En un silencioso viaje sobre las nubes, con un cielo tan azul-celeste como los ojos de Gavrel, aquella taza de porcelana fina se dirigía a sus labios para entregarle el delicioso sabor del café. No es como si no estuviera acostumbrado a los lujos, pero debía admitir que esto se sentía bien, puesto que eran pocas las veces en las que tenía un espacio para sí mismo.
Miró disimuladamente hacia el lado, allí en otro asiento un poco más lejos del suyo, Na Jaemin revisaba documentos, seguramente antecedentes de las personas con las que se reunirían como lo había mencionado camino al aeropuerto.
Sus ojos no pudieron evitar reparar en detalles, como la forma de sus labios cuando se concentraba.
Demonios ¿Por qué creyó que había sido correcto aceptar una apuesta para besarlo? Nadie se atrevería a faltarle el respeto de esa manera ¿Qué cosas habían pasado por su cabeza?
De pronto tuvo un pensamiento un poco retorcido, meneó la cabeza y quedó con la vista en su taza de café.
-Faltan 3 horas para llegar a la ciudad Bucarest, señor Stepanov - su voz sonó plana, como la de todo guardaespaldas- allí estará esperando un vehículo que será revisado por nuestro equipo de seguridad, y, cuando esté todo en orden, podremos abordarlo para ser dirigido al hotel.
-Spasibo.
Volvió su atención al computador, mientras que él no podía evitar ver el cambio que tenía su persona después de firmar el documento. Era como si algo faltara, pero no era algo que extrañara. ¿Cierto?
Cambió su atención hacia la ventana que tenia a su costado y la forma hermosa que tomaban las nubes, y de pronto se vio a sí mismo con 20 años menos, corriendo con la inocencia de un infante que aún no era corrompido por los negocios de su padre, con la alegría de haber encontrado a un amigo que lo quisiera por lo que era, un amigo mágico como él creía.
Jaemin, que estaba leyendo documentos de seguridad, miró por un momento al hombre a su lado. Los ojos de Stepanov estaban ligeramente húmedos y su rostro parecía embargado por la tristeza ¿Qué estaría pensando? Tuvo la tentación de prestarle apoyo, pero eso sería cruzar la línea que tendría un jefe con su empleado. Además, fuera lo que fuera que estuviera pensado, no estaba relacionado con él.
San Petersburgo, Rusia.
Los hombres que estaban presentes en ese salón tenían muy en claro una cosa, mientras estuvieran en horarios laborales nadie podía "salirse del guión", ni una sola gota de alcohol podía estar en su sangre, mucho menos las drogas cualquiera fuera su composición, aunque para este último había o tolerancia incluso en los ratos libres, algo que se comprobaba con exámenes mensuales. Stepanov era muy estricto y no trabajaba con fanáticos principiantes, ellos lo sabían, así también como que el jefe de seguridad del oligarca era alguien a quien debían temer, un hombre respetado a quien solo unos pocos eran "merecedores" de su simpatía.
Un jefe que ahora mismo estaba comentándoles los siguientes movimientos a seguir en el plan, cuando de pronto unos golpes sonaron fuertemente contra la puerta.
Uno de ellos recibió el permiso para abrir con la llave por dentro, aunque solo bastó mover la puerta un centímetro para que el canadiense entrara respirando agitado y con los ojos húmedos.
Como este era el hombre de seguridad personal de Gavrel, John estuvo en alerta inmediata.
-¿Podría saber porque interrumpes una reunión de esa manera?
-Donghyuck se fue - murmuró con la voz temblando, se comunicaban en inglés - dejó una carta y se fue...
Antes de si quiera preguntarlo, el ruso le había arrebatado la carta de las manos temblorosas para leerla, unas palabras expresadas en coreano para que nadie más que solo unos pocos pudieran entenderla.
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La mascota del ruso | Nomin |
Fiksi PenggemarEl día que un regalo llegó a sus manos, Jeno supo que las cosas cambiarían para siempre ¿Quién pensaría que podía comunicarse con otra persona a través de una hoja? Lo único que sabía era su género, pero no conocía su voz, ni su rostro, mucho menos...