Capítulo 43

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Una vez que estuve perfectamente lista, me reuní con Alexey para bajar juntos al salón y que anunciaran nuestra presencia. Debo admitir que, en el instante en que lo vi, mi corazón se agitó como el de una niña; es tan bien parecido.

Nunca creí verlo en una vestimenta semejante y vaya que tiene toda la apariencia de un rey.

Similar a eventos anteriores, opté por no apartarme de Alexey. Presiento que ya entendió que estoy dispuesta a irme si me deja sola.

Ahora comienzo a reconocer las caras de los presentes, a razón de que asisten los mismos de siempre, más que uno que otro invitado especial. En su mayoría pertenecen al mundo laboral de Alexey, así que prefiero no preguntar.

Olive vino acompañada de aquel chico con el que la encontré en casa de Alicia y se pasean juntos como si fuesen una pareja establecida. Hay algo en ese sujeto que no me gusta para nada, pero ya decidí no inmiscuirme. Basta con que deje de mirarlos.

Marina no se ha despegado de Logan, quien sigue con la mirada a cada chica que pasa delante, solo por un momento.

Jimena y Kaede no se separan del otro. Los dos lucen muy curiosos.

Y Alicia tiene el papel de chaperona de todos sus hijos, no parece siquiera tener ganas de conversar con algún invitado, como ha hecho en otras ocasiones.

Tengo que mantenerlos en mi campo de visión a cada uno si no quiero que se acerquen al despacho de Alexey. No pienso volver a pasar por lo mismo otra vez.

—¿Estás aburrida? —me preguntó Alexey.

—Siento que estoy en una pastelería y todos los pasteles... se mueven —respondí mirando fijamente al centro.

—Pensé que no tenías imaginación.

—Es que no me sirve para nada —lo volteé a ver—. ¿Cuánto tiempo nos quedaremos aquí?

—Vivimos aquí —repuso.

—Te juro que no se me olvida —dije con sarcasmo—. Quiero decir que, ¿después de cuánto?, nuestra presencia ya no es necesaria.

—Dos horas, por lo menos —bebió de su copa.

Dos horas. Rodeé los ojos. No voy a repasar ningún texto u obra dramática en esas dos horas. Es que, el que estas mujeres parezcan pasteles, me abrió el apetito y es en lo único en lo que puedo pensar ahora.

Rafaela me ofreció un bocadillo, mismo que acepté además de un pequeño trago de vino. No me gustó ninguno de los dos, pero así por lo menos mi estómago dejó de gruñir.

Nadie nos preguntó, nada más era protocolo, al parecer, que con Alexey ejecutáramos una pieza en medio del salón, para la que los invitados nos cedieron completa soledad y, en un tiempo prudente, se iban a poder acercar.

Nos situamos en medio del salón y la melodía correspondiente comenzó. Esperaba que esto concluyera lo más rápido que se pudiera, en cambio, al sujetarme con fuerza, todo lo demás dejó de ser importante y de existir. Tomé su mano y alguno de los dos apretaba más fuerte.

Cuando lo tengo así de cerca, prestándome atención, tomándome con seguridad y delicadeza, pienso que no todo lo que quiero de él es físico; va mucho más allá que eso.

Si está cerca, mirándome así, siento que puede ver mi corazón, el cual late solo porque está aquí, y desearía que el suyo también latiera por mí. No quisiera que todo lo que abrigo en el fondo de mi alma lo experimente yo sola, porque es demasiado como para que él no lo sienta también.

Cada segundo que Alexey me dio únicamente a mí, lo viví en todo en sentido de la palabra.

Él es tan mío como yo suya.

Me acerqué a él después de un giro y, en la corta distancia, vi que en sus ojos nada más estaba yo, así como él en los míos. Estábamos a un centímetro de besarnos, sino hubiera sido por que la primera sinfonía concluyó y el espacio dejó de ser nada más para nosotros.

Sin soltar su mano, nos alejamos del centro, para permitirle a los invitados tomar su propio protagonismo. A veces siento que no quiero soltarlo nunca.

—¡Hola! —gritó Susana cerca de mí, arrastrando a su esposo del brazo.

—Hola —respondí. Mis oídos...

—Se ven muy guapos los dos —expresó la mujer con una enorme sonrisa.

—Gracias.

Eché un vistazo a Nhean, se le ve realmente incómodo por estar obligado a venir a saludar. Ambos lucen muy bien, aunque la única que parece disfrutarlo es Susana.

—Por cierto, Alex, mi hermana está algo incómoda con tu amigo, Federico —mencionó la chica con cierto nerviosismo.

No he visto a Harmony, no creí que siquiera fuera a venir. Pude haberle consultado antes, aunque, el que esté aquí, no me interesa en realidad. Lo que sí me intranquiliza es que haya conflictos entre ella y los hijos de Alicia, quienes superan a Ripoll en número.

—¿Y qué quieres que yo haga? —repuso Alexey.

—Es tu amigo, ¿puedes decirle que la deje en paz? Por favor —solicitó de la mejor manera posible.

—... Está bien —accedió a regañadientes.

—¡Gracias! Voy a buscar a mi mamá, ahora regresamos —aseguró y se alejó con su esposo.

—A donde quieras, pero vámonos —me susurró Alexey.

—¿Me acompañas al sótano?

No dijo que sí y tampoco que no, nada más me siguió a un metro de distancia. Unos pasos adelante, intuí que en realidad no quería venir, entonces recordé lo que Emma me dijo sobre él cuando niño.

—¿Para qué vamos al sótano? —preguntó a medio camino, ya lejos de la vista de los invitados.

—No..., no vamos al sótano —expliqué y vi su expresión tranquilizarse—. El día que bajé por un vino que faltaba en la lista de Karen, se me olvidó algo en la cava.

—¿Es necesario ir por eso ahora? —inquirió con desdén.

—¿Quieres volver allá?

—... No —musitó.

Tenía guardada la llave dentro de uno de los tantos pliegues del vestido, por lo que me tomó un momento encontrarla.

La saqué y abrí la puerta.

—¿Puedes encender una de las luces? —le pedí antes de bajar. Alexey no puso objeción, descendió y enseguida iluminó un fragmento de la bodega.

Cerré con seguro y bajé.

Estoy segura de que este vestido hará que me caiga en cualquier segundo. Es increíble que me haya cansado con tan solo descender veinte escalones.

Lo vi de pie mirando alrededor, como si nunca hubiera venido aquí. Por lo que he visto, Alexey casi nunca opta por vinos, de modo que es probable que este sitio no le interese o le asuste. Tampoco pretendo hacerle pasar un mal momento como el que yo tuve cuando vine aquí.

—¿Qué dejaste aquí? —me volteó a ver. Colgué la llave en mi cuello y la guardé dentro del vestido.

—Nada en realidad. Pero, si te quieres ir, quítame la llave —dije sin expresiones.

[3] CCC_Eros | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora