Capítulo 50

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Despacio y con cuidado, doblé la carta, marcando las orillas con las uñas. ¿Qué tiene que ver el papá de Mijaíl aquí?

Guardé el sobre tal y como estaba hace unos momentos y me levanté enseguida.

Me di un baño en diez minutos, vestí lo primero que encontré, bajé corriendo al patio, a subir al auto. Cristian me llevó sin hacer preguntas, pues el solo hecho de que saliera era una sorpresa y nadie me interrumpió el camino.

Me llevó a casa de Mijaíl.

En la vivienda nada más se encontraba Salvik. Debo decir que le vi una curiosa expresión asombrada en el rostro al verme en la puerta a plena luz del día.

—Hola..., ¿puedo hablar con usted?

—... ¿No vienes a ver a Mijaíl? —preguntó.

—No —respondí negando. Estoy segura de que no se encuentra y tampoco es que quiera verlo, al contrario. Ni siquiera estaba pensando en él al venir aquí.

—Pasa —me cedió la entrada a pesar de seguir confundido. Me retiré los zapatos e ingresé a la sala por mi cuenta—. Puedes sentarte donde gustes —indicó cerrando la puerta.

—... —tomé asiento en el sillón mediano y miré a Salvik aproximándose—. Es breve lo que tengo que decirle, pero es importante para mí.

—Claro... ¿Te ofrezco algo?, ¿agua?, ¿soda?

—No —hablé inquieta, solo quiero ir al punto—. No quiero que... Es privado y necesito que sea rápido.

Tengo que irme antes de que Mijaíl llegue o se aparezca Ekaterina.

—Bien —subió rápidamente las piernas de su pantalón y se sentó frente a mí—. Mijaíl y Ekaterina fueron a comprar la cena, volverán en al menos media hora —hizo una seña hacia mí—. Dime de qué quieres hablar.

—... Supongo que está enterado de que... —Por ahí no—. Derek me dijo que, si en algún momento usted llegaba a la ciudad, lo buscara.

—¿Derek te dijo eso? —cuestionó extrañado. Veo que no se imaginó que fuese a ser ese mi tema de conversación, quizá creyó que se trataba de su hijo.

—No me dijo nada en realidad; me dejó una carta y hasta hoy se me ocurrió abrirla. Fue muy específico al mencionarlos a usted y a Nicolás.

El hombre emitió un suspiro.

—Escucha, ¿sabes que Mijaíl nació en Massachusetts? —Asentí, aun si de hecho no lo sabía, dado que no pretendo que Salvik se detenga en un asunto banal—. Pues bien, en ese entonces vivíamos allá y ahí conocí a tu papá. No es que fuésemos amigos, más bien compartíamos un trago de vez en cuando y, a cambio de algo, que no vale la pena mencionar, yo le prometí cuidar de ti y de tus hermanos, dentro de mis posibilidades. Te puedo decir que fue uno de los motivos por los que vine; quería saber cómo estaban luego de su muerte. Tal vez Nicolás tenga el mismo encargo, pero la verdad nunca he siquiera hablado con él, así que no sé.

—Si es así, ¿por qué nunca se presentó en casa de Alicia?

—Tu mamá no me soporta —reveló como si fuese un chiste—, y no es que ella me caiga en gracia. Te digo que tus padres no eran amigos míos, nada más estábamos de acuerdo en ciertas cosas. Por eso preferí acercarme a tu tío.

No me está diciendo nada que sea útil. No me importa su preocupación por mí o los hijos de Alicia, sino de qué manera está involucrado con Lucas y eventualmente quiero llegar a qué hicieron cuando desaparecí.

—No va a decirme nada más, ¿verdad? —afirmé, a lo que Salvik negó con la cabeza, con amabilidad—. De acuerdo —me puse de pie, dispuesta a retirarme.

[3] CCC_Eros | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora