25 | Caos en San Petersburgo |

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Miércoles 1 de diciembre 2021, unas semanas después

Quizás era a la gran influencia de los Stepanov, quizás se debía la inteligencia del jefe de seguridad o quizás eran ambas, pero el caso de la muerte de Ekaterina no se desarrolló lo suficiente como para ir a juicio o algo por el estilo, Gavrel había sido muy inteligente en grabar todo en video, porque de esa manera pudieron dar cuenta del intento de abuso de parte de ella o cuando lo apuntó con un arma.

Todo fue calificado como defensa propia, probando así la inocencia del adolescente.

Era ella o él.

La familia le dio sepultura en el máximo hermetismo, sin un pronunciamiento, nada, después de un par de días nadie se acordó de su existencia, el público solo estaba enfocado en condenar a Kliment Gusev, deshacerse del cariño que alguna vez le tuvieron y armar campañas para perseguir a los violadores y pederastas.

Y a pesar que nadie, fuera de algunas personas puntuales, sabía sobre el autor de ambas muertes, Gavrel sentía que no podía recuperarse de esa noche ni quitarse la sensación de suciedad de sus manos.

Matar no era fácil, no cuando hay bondad en tu corazón.

Para distraerse retomó las clases presenciales e ignoró cualquier deseo de querer autolesionarse, hacía el esfuerzo de incluirse en las conversaciones de sus amigos, se refugiaba en los abrazos de Milena, asistía a terapia con psicólogo y también con psiquiatra.

Pero lejos, una de las cosas que más le ayudaba en esta batalla para no volver a caer en la locura, era su familia que no dudaba en demostrarle cuanto lo amaban.

-¿Puedo pasar?

John cerró el computador que tenía sobre sus piernas para mirar a Mark, el muchacho cargaba una bandeja con té y algo para comer ¿Galletas tal vez?
Su sola presencia hizo cambiar su ceño fruncido a uno más amigable.

Asintió, el canadiense parecía muy contento con eso así que cerró la puerta con el pie y acomodó la bandeja en la mesa del costado, luego se sentó en la orilla de la cama para mirar fijamente al ruso, alguien que no pudo evitar sonrojarse y mirar hacia el costado.

-¿Ha sido difícil? -después de unos segundos, John asintió- ¿Por qué no ha dicho nada al señor Stepanov?

-Porque soy su jefe de seguridad, porque mi deber es procurar que él y todos nosotros estemos bien, nada puede salir mal -sonrió con sarcasmo, luego su rostro volvió a uno con expresión complicada- no fue fácil alejar a la prensa de este asunto ni mantener la identidad de Gavrel en secreto, mucho menos todo el asunto legal.

-Pero usted también tiene derecho a sentir, señor, debe permitirse sentir, sino terminará enfermo.

Le extendió un trozo de galleta. ¿Cómo un "ex policía" una máquina de la justicia, podía comportarse como una bola de algodón con un peligroso jefe de seguridad?

John no quería permitirse sentir temor o esas cosas de debilidad, porque toda su vida luchó contra eso y porque los consideraba unas desventajas para su trabajo, sin embargo estaba aquí mirando a un japonés que quería darle de comer.

Después de observarlo intensamente, su barbilla tembló.

No, no era fácil ser él, su posición era tan complicada que una idea mal calculada podía significar la muerte, porque debía pensar en la seguridad física, así también como la seguridad cibernética, armar planes, contratar a los mejores, procurar que sus trabajadores estuvieran sanos, que nada se saliera de los protocolos, que cada paso que los Stepanov daban fuera monitoreado, investigar a todo el mundo con los que se relacionaban, de recibir reportes de cada negocio que poseían, etc.

La mascota del ruso | Nomin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora