Estaba sentado en el mostrador con las manos en el regazo. Tenía el pelo, la frente y las mejillas manchados de tierra roja.
Kris se llevó las manos a la cara con expresión de horror.-¡Te habíamos dicho que no volvieras a tocar ese muñeco! -la reprendió su madre-. ¿Qué tengo que hacer contigo, Kris?
El señor Wood le hizo un guiño y le dedicó una amplia y malvada sonrisa.
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La noche del muñeco viviente
HorrorLa historia y los personajes pertenecen a R.L Stine, yo sólo comparto su historia con ustedes. Lindy ha encontrado un muñeco al que llama Slappy, y cuando lo maneja se convierte en el centro de atención. Su hermana Kris le tiene envidia, por lo que...