Unos días después, al acabar las clases, Kris se fue a su casa con Cody. Era una tarde cálida y húmeda. Los árboles estaban inmóviles y arrojaban poca sombra sobre la acera. Del asfalto parecían salir nubes de vapor.

-Ojalá tuviéramos piscina -murmuró Kris, quitándose la mochila del hombro.

-Sí, ojalá -dijo Cody mientras se enjugaba la frente con la manga de su camiseta roja.

-Me gustaría meterme en una piscina enorme de té helado, como en los anuncios de la tele. Son siempre tan refrescantes.

Cody hizo una mueca.

-¿Bañarte en té helado? ¿Con hielos y trozos de limón?

-Déjalo -masculló Kris.

Cruzaron la calle. Un par de niños, conocidos suyos, pasaron en bicicleta. En una escalera apoyada en una esquina había dos hombres con uniformes blancos pintando
las cañerías.

-Qué calor deben de estar pasando -comentó Cody.

-Vamos a cambiar de tema -dijo Kris.

-¿Qué tal te va con el señor Wood?

-Bastante bien. Creo que tengo algunos chistes muy buenos. El concierto es mañana y creo que estoy preparada.

Se detuvieron en la esquina y dejaron pasar una enorme furgoneta azul.

-¿Ya te hablas con tu hermana? -preguntó Cody. El fuerte sol hacía brillar su pelo rubio.

-Un poco -contestó Kris haciendo una mueca-. Le hablo, pero no la perdoné aún.

-Te jugó una buena -dijo Cody, volviéndose a enjugar la frente con la manga.

-Me sentí tan tonta -admitió Kris-. La verdad es que fui una estúpida. Llegó a hacerme creer que era el señor Wood el culpable de todo. -Kris movió la cabeza.

Cada vez que se acordaba volvía a darle vergüenza. Al ver su casa, Kris abrió la mochila para coger las llaves.

-¿Le has contado a tu madre la bromita de Lindy? -preguntó Cody.

Kris movió la cabeza.

-Mi madre está muy enfadada. No quiere ni oír hablar de los muñecos. Mi padre llegó anoche de Portland y mi madre le contó lo que había pasado, así que ahora tampoco podemos hablar de los muñecos con él.-Encontró por fin las llaves y entró en el camino particular de su casa-. Gracias por acompañarme.

-Bueno, de nada. -Cody se despidió con la mano y se marchó.

Al meter la llave en la cerradura Kris oyó a Barky ladrar y saltar muy excitado al otro lado de la puerta.

-Ya voy, Barky. Aguanta un poco.
En cuanto abrió, Barky se puso a lamerla y a gemir como si llevara meses sin verla.-¡Ok, ok! -exclamó ella riendo.

Tardó un rato en calmar al perro. Luego se preparó algo de comer en la cocina y subió a su habitación para ensayar con el señor Wood.
Tomó al señor Wood de la silla, donde se había pasado el día junto a Slappy, y con una lata de Coca-Cola en una mano y el muñeco al hombro, Kris se dirigió al
tocador y se sentó ante el espejo.

Era el mejor momento del día para ensayar, pensó Kris. No había nadie en casa. Sus padres estaban trabajando y Lindy estaba en alguna actividad extraescolar.

Kris se puso al señor Wood en el regazo.

-Es hora de trabajar -le hizo decir moviéndole los labios. Luego le giró los ojos de un lado a otro.

Al muñeco se le había abierto un botón de la camisa. Kris apoyó al muñeco contra el tocador para abrochárselo y en ese momento algo le llamó la atención, algo amarillo dentro del bolsillo.

La noche del muñeco vivienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora