25 años atrás, Moscú, Rusia.
Acercó sus pequeños dedos arriba y debajo de sus ojos para luego mover los párpados suavemente y ver si de esa manera estos podían aumentar su tamaño y quedarse así para siempre. Bufó cuando después de unos minutos aquel ejercicio resultó inútil, sus ojos se veían igualmente rasgados. Necesitaba ayuda ¡La necesitaba ahora!
Caminó rápidamente hacia la oficina que tenía su padre, no le importaba tener que recorrer la mansión completa en busca de él, pero necesitaba un consejo o cualquier palabra que calmara a su corazoncito.
Al abrir la puerta de la oficina no encontró a nadie ¿Es que acaso estaba en otra parte?
-¡Señorito Stepanov!- Se volteó asustado, sin embargo, sabía que estaba en buenas manos y no sería reprendido de manera tan dura. Era Ekaterina, su niñera favorita- No debería estar moderando estos lugares, sabe que la oficina es una zona prohibida sin la presencia de su padre ¿Qué es lo que sucede?
Llevó las manos tras su espalda arrepentido. Viktor Stepanov, su padre, había sido muy enfático en decir desde que tenía uso de razón, que había lugares a los cuales él como pequeño no podía entrar sin la presencia de un adulto, pero, había una habitación prohibida y era la oficina ¿Qué sucedida si arruinaba documentos laborales?
-Quería ver a mi papito- Balbuceó- Es que... es que...
Ekaterina se agachó frente a él y sostuvo su rostro con ambas manos, aquellos enormes ojos azules eran envidiables, era como un hada mágica de cabello ondulado y rubio, su tacto, su disposición absoluta, su dulzura e inteligencia innata, eran atributos que la habían hecho la adecuada para formar parte del selecto staff que trabajaba con la familia Stepanov a pesar de tener solo 16 años.
-Su padre se ha ido a trabajar, señorito Stepanov, y nos ha encomendado acompañarlo a su primer día de clases ¿Eso es lo que le preocupa?
Negó lentamente. Tanto tiempo sucediendo lo mismo y aún no se acostumbraba al hecho de que prácticamente no compartía con su padre.
-Es que... señorita Ekaterina, mire mis ojos- Parecían más rasgados cuando hacía fuerza para evitar llorar- No son como los suyos, ni los de mi papá, ni los de nadie en este lugar, los odio, no puedo ir así a mi primer día de clases ¡Seré el hazme reír de todos!- Balbuceaba- Me comí todas mis verduras, pero aún así no cambian ni su forma ni su color... yo los odio ¡Los odio mucho!
¿Era normal para un niño de 5 años y meses hablar de esa manera?
La muchacha secó cada una de sus lágrimas y lo abrazó para contenerlo y susurrarle una historia. Debía explicarle que cada ser humano era distinto, que existían formas y colores, así como razas. Sus bellos ojos los había heredado de su madre, una preciosa mujer coreana a la que Viktor Stepanov había amado intensamente.
-Desde que tengo uso de razón es que he compartido con los Stepanov, mi madre ha trabajo por años aquí y dado por eso, es que este año me encomendaron ser su niñera... la cosa es que- Le sonrió con ternura- Recuerdo merodear por la cocina a escondidas cuando era niña y ¿Sabe lo que escuché esa vez? Escuché a la señora Stepanov tararear... recuerdo que estuve tan curiosa que asomé mi rostro y vi una escena digna de un cuento de princesas... vi a su madre bailando lentamente en los brazos de su padre mientras este le decía que la amaba... tales palabras la hicieron reír provocando que sus ojos se rasgarán más- Sonrió con tristeza en los ojos- El señor Stepanov contuvo el aliento y le dijo que eran los ojos más bellos que había visto...
-¿De verdad sucedió eso?- El tinte de esperanza en su voz fue tanta que Ekaterina asintió rápidamente.
-Lo fue, señorito Stepanov, usted heredó ojos hermosos... ojos que enamoraron a sus padres, así que no tenga miedo de lo que pueda suceder hoy en el colegio... se divertirá, jugará y comerá, siempre teniendo en mente la historia que le he contado.
ESTÁS LEYENDO
La mascota del ruso | Nomin |
FanfictionEl día que un regalo llegó a sus manos, Jeno supo que las cosas cambiarían para siempre ¿Quién pensaría que podía comunicarse con otra persona a través de una hoja? Lo único que sabía era su género, pero no conocía su voz, ni su rostro, mucho menos...