-Eso es, cierra la puerta -dijo el señor Powell muy serio, mirando a Kris con los ojos entrecerrados.

Estaba muy cerca de ella, con los brazos cruzados, asegurándose de que seguía sus instrucciones. Kris había doblado cuidadosamente al señor Wood por la mitad y lo había metido en el fondo del estante del armario. Ahora cerró la puerta como le habían ordenado.

Lindy observaba en silencio desde su cama, con expresión preocupada.

-¿Tiene llave el armario? -preguntó el señor Powell.

-No -contestó Kris, bajando la cabeza.

-Bueno, pues así se queda -dijo él-. El lunes me lo llevaré de nuevo a la casa de empeños. Hasta entonces no se te ocurra sacarlo.

-Pero, papá...

El señor Powell alzó la mano para callarla.

-Tenemos que hablar -suplicó Kris-. Tienes que escucharme. Lo que ha pasado esta noche... no era ninguna broma. Yo...

Su padre le dio la espalda con el ceño fruncido.

-Lo siento, Kris. Lo discutiremos mañana. Tu madre y yo estamos demasiado enfadados y preocupados para hablarlo ahora.

-Pero, papá...

Él salió de la habitación sin hacerle caso. Kris oyó sus pasos, fuertes y
apresurados, por las escaleras. Luego se volvió lentamente hacia Lindy.

-¿Y ahora me crees?

-Yo... no sé qué creer -dijo Lindy-. Fué tan... tan increíblemente
asqueroso.

-Lindy, yo...

-Papá tiene razón. Ya hablaremos mañana. Seguro que mañana las cosas están más calmadas.

Pero Kris no podía dormir. No hacía más que dar vueltas, incómoda en la cama, totalmente despierta. Se puso la almohada en la cara y se quedó así un rato, agradeciendo la oscuridad. Luego la tiró al suelo.
«No podré dormir nunca más», pensó.

Cada vez que cerraba los ojos volvía a ver la espantosa escena de la sala de actos. Oía los chillidos atónitos de los niños y los padres del público, oía cómo los gritos sorprendidos se convertían en expresiones de asco mientras aquella porquería putrefacta salpicaba a todo el mundo.

Había sido asqueroso, totalmente asqueroso. Y todos le echaban la culpa a ella.

«Mi vida está arruinada -pensó Kris-. No podré volver allí nunca más. No podré volver al colegio. No podré volver a asomar la cara en ningún sitio. Toda mi vida ha quedado arruinada por ese estúpido muñeco.»

Lindy respiraba suavemente en la cama de al lado, con un ritmo tranquilo y regular. Kris miró la ventana del dormitorio. Las cortinas filtraban la pálida luz de la
luna. Slappy estaba sentado en su sitio habitual, doblado en dos con la cabeza entre las rodillas.

«Estúpidos muñecos -pensó Kris con amargura-. Son tan estúpidos...»
Echó un vistazo al reloj. La una y veinte. En el exterior se oyó un ronco rumor y el suave chirrido de unos frenos. Debía de estar pasando algún camión.

Kris bostezó. Cerró los ojos y vio el asqueroso líquido verde saliendo de la boca del señor Wood.

«¿Lo veré cada vez que cierre los ojos? -se preguntó-. ¿Qué demonios era? ¿Cómo han podido pensar todos que yo he hecho algo tan... tan...?»

El rumor del camión se desvaneció a lo lejos. Pero entonces Kris oyó otra cosa.

Un suave paso. Alguien se movía. Kris contuvo el aliento y se puso a escuchar. Silencio. Un silencio tan pesado que oía el fuerte martilleo de su corazón. De pronto otro paso. Una sombra se movía.

La puerta del armario se abrió de golpe... ¿O no eran más que las sombras danzando?

No. Alguien se movía. Algo se movía en el armario. Algo caminaba furtivamente hacia la puerta del dormitorio, despacio, en silencio.
Kris bajó los pies al suelo y escudriñó las tinieblas hasta clavar la mirada en la figura silenciosa que no dejaba de moverse.

«¿Qué está pasando?», se preguntó. La sombra se movió de nuevo. Se oyó como un arañazo, el ruido de una manga rozando el marco de la puerta.

Kris se levantó y se acercó a la puerta con las piernas temblando, detrás de la sombra. Salió al pasillo, que estaba todavía más oscuro, puesto que no tenía ventanas.
Se dirigió hacia las escaleras. La sombra se movía ahora deprisa y Kris la seguía descalza, sin hacer ruido sobre la alfombra.

«¿Qué está pasando? ¿Qué está pasando?»

En el rellano alcanzó a la figura.
-¡Hey! -dijo en un tenso susurro. Tomó la sombra por el hombro y la obligó a darse la vuelta... Para encontrarse cara a cara con el rostro sonriente del señor Wood.

La noche del muñeco vivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora